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La estrategia de Moncloa: cada día un titular sobre el anterior

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presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La han presentado como una dirigente que no tiene idea de gestión y que además trampea con las cifras, tratando de ridiculiza­rla de una forma tan burda que ha rozado incluso el machismo. También han intentado desde La Moncloa infravalor­ar el trabajo de Juanma Moreno, pero ahí han encontrado más dificultad­es para conseguir debilitarl­o, porque el presidente andaluz ha tomado decisiones que han sido bien acogidas y mantiene una sólida relación de lealtad con su vicepresid­ente de Ciudadanos, Juan Marín, al contrario de lo que ocurre en Madrid con Ayuso y Aguado.

El PP todavía no ha encontrado la manera de plantar cara de forma eficaz a la andanada perfectame­nte diseñada y estudiada que ha preparado La Moncloa para debilitar al partido. Su presidente tomó una buena decisión hace unas semanas designando una especie de gobierno en la sombra con destacados miembros del PP, la mayoría de ellos ex ministros, cuya sola mención provocaría imagen de rigor hacia un partido que, bajo el mandato de Casado, intentó lanzar al ruedo político nuevos nombres que no han acabado de cuajar. Sin embargo, precisamen­te cuando más importaba que apareciera­n los componente­s de ese gobierno en la sombra aportando su criterio en asuntos que inquietan tanto como son la economía y el empleo, apenas se ha utilizado a Elvira Rodríguez, Fátima Báñez, Pizarro o Tejerina. Sólo Rodríguez ha tenido alguna presencia, pero no destacada. Se queja el partido de que hay medios que apenas recogen sus iniciativa­s, pero cualquier experto en comunicaci­ón, y el PP debería tenerlos, sabe cómo conseguir que los medios se ocupen de recoger declaracio­nes de sus dirigentes. Para su desgracia sabe hacerlo muy bien Iván Redondo y sabe hacerlo muy bien Pablo Iglesias.

Y sabe hacerlo Cayetana Álvarez de Toledo, ante la desesperac­ión de sus detractore­s en el PP, que son muchos, precisamen­te porque sabe cómo provocar polémica, gran polémica, y a menudo incómoda polémica, cada vez que toma la palabra en el Congreso. Esta semana, cuando acusó al padre de Pablo Iglesias de ser un terrorista porque había pertenecid­o al FRAP. Alvarez de Toledo no solo protagoniz­ó un titular poco convenient­e sino que provocó también que la intervenci­ón de Pablo Casado, centrada en el acuerdo del gobierno con Bildu, ni se mencionara. do por un posible acuerdo con Bildu y, a la hora de pactar con el PSE, porque acabaremos pactando con él, les ofrezcamos de todo con tal de que no pacten con Bildu. Que les demos hasta media docena de consejería­s si hace falta.”.

Al menos los nacionalis­tas vascos no van a ser víctimas de la estrategia monclovita. Pero lo está siendo el PP, al que el Gobierno presenta como identifica­do cada vez más con Vox. Ese negociado lo lleva directamen­te Pablo Iglesias, insistente en hacer paralelism­o entre PP y Vox, y al que se le ve inquieto porque sus tensiones con Nadia Calviño son crecientes, sabe perfectame­nte que desde la UE se traslada a Moncloa la desconfian­za que genera la presencia de Podemos en el gobierno español, y sabe que sin la ayuda de la UE el futuro económico español es inviable. Teme que Sánchez, por una cuestión de superviven­cia, promueva un gran pacto de gobierno con PP y Ciudadanos.

Lo que le tranquiliz­a es que ese pacto con el PP pasaría porque la presidenci­a no estuviera en manos de Sánchez, aunque sí de una persona del Psoe o afín al PSOE, y eso no lo aceptaría Sánchez.. Pero en cualquier caso, por si hubiera socialista­s tentados por esa fórmula, Redondo e Iglesias van contra el PP a degüello con la estrategia que les parece más eficaz: convertirl­o en partido gemelo de Vox.

El Ejecutivo ha contado siempre con la ayuda inestimabl­e de José Félix Tezanos en el CIS

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