Trump echa gasolina a la crisis racial
El presidente de EEUU rescata su lema electoral de “ley y orden” para instigar la represión de las protestas
Donald Trump podía ver el fuego desde su ventana, pero no dudó en echarle gasolina. Ante la peor crisis racial de su mandato, ha rescatado su lema electoral de “ley y orden” para instigar la represión de las protestas, elevando las tensiones que tienen al país en llamas. A cinco meses de jugarse el cargo en las elecciones de noviembre y aún inmerso en la polémica por su gestión de la pandemia, Trump vuelve a diseñar su respuesta a una crisis nacional a medida de lo que espera su base de votantes, evitando cualquier llamado a la calma y a la reunificación nacional.
“Soy su presidente de la ley y el orden”, clamó Trump desde el jardín de la Casa Blanca. Mientras se declaraba “un aliado de los manifestantes”, las autoridades utilizaban gas lacrimógeno para expulsar a quienes protestaban de la plaza que separa la Casa Blanca de una histórica iglesia que Trump visitó minutos después, y donde se hizo una foto con la Biblia en la mano.
Esa secuencia, con sus guiños a la fuerza policial y a la religión, dejó claro el peso de los cálculos electorales en la reacción de Trump a las protestas por el homicidio del afroamericano George Floyd, que han reabierto una vez más la herida causada por la violencia policial contra los negros en EEUU.
“El presidente parece más centrado en echar carne roja a su base de votantes que en intentar unir a la gente de este país”, dijo Dewey Clayton, experto en el movimiento Black Lives Matter.
Pero la respuesta de Trump a las manifestaciones no puede entenderse sin otra constante en su Presidencia: su tendencia a echar más leña al fuego ante cualquier polémica, incluso cuando la Casa Blanca asegura que intenta contenerla.
“(Trump) sólo tiene una herramienta en su arsenal presidencial, y es la de inflamar, dividir, sembrar el odio”, opinó el historiador político Matthew Dallek, de la Universidad George Washington.
La controversia ha marcado la reacción de Trump a las protestas desde el principio: la madrugada del viernes, mientras las televisiones mostraban las primeras imágenes de una comisaría en llamas en Minneapolis, el mandatario advirtió en Twitter: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”. Esa frase era idéntica a la que usó en 1967 el entonces jefe de Policía de Miami, Walter Headley, para defender la fuerte represión de los disturbios en barrios negros durante el movimiento de derechos civiles. Al día siguiente, Trump alegó que no conocía la historia y que no pretendía “glorificar la violencia” con la frase.
El mensaje quedó aún más claro el lunes, cuando, en una llamada cuyo audio se filtró, Trump exigió a los gobernadores del país una respuesta más agresiva contra los manifestantes. “La mayoría de ustedes son débiles. Tienen que dominar”, exhortó.
Limitado por la naturaleza del sistema federal de EEUU, Trump sólo alcanzó a poner en práctica su propia filosofía de “dominación” de las protestas en Washington, la capital, donde no hay gobernador y el mandatario pudo dar rienda suelta a su voluntad de desplegar a los militares. Tampoco logró uno de sus objetivos más polémicos: el sábado llamó en un tuit a sus simpatizantes a congregarse en la Casa Blanca, aparentemente invitándolos a chocar con los manifestantes, pero esa presunta fantasía de Trump no se materializó.
Para algunos analistas, la pregunta es si Trump tiene credibilidad para calmar al país en tiempos de agitación, especialmente cuando sólo el 35% de los estadounidenses creen que pueden confiar en las declaraciones del presidente, según The Washington Post.
Las protestas por la muerte de Floyd van camino de convertirse en el segundo momento más determinante de su presidencia en el plano racial: el primero fue su defensa velada de los supremacistas blancos que asesinaron a una joven en 2017 en Charlottesville.