AUARA advierte del riesgo del Covid-19 en países sin agua potable
Los efectos directos del coronavirus provocarán una verdadera crisis humanitaria
AUARA es una empresa social que comercializa agua mineral y destina el 100% de sus dividendos a facilitar el acceso a agua potable en países en vías de desarrollo. En 2019 logró generar 12,4 millones de litros que beneficiaron a más de 13.800 personas de África, Asia y América Latina. Este año 2020 se presentaba como el mejor de su trayectoria: tras cerrar 2019 con un crecimiento del 22% en facturación, en los meses de enero y febrero había alcanzado un incremento del 63% respecto al mismo periodo del año anterior. La semana previa al estallido de la pandemia fue la mejor de su historia, superando en un 90% las ventas de un año antes.
Las medidas de confinamiento adoptadas por países como Kenia, Congo o el Chad, la paralización de su escasa actividad económica (incluidos los proyectos de cooperación basados en el desarrollo de infraestructuras) y el cierre de los colegios (en muchos casos gestionados por ONGs internacionales, y únicos lugares donde muchas familias tienen acceso a agua potable, a través de pozos o tanques de recogida de agua de lluvia instalados gracias a proyectos financiados por AUARA), suponen para estas poblaciones un agravamiento de su situación, ya de por sí delicada.
“Trabajamos con comunidades muy pobres que cuentan con ingresos de menos de 1 euro al día. La economía ya se ha visto afectada, y el Covid-19 hará que las tasas de mortalidad aumenten por no tener cubiertas sus necesidades básicas. Hay que destacar el sistema sanitario tan debilitado que hay en Kenia y la dificultad para acceder a él. Día tras día, miles de personas mueren en África por brotes de diferentes enfermedades, y el Covid-19 agravará esta situación, por lo que ahora todas nuestras actividades se centran en la ayuda humanitaria y en evitar su contagio y propagación”, explica Sara Mena, técnica de Cooperación de la Fundación Kirira.
Para Teresa Díez, técnica de Cooperación Internacional para África y Asia de la ONG ALBOAN, “el alcance de las consecuencias dependerá de cómo evolucione el número de personas infectadas y de las nuevas medidas que se adopten. Ahora mismo, la escasez de puntos de agua que permitan mantener la higiene necesaria para prevenir el riesgo de contagio, la desinformación sobre la enfermedad y la falta de material de protección son los problemas más acuciantes de las comunidades con las que trabajamos, y las mujeres sufren de manera diferenciada estos riesgos”.
A ello se une el riesgo de bloqueo de las ayudas internacionales, de las que dependen muchas ONGs, cuyo apoyo a estas comunidades más desfavorecidas es ahora más importante si cabe. “Tanto desde Kirira como desde ALBOAN nos trasladan que muchas de esas subvenciones aún no se han convocado este año, y alertan de que un desplome de los presupuestos de cooperación por parte de las administraciones públicas supondría el cese de muchas de sus actividades”, apunta Antonio Espinosa de los Monteros, CEO y cofundador de AUARA.
Del mismo modo, las restricciones a los viajes internacionales impedirán que se desarrollen con normalidad los programas de voluntariado este verano, lo que representa una preocupación añadida para muchas organizaciones y una gran pérdida de oportunidad para muchas comunidades que esperan cada año con impaciencia la llegada de los voluntarios.