LA ESTIRPE DE LOS PRESCINDIBLES
DECÍA la madre de mi mujer que “nadie se va de este mundo sin saber que ha estado en él”. Es una de las frases más geniales que escuché en mi vida y me viene al pelo, al menos desde el punto de vista que me interesa hoy. Lo malo que tenemos en nuestra sociedad es que hay demasiadas personas que sí se irán de este mundo y que todos sabremos que han pasado por aquí. Esta la decía mi aita: “allá por donde pasé, amarga huella de mí dejé”. El espectáculo al que algunos asistimos con la nariz bloqueada es esperpéntico. Vale que nuestra corta memoria nos lleva a señalar la época en la que uno se desarrolla como “la peor que recuerdo”. En esto nos pasa como con el tiempo, que apenas caen cuatro gotas soltamos aquello de “no he visto nunca llover como ahora”, sin darnos cuenta de que fue la semana pasada cuando dijimos algo parecido.
Es verdad que quien gobierna tiene la mayor de las responsabilidades en la gestión de algo tan serio como en lo que estamos padeciendo hace ya ni sé el tiempo. A algunos de ellos habrá que recordarles que una cosa es sacudirle a una de las personas que más daño ha hecho a mi profesión en un programa de televisión y otra es dar respuesta a las necesidades concretas de personas con nombres y apellidos. Me temo que nunca lo aprenderá.
Pero es que frente a ellos se extiende un erial. Nueva Zelanda. Allá perdida. Un país apenas recordado por el rugby tiene una primera ministra que siempre hace lo que debe. Si cualquiera de las nuestras se hubiera presentado en un funeral musulmán con el pelo cubierto como hizo Jacinda Arden después del salvaje atentado que sufrió su país, le hubiera caído la del pulpo. Una sugerencia. ¿Se debió suspender la manifestación del 8-M? Creo que sí, al igual que el traslado del señor de las Tres Caídas que también se celebró en Huelva un día antes. ¿Eso causó los miles de muertos que hemos tenido desde entonces? Desde luego que no. ¿Serían tan amables de pasar a otro asunto y nos podrían decir cómo salimos de aquí?
Pierdan la esperanza. Saldremos porque todos queremos salir, porque nos empeñamos en sobrevivir como hemos hecho desde que habitamos este planeta. Frente a nosotros, una banda de prescindibles, pagados de sí mismos que extienden su inutilidad hasta límites insospechados. Cada semana se superan. Miedo me da lo que estarán tramando para esta, pero me temo que será igual de intrascendente.
Frente a nosotros se extiende un auténtico erial de palabras vacías, ideas nulas, reproches constantes e inutilidad total