DOLOR O GLORIA
SE la juegan y nos la jugamos, y no se puede poner ningún tipo de paño caliente. Por historia, por afición y por simple necesidad económica el Decano debe estar la próxima temporada en una categoría superior sí o sí, que diría aquél. Se avecina un curso kamikaze pero a la meta (o, al menos, a esa especie de meta volante aún hoy en ciernes) hay que llegar aunque sea sin llantas, sin pedales y hasta sin oxígeno. No conseguirlo sería un auténtico fiasco, sin duda.
Todo el mundo es consciente de eso, como también de que no será fácil y menos en las circunstancias actuales. Históricamente aquí nunca ha sido sencillo nada ya sea por trampas propias, por excesivo cainismo, por mala fortuna en momentos decisivos o por mil historias más. La calamidad arrastrada en forma de herencia, aunque ahora controlada, es todavía enorme y la capacidad de pelear con algunos de los gallitos de Segunda B sigue siendo escasa, pero es que ya ni eso va a servir como excusa. No sé cómo lo tiene que hacer Zamora para que el equipo que diseñe salga, desde el primer día, diametralmente opuesto al del curso pasado; no sé de qué manera logrará la cuadratura del círculo Hita en las cuentas para seducir a jugadores, a priori, inalcanzables; no sé qué varita mágica tendrán que encontrar Zambrano y compañía durante este verano para lograr milagros; no sé si el primer plantel será más onubense que nunca o igual de onubense que siempre, pero sí sé que ya no se puede fallar más sobre el césped. Uno entiende que este consejo ha asumido muchos marrones, muchos riesgos y ha sufrido demasiadas injusticias (muy malintencionadamente lanzadas la mayoría de ellas), y de verdad creo que se merece una pequeña/gran recompensa deportiva. Ojalá, porque el reloj de arena no se para. Vengan quienes vengan parece que durante un tiempo no van a sufrir una excesiva presión del público ni dentro ni fuera de casa, pero de lo que no se van a librar es de asumir el peso del escudo del Decano ante un momento verdaderamente crucial en su historia. Esto va, otra vez, de puerta grande o de enfermería, de dolor o gloria, sin más, dos vertientes que conoció de sobra Francisco Mendoza, quien nos dejó hace tan sólo unos días y cuyo nombre quedará para siempre marcado más por hitos históricos (ascensos, estadio, ciudad deportiva, final de Copa) que por malos momentos. Descanse en paz un grandísimo recreativista.