La Fiscalía sueca cierra el caso Palme con un posible asesino y sin despejar dudas
La investigación señala como sospechoso del crimen del primer ministro en 1986 a un publicista fallecido, pero no aporta pruebas técnicas Políticos y juristas expresan su decepción
La Fiscalía sueca cerró ayer la investigación del asesinato del primer ministro Olof Palme señalando como sospechoso a un publicista fallecido, pero sin aportar pruebas técnicas que despejen las dudas sobre el magnicidio que traumatizó al país hace 34 años.
Las declaraciones previas del fiscal del caso, Krister Petersson, mostrándose optimista sobre su resolución y las especulaciones sobre el hallazgo del arma del crimen dispararon las expectativas.
Pero la solución presentada no es concluyente, no tiene pruebas nuevas y se basa en un análisis de testimonios y del controvertido papel de un testigo, señalado ya hace dos años por el periodista Thomas Pettersson en un premiado reportaje en la revista Filter.
El supuesto asesino es Stig Engström (el llamado hombre de Skandia por la aseguradora para la que trabajaba como publicista y que tenía su oficina cerca del lugar del crimen), incluido como testigo y protagonista en medios suecos en los días posteriores a los hechos.
“Hallamos a una persona que no cuadraba en la foto del crimen. Sus informaciones no se correspondían con las de otros testigos”, dijo el inspector Hans Melander en rueda de prensa digital.
Lo único probado es que Engström, de 52 años, abandonó la oficina, donde se había quedado a trabajar hasta tarde, poco antes de que Palme fuese asesinado y que volvió 20 minutos después.
Palme había salido con su esposa Lisbet la noche del viernes 28 de febrero de 1986, sin escolta, a un céntrico cine de Estocolmo.
El hombre de Skandia dio declaraciones contradictorias a la Policía: dijo haber sido uno de los primeros en llegar al lugar y haber hablado con Lisbet Palme, algo que nadie pudo confirmar, como tampoco sus movimientos o su contacto visual con el tirador.
Aunque nadie vio la cara del asesino que disparó por la espalda a Palme, las descripciones del sospechoso coinciden con las de la ropa que llevaba Engström.
“Sus propias explicaciones de lo que hizo en ese tiempo no cuadran con lo que dijeron otros. Todo apunta a que estaba en el lugar, pero en otro rol muy distinto del que quiso hacer creer”, dijo Petersson en una comparecencia de más de dos horas. Esto habría sido suficiente para un arresto y pasar a prisión preventiva, pero no para una condena”, señaló el fiscal, que descartó que Engström formase parte de una conspiración.
Engström se movía en círculos contrarios a Palme, fue miembro de un club de tiro y tenía acceso a armas: el grupo Palme (la unidad a cargo de la investigación) confiscó un revólver para hacer una prueba balística. Pero el Instituto
Nacional Forense concluyó que el mal estado de las balas conservadas hace imposible un análisis.
Los informes iniciales de la Policía incluyen a Engström como sospechoso, pero no fue citado para la reconstrucción posterior y desapareció de la investigación, algo “sorprendente” para el fiscal.
La incompetencia en la investigación fue pronto evidente: no se acordonó de forma correcta la zona del crimen ni se bloquearon las calles adyacentes, aparte de que los esfuerzos se centraron en una sola pista, la del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
“Mi conclusión es que después de 34 años es difícil creer que mantener la investigación daría más resultados”, dijo el fiscal.
El primer ministro sueco, Stefan Löfven, socialdemócrata como Palme, calificó el resultado de “lo más cerca a la verdad a lo que se podía llegar” y rechazó una nueva comisión de investigación.
Desencantados se mostraron otras figuras socialdemócratas como la ex ministra Anna Greta Leijon o la ex presidenta del partido Mona Sahlin, mientras varios de los principales juristas suecos, como Peter Althin o Johan Eriksson, hablaron de “gran decepción”.
Philonise Floyd, el hermano del afroamericano cuya muerte a manos de la Policía ha desatado una ola de protestas en EEUU, pidió ayer al Congreso que actúe para evitar que la pérdida de George Floyd fuera “en vano”, y que se hagan la pregunta de cuánto “vale la vida de un hombre negro”.
“Estoy cansado. Estoy cansado del dolor que siento ahora, del dolor que siento cada vez que matan a otro hombre negro sin ninguna razón. Estoy aquí para pedirles que hagan que pare. Paren el dolor. Hagan que no estemos cansados”, dijo Philonise Floyd en un emotivo testimonio ante el Comité Judicial de la Cámara Baja.
El hermano menor de Floyd, que murió el 25 de mayo en Minneapolis tras casi nueve minutos con la rodilla de un policía blanco sobre su cuello, subrayó que su familiar “no merecía morir por 20 dólares”, en referencia al supuesto billete falso de ese valor que el fallecido usó en una tienda y que provocó su detención.
“Les pregunto, ¿es eso lo que vale la vida de un hombre negro? ¿20 dólares? Estamos en 2020. Ya basta. La gente que marcha en las calles les está diciendo que ya basta. Sean los líderes que necesita este país y este mundo”, afirmó.
Explicó que él llamaba a su hermano Perry, y que el martes tuvo que enterrarle: “Fue lo más duro que he tenido que hacer nunca. Ahora soy el hermano mayor (...) y quiero asegurarme de que él es más que otra cara en una camiseta, más que otro nombre en una lista que no para de crecer”.
“Depende de ustedes asegurarse de que su muerte no fue en vano”, recordó Philonise a los legisladores. “Honren la memoria de George haciendo los cambios necesarios para que las fuerzas de seguridad (incluida la Policía) sean la solución y no el problema. Hagan que rindan cuentas cuando hagan algo mal”, recalcó en referencia a los numerosos policías blancos exonerados después de que murieran afroamericanos desarmados bajo su custodia.
Philonise pidió “enseñar” a los policías “lo que significa tratar a la gente con empatía y respeto, enseñarles lo que es la fuerza necesaria” y que “la fuerza letal solo debe usarse en raras ocasiones y cuando la vida está en riesgo”.
“George no estaba haciendo daño a nadie”, insistió, y describió a su hermano como “un gigante amable” con “un temperamento tranquilo” que incluso llamó “señor” al policía que le asfixiaba “mientras suplicaba por su vida”.
El hermano de Floyd concluyó dirigiéndose directamente a George: “Perr y, mira lo que has hecho. Estás cambiando el mundo. Gracias por todo. Espero que encontraras a mamá y puedas descansar en paz y con poder”.