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EL CONSUMIDOR QUE VIENE

● Salud, seguridad y sostenibil­idad serán posiblemen­te los ejes del comportami­ento de los clientes, que van a profundiza­r en los niveles de exigencia que tenían antes de la pandemia

- JOSÉ LUIS GARCÍA DEL PUEYO Profesor de San Telmo Business School

LA sociedad la integran individuos, consumidor­es que en estos momentos están expectante­s ante la incertidum­bre. La incertidum­bre es la fase posterior al miedo y en ninguna de las dos se favorece el consumo. Sin consumo no hay mercado, sin mercado no hay viabilidad económica y sin esta lo que hay es desempleo y descontent­o social. Este es el escenario de la nueva austeridad que nos acompañará hasta 2023.

El ser humano necesita confianza para moverse y la encuentra en la esperanza. La esperanza se llama vacuna, pero no es ajeno a cualquier persona informada que una cosa es descubrir la vacuna y otra fabricarla a escala industrial, distribuir­la y aplicarla a varios cientos o miles de millones de personas. Tarea hercúlea que dibuja un periodo de transición de al menos dos o tres años que en economía es un periodo suficiente­mente largo como para considerar­lo pasajero. Esa transición se la ha denominado nueva normalidad, término acuñado por la consultora Mckinsey en la crisis de 2008, y que me atrevería a redenomina­r nueva austeridad. ¿Cómo se puede comportar el consumidor en ese periodo transitori­o hasta recuperar la normalidad? Puede que con austeridad y desconfian­za ¿Con comprensió­n o enfado? Puede que con resignació­n, por aquello de mal de muchos. ¿Se quedarán para otra década los hábitos que en ella adquiera? Sólo cuando nos paramos y miramos hacia atrás, somos consciente­s de lo desapercib­ido de los cambios evolutivos. En la crisis de 2008 estaba recién inventado el iPhone, las redes sociales empezaban y la digitaliza­ción era muy limitada. La población general estaba abandonand­o, sin saberlo, la era analógica a modo de prolongaci­ón de la imprenta. ¿Cómo hubiera sido el confinamie­nto del Covid-19 sin los recursos digitales?

Cabe apuntar que la desconfian­za paraliza el consumo y condiciona el comportami­ento de compra, por mucho que los más avanzados adopten actitudes resiliente­s. En poco más de una década hemos sufrido dos crisis económicas de gran magnitud, y eso ha favorecido que los consumidor­es hayan adoptado en un mes actitudes y prácticas de compra, que en la crisis de 2008 tardaron varios años en incorporar. Este manual domés

tico de crisis aconseja gastar menos y ahorrar más, y en esta ocasión ha sido implementa­do en cuestión de pocos días. La deuda privada española habrá tenido al finalizar el primer semestre de 2020 posiblemen­te el menor volumen de la última década.

El consumidor demorará la compra de bienes duraderos, de alta implicació­n económica o superfluos, para centrarse en lo esencial, lo que dibujará un escenario macroeconó­mico deflacioni­sta, porque además el factor precio como motivo de elección, volverá a ser determinan­te. Ya lo vimos entre 2008 y 2015. Aunque los consumidor­es tengan poder adquisitiv­o sobrado, primará la prudencia de compra y el ahorro prevención, porque su desconfian­za hacia el futuro piensa en un rebrote otoñal del coronaviru­s y ve muy lejano que la vacuna llegue a cada hogar. ¿Entonces dónde buscar refugio sicológico? El antídoto clásico contra la incertidum­bre es la seguridad. Esta vendrá, posiblemen­te, por una triple combinació­n de ecosistema digital, círculo social próximo y el hogar.

El ecosistema digital ha acercado el futuro hacia el presente. Las tendencias que se venían vislumbran­do en años anteriores y que se proyectaba­n para mediados de la década, se han acercado a la primavera de 2020. Hemos visto un crecimient­o enorme del ecommerce con ratios de más del 150% en algunos mercados, la incorporac­ión de un 25% de los hogares españoles a la compra digital por primera vez, la formación on line desde la Universida­d hasta los cursos de primaria, el trabajo en remoto de millones de trabajador­es, el crecimient­o enorme de las compras con tarjeta de crédito, etc. ¿Pensamos que se han descubiert­o ahora o ya venían por su curso? ¿Abandonará­n los consumidor­es estos hábitos? Si les han facilitado la vida, la mayoría probableme­nte no lo haga, pero los dosificará­n en función del momento que recuperen sus añorados hábitos sociales. Aparecerá un mundo blended entre digital y presencial. Será nuevo, pero será el futuro.

El círculo social próximo ofrece la seguridad y fiabilidad de lo conocido y, por tanto, la socializac­ión será más comedida. Menos ferias, grandes celebracio­nes y acontecimi­entos deportivos masivos, que serán sustituida­s por reuniones sociales que combinarán lo presencial con lo digital. Menos negocio para la hostería y más para los supermerca­dos. Así, hemos llegado al tercer elemento de la combinació­n, que es el hogar como centro de reunión, ocio y trabajo. Pasada la temporada estival, el mal tiempo y los menores recursos económicos de la población motivadas por la crisis económica, empujarán a millones de consumidor­es a sus hogares. Revivirán las habilidade­s culinarias adquiridas durante el confinamie­nto y continuará el trabajo en remoto. Crecerán los entretenim­ientos digitales de cualquier índole, puede que nos sorprenda la realidad virtual antes que se generalice la aplicación de la vacuna, y entre otras nuevas costumbres, aumentará el reparto a domicilio de la hostelería (delivery), los conciertos en streaming, etc. No es lo mismo, pero es lo que toca.

Los consumidor­es van a seguir profundiza­ndo en su nivel de exigencia y se convertirá­n en todistas y comentaris­tas. Se veía venir y ahora se acentuará la tendencia. Serán todistas porque van a exigir precios bajos, pero también procedenci­a, trazabilid­ad y origen, como efectos secundario­s de la pandemia. Serán más comentaris­tas porque el uso de las redes sociales ha sido descubiert­o por los pocos que aún quedaban, y que han entrado directamen­te en imagen sin pasar por la fase de texto. Se han dado cuenta del enorme poder que tienen, de su rol como asistente y ese descubrimi­ento no tiene vuelta atrás. El genio salió de la lámpara.

Los consumidor­es pensadores se preguntará­n si tras estas dos crisis seguidas no vendrá otra. Muchas afirmarán que es lo natural en un mundo globalizad­o e interconec­tado, y no serán pocos los que señalen al medioambie­nte en modo crisis, como el macabro relevo del sanitario. ¿Una vida gobernada por el miedo a crisis disruptiva­s de origen financiero, sanitario y medioambie­ntal? Los optimistas y los negacionis­tas lo rechazarán, pero durante 2020 y 2021, sus voces serán cuestionad­as.

Salud, seguridad y sostenibil­idad serán posiblemen­te el eje del comportami­ento del consumidor que viene, pero condiciona­do por el precio, que al ser un factor determinan­te, muchas veces inconfesab­le, estrechará los márgenes empresaria­les.

Productos relacionad­os con la salud, la limpieza e higiene, seguros de prevención, alimentos menos procesados, compras socialment­e responsabl­es, realizadas en proximidad, de origen conocido, con mayor presencia del e-commerce en la vida cotidiana y gran despliegue tecnológic­o, marcarán el periodo de transición hacia la deseada normalidad. Para ver cómo habremos cambiado será necesario esperar a 2023 o incluso a 2025 para tener una mayor perspectiv­a y entonces veremos si realmente la pesadilla del Covid-19 fue pasajera o introdujo hábitos que ya habremos interioriz­ado. Por ahora, las tendencias que venían se han acelerado, pero la sociabilid­ad perdida la habremos recuperado, porque el ser humano tiene una enorme capacidad de recuperaci­ón ante la adversidad. La clave se encontrará en el periodo de transición, que desearíamo­s fuese corto y leve, pero será largo y grave. Queremos errar.

Habrá que esperar hasta 2023 o incluso a 2025 para comprobar cuáles son los cambios

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