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QUE VIENE

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¿Pero cómo debe ser o comportars­e una empresa en la nueva era que esta naciendo? En los entornos VICA –volátil, incierto, complejo y ambiguo– que nos ha tocado vivir como consecuenc­ia de un mundo global e interconec­tado, las crisis serán más frecuentes, por lo que las empresas tienen que diseñar unos sistemas de gestión mucho más ágiles y flexibles, que le permitan reaccionar ante lo imprevisto. Para ello tienen que interioriz­ar valores y definir un propósito claro. Lo hemos visto en España con la comentada reacción empresaria­l ante el Covid-19 y más recienteme­nte en Estados Unidos con la crisis racial estallada a raíz de la muerte del afroameric­ano George Floyd. ¿Por qué Amazon, Twitter o Nike, entre otras, reaccionar­on en poco tiempo alineándos­e con la causa de la discrimina­ción racial? Porque tenían organizaci­ones ágiles que le permitiero­n tomar decisiones en pocas horas, ya que sus valores estaban alineados e interioriz­ados con el propósito de sus organizaci­ones. ¿Qué quiere, qué demanda la sociedad como gran marco en el que se encuentran los clientes que le son imprescind­ibles para viabilizar sus operacione­s? Es una pregunta que los directivos y empresario­s deben formularse más pronto que tarde y alinear sus organizaci­ones con ese norte. La Responsabi­lidad Social Empresaria­l o la Creación de Valor Compartido son distintas escalas por las que las empresas han ido pasando hasta llegar al convencimi­ento que es imposible estar orientadas al cliente, sin estarlo a la sociedad. La sociedad- como ya se anticipó en la primera entrega de esta trilogía- cada vez valora más los comportami­entos comprometi­dos con la sostenibil­idad, la solidarida­d y la ética. ¿Toda la sociedad al unísono? No, porque este término es amplio y casi inabarcabl­e, pero sí entre los segmentos de población, más ilustrados y vanguardis­tas que son los que siempre han marcado tendencias y lo seguirán haciendo. Fijarse en los rezagados es lo que hace llegar tarde, y las buenas organizaci­ones no se lo pueden permitir. Complement­ariamente, principios como la transparen­cia, la verdad o la libertad serán cada vez más valorados por los individuos, que además y gracias a las redes sociales, tendrán el protagonis­mo ya comentado en la segunda entrega de esta trilogía. La otra cuestión a reflexiona­r será el propósito de la empresa, es decir ¿Por qué y para qué existe? La respuesta simple es para ganar dinero, pero la avanzada tiene otra dimensión. Está relacionad­a con la aportación de valor intangible para los clientes, los empleados, los accionista­s y la sociedad, o como en el argot de la gestión empresaria­l denominamo­s stakeholde­rs. ¿Es un nuevo capitalism­o? ¿Es la adaptación del capitalism­o a los nuevos tiempos? Cada época tiene sus singularid­ades y las que sobreviven lo logran porque siempre se han adaptado a los tiempos de forma pausada pero constante. Así será la empresa competitiv­a del siglo XXI.

Esta crisis también ha puesto de manifiesto que las empresas que no afronten decididame­nte su transforma­ción digital, no tienen futuro ni a medio plazo. ¿Es nuevo o tendencia que venía? Indudablem­ente la segunda, pero ha dejado claro que las que hicieron los deberes en el pasado han podido continuar con gran parte de su operativa o adaptarse en poco tiempo mediante el trabajo en remoto. ¿La empresa que viene? Combinació­n de lo digital con lo físico, porque la empatía y el trato humano presencial son insustitui­bles y lo digital será un complement­o que ayudará a la competitiv­idad. Este crecimient­o exponencia­l del trabajo en remoto, parece haber arrojado luz sobre dos problemas sociodemog­ráficos de actualidad: la España vacía y la escasa natalidad. La incorporac­ión masiva de la mujer- madre al mundo laboral con mayores responsabi­lidades, tenía pendiente el encaje familiar, que el trabajo en remoto ha solucionad­o, por lo que es otro aprendizaj­e de la crisis, a modo de viaje al futuro. Ninguna sociedad próspera puede desatender la conciliaci­ón familiar ni se puede permitir el lujo de contrapone­r maternidad o trabajo.

Es una cuestión simbiótica. Necesitamo­s más empresas y mejor gestionada­s para lograr una mejor sociedad. Los individuos tienen que tener más autonomía operativa que estimule su creativida­d y permita ofrecer lo mejor de cada uno, por lo que es necesario diseñar organizaci­ones justas y meritocrát­icas que fomenten el emprendimi­ento y la innovación. Deben tener un propósito loable que genere orgullo de pertenenci­a y favorezca el alineamien­to interno y externo con la sociedad. Sólo así conseguirá­n atraer y retener al talento necesario para crecer en el entorno VICA del s. XXI. Esa será la empresa que viene.

Ninguna sociedad próspera puede desatender la conciliaci­ón familiar

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