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Anthony Bourdain, el chef que nunca muere

- Pilar Salas (Efe)

Planeta Gastro reedita ‘Crudo’, una sucesión de vivencias y opiniones del mediático cocinero que se suicidó hace dos años. En este libro, entre otras cosas, potenció el prestigio internacio­nal de Ferran Adrià

Tras “una frikada de éxito inesperado” como fue Confesione­s de un chef, Anthony Bourdain volvió a afilar sus cuchillos en Crudo, obra que se reedita ahora para recordar a quien terminaría suicidándo­se tras destapar el lado oscuro de las cocinas y viajar por el mundo en busca de las mejores comidas.

En julio de 2018, este cocinero neoyorquin­o “airado, cínico y mordaz”, como él mismo se definió, se ahorcó a los 61 años en un hotel de Francia, donde grababa un episodio sobre la cocina de Estrasburg­o para su programa Parts Unknown, del canal estadounid­ense CNN. Ya no le agobiaban los problemas económicos de antaño –dejó a su hija Ariane y a su ex mujer Ottavia Buisa una herencia de 1,21 millones de dólares (algo más de un millón de euros)–, hacía lustros que había logrado desintoxic­arse y gozaba de una merecida fama gracias a sus libros y programas televisivo­s. Pero como muchos de sus colegas de profesión, tenía “tendencia al autosabota­je”.

Cuando publicó Crudo en 2010, que ahora reedita Planeta Gastro, tenía 53 años, hacía 28 que no trabajaba como cocinero y reconocía que no lo echaba de menos. Estaba inmerso en su carrera televisiva, de la que salieron los programas A Cook’s Tour ( El tour de un cocinero, 2002-2003), No Reservatio­ns ( Sin Reservas, 20052012), The Layover ( La Escala, 2011-2013) y Parts Unknown (Partes Desconocid­as, 2013-2018). Pero mantenía intacto su espíritu crítico, su afinado paladar y su afilada pluma. En Crudo siguió repartiend­o estopa: a críticos gastronómi­cos, a cocineros que prestan su imagen a todo tipo de marcas, a la industria alimentari­a, a programas televisivo­s, a la activista de lo orgánico Alice Waters, a los veganos...

Decía que ya no estaba “enfadado” como cuando escribió Confesione­s de un chef, el libro que le cambió la vida, e incluso aprovechó para disculpars­e con algunas de sus “víctimas”, pero

mo de Cerdeña. Y es que, en esa etapa, a Antonhy Bourdain la alta cocina –para la que reconocía que no tenía “talento suficiente”– ya no le deslumbrab­a como en sus inicios, cuando contribuyó a fortalecer el prestigio internacio­nal de Ferran Adrià y El Bulli gracias al documental Decoding Ferran Adrià, que Food Network rechazó como capítulo para A Cook’s Tour y Tony lanzó con su propia productora.

Su faceta como padre, recomendac­iones para quienes tengan la osadía de dedicarse profesiona­lmente a la cocina o consejos para restaurant­es en crisis –hoy de total actualidad con la pandemia–, nos devuelven al Bourdain sarcástico y conocedor dos años después de su muerte.

a quien en 2003 le encargaron escribir un perfil sobre el exitoso empresario al que pocos conocían. Cuando comenzó a indagar para escribir su artículo llegó a la historia de María Farmer, una pintora que ya había denunciado a Epstein sin ningún tipo de resultado. En 1996 Farmer había sido captada por el empresario y por su entonces pareja, la inglesa Ghislaine Maxwell, para hacerla víctima de sus aberracion­es sexuales. Meses después, la hermana de María, Anniem, sufriría el mismo destino. Cuando Ward presentó su trabajo fue despedida y se publicó otro perfil alabando el modo de vida del empresario.

Dueño de fastuosas casas en Nueva York, Palm Beach, París e incluso de una isla, y vinculado a hombres como Donald Trump,

Bill Clinton, el príncipe Andrés de Gran Bretaña y el también condenado después por ataques sexuales, Harvey Weinstein, al documental sobre Epstein no le hace falta buscar recursos fílmicos. El testimonio de las víctimas y sus gestos lo dicen todo. Simplement­e recurre a flashback s para conectar una historia con otra. Pero el peso de esta obra está dado por las palabras de quienes decidieron enfrentars­e al gigante.

Hace unos días el caso tuvo un nuevo coletazo, y aún quedan más: Estados Unidos le pidió al príncipe Andrés, a quien al menos un testigo asegura haber visto en la isla del magnate con menores de edad, que declare en el marco de la investigac­ión. La muerte de Epstein no logró acallar el valiiente reclamo de las víctimas.

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