Jose Mari y Andy se conjuran para expulsar a Michael
Faltó justicia poética como para que Jose Mari y Andy se batieran con navaja y puzzle de sushi en la prueba final de eliminación de MasterChef, este lunes. Pero el jurado (y sólo lo entendemos con la intención de mantener el rencor del público en alto) decidió que fuera Michael, un peluche andante, quien en el segundo desafío duelista fuera el perdedor, destinándolo así a la condena definitiva ante Andy, que fue más hábil en pegar el arroz según el diseño del chef de Kabuki. El estadounidense, el eliminado, lloró como un niño lo que no pudo defender como un cocinero oriental: se peleó con el cereal, con la esterilla y con el abanico.
Ya por entonces, antes de hervir la última olla, Michael estaba agotado, como lamentaba Juana, la otro capitana de la prueba de exteriores, y que fue protegida por los suyos, sobre todo por un Iván corajudo, para no verse en ese trance. La eliminación no tuvo un origen limpio: Jose Mari y Andy le hicieron la vida imposible a Michael con el roner en el menú colectivo, en una finca de Samantha, para que se trabajara con las debidas medidas de separación. Jose Mari, con su pin de inmunidad, se dejó llevar por la pereza y la soberbia, llegándose a encarar incluso con Pepe Rodríguez por estar ayudando demasiado al otro equipo. Es especialista en exculparse y listo como él solo para inculpar a los demás. En el jurado le han puesto un mote: el aspersor. Junto a Andy desesperaron a Michael, que no tuvo ni ímpetu ni suerte para salir indemne de la capitana, lo que le ha costado a la postre la expulsión.
Los que se han conjurado para la marcha de Michael ahora caminan solos ante el resto de los supervivientes, donde el amor de Alberto y Luna florece entre estos cardos de estrategias mezquinas.