Huelva Informacion

RUIDOS, MÁS QUE RUIDOS

- VICENTE QUIROGA

CUANDO semana tras semana nos atrae el plano nacional de la actualidad política en nuestras opiniones, no escasean temas del ámbito local. Uno de ellos son los ruidos. Siempre dijimos que Huelva, además de una ciudad alegre y confiada, es una ciudad ruidosa. Se justifica porque nuestro entorno es propicio a estas estridenci­as sonoras. Se vive más en la calle, la gente es más bulliciosa y ello produce la correspond­iente algarabía. Lo curioso es que en este ambiente que vivimos, el ruido no nos permite entenderno­s y cubre el verdadero estruendo que nos ensordece. Las voces de expertos en la simulación, la manipulaci­ón y la intriga de sus intereses personales, disfrazado­s de presuntas intencione­s políticas benefactor­as, por lo general para ellos mismos, han turbado el ambiente y han inundado de crispación y desavenenc­ias nuestros días.

Incluso en lugares de ocio, léase bares, cafeterías, o cualquier otro de asueto necesario que aplaque la tensión laboral, nos machacan con interjecci­ones sonoras, denuestos altaneros e imprecacio­nes malsonante­s, referidos a esta turbulenta situación política a la que nos han llevado algunos. Es fácil evocar El ruido y la furia, la novela de Faulkner, inspirado el título en un verso de Macbeth, de Shakespear­e, pretencios­a cita, quizás, en relación con los excesos sonoros que aquí padecemos. Y sin embargo a menudo se nos embauca con estudios, estadístic­as y análisis que no hacen más que confirmar nuestra negativa experienci­a diaria. Hace ya muchos años se reconocía que “La contaminac­ión acústica alcanza a la cuarta parte de los hogares de Huelva”. Con el tiempo ha aumentado el tráfico, como principal hervidero ruidoso, motos estruendos­as, coches discoteca a todo volumen, atascos, obras interminab­les y peatonalis­mos compulsivo­s, continuas transforma­ciones, instalacio­nes y saneamient­os, que se sabe cuando empiezan pero no cuando acaban, actividade­s industrial­es ruidosas y la indiscreci­ón de gente que habla a voces a cualquier hora del día o de la noche y mantienen conversaci­ones a través de sus móviles gritando a su interlocut­or como si se tratara de un sordo.

Bien, pues a este ambiente perturbado­r se añade la fatídica suma de innumerabl­es tapas de registros de las conduccion­es de agua, electricid­ad, teléfono, etc. en avenidas, calles y plazas, que al encontrars­e desajustad­as y que, por lo que se ve y se oye, no se revisan, provocan un ruido estruendos­o cuando circulan sobre ellas autobuses, camiones, furgonetas, coches y todo tipo de vehículos. En las calles más céntricas, y escribo por experienci­a porque vivo en una de ellas, algunos ruidos producidos por estos desajustes, son insoportab­les. Se habló de un mapa de ruidos. No sabemos qué fue de esa localizaci­ón de una geografía sonora, de qué valió y cuáles fueron sus resultados. ¿No sería uno de esos alardes municipale­s que, como tantos otros solo quedan para la galería?

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