“Lenin hubiera sido genial en Twitter”
–¿Haber sido corresponsal en el colapso de la URSS es como haber vivido en una película de espías?
–En ese momento trabajaba para un periódico inglés. Fue una experiencia increíblemente emocionante. Estaba dentro de una de las tiranías más crueles de la historia mientras se caía a pedazos, debido a sus contradicciones internas y no por alguna fuerza externa. Aparte, por supuesto, la Unión Soviética tenía un rol importante en mi vida; mi condición era de refugiado gracias a las agresiones brutales de este Estado. En retrospectiva, fue una época llena de esperanza. Positiva. El Muro de Berlín se derrumbó. En ese momento todo parecía posible.
–¿Es un simple anacronismo el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú o es un destino turístico macabro?
–Creo que es mucho más que ambas ideas. Es un recordatorio sobre el pasado de Rusia, si es que sus ciudadanos necesitan un recordatorio. Boris Yeltsin quería deshacerse del mausoleo y esconderlo de la vista pública. Pero Vladimir Putin no tiene estas mismas intenciones... Más bien, en 2011 autorizó un presupuesto considerable para repararlo, ya que existía el riesgo de que se derrumbara. El culto a Lenin sobrevive, quizás alterado por el paso del tiempo. La tumba de Lenin, en su momento, simbolizó una ideología internacionalista: el comunismo mundial. Hoy se ha convertido en un altar para el renaciente nacionalismo ruso.
–Es muy llamativa la adoración de los rusos por un líder supremo. En el siglo XXI sigue por el mismo camino.
–Éste es un asunto que los intelectuales rusos han discutido ansiosamente por más de 300 años, la mayoría de ese tiempo en secreto. Creo que es un ideal que los propios líderes han inculcado en su pueblo (y en muchas personas fuera de Rusia) de que un espacio tan grande y complejo como Rusia necesita este tipo de líder duro. Pero si nosotros lo creemos, cometemos el profundo error de tragarnos la narrativa de matones y tiranos como Putin. Si renunciamos a la liberación de Rusia y de un liderazgo civilizado y decente, estaríamos sometiendo a los rusos a revivir su historia cada vez que hay un cambio de estructuras. Soy optimista y espero que el siglo XXI traiga un panorama mejor para Rusia, pero no estoy tan seguro.
–¿Se puede considerar a Lenin el padre o el abuelo de los movimientos populistas modernos? ¿La política de la posverdad ya estaba inventada y ha sido recuperada?
–Contestaré las dos pregun
tas, porque están bastante conectadas. Yo llamo a Lenin el padrino (con sus connotaciones propias) de la política de la posverdad. Él se expresaba como muchos de los líderes de hoy, tanto de izquierda como de derecha y en democracias de larga data como también dictaduras. En su búsqueda de poder, él le prometía todo a su pueblo. Le ofrecía soluciones simples a problemas
complejos. Mentía sin vergüenza alguna. Y se justificaba en base a que ganar lo valía todo, que el fin justificaba los medios. Quien ha soportado cualquiera de las elecciones recientes en las supuestamente sofisticadas culturas políticas de Occidente (EEUU o Europa, por ejemplo) reconocerían estas artimañas. Lenin hubiera sido genial en Twitter, con sus mensajes simples
pero bastante directos a su “base” de partidarios. –¿Lenin pone en marcha un sistema en el que el fin justifica los medios y Stalin lo perfecciona?
–Hubo este pensamiento por parte de la izquierda por bastante tiempo en el que Lenin era el idealista que trabajaba en el camino correcto y que luego Stalin, el “psicópata”, lo destrozó. Esto es falso, en mi opinión.
El país que se convertirá pronto en el más poderoso del mundo, China, es un legado directo de Lenin”
Lenin creó todos los medios del terror, y la ideología de donde provenían. Creó la Checa, que se convirtió posteriormente en la KGB; los campos de concentración que luego fueron perfeccionados por Stalin, y las leyes con las que luego fueron manejadas las purgas. Lenin creó a Stalin.
–En su obra, se afirma que no era cruel, educado, pero hizo barbaridades.
–Me refiero a que no era personalmente cruel. No le entusiasmaba la violencia como a Stalin, Hitler o Mao Zedong. Nunca pidió los detalles de cómo se asesinaba a sus enemigos, ni cómo enfrentaron sus últimos momentos, como sí lo hacía Stalin. No usaba uniformes militares o túnicas como otros dictadores. Para él, las muertes eran estadística, no un asunto personal. De muchas maneras, esto es más agravante y amoral que si él hubiera cometido los asesinatos.
–¿Los bolcheviques triunfaron gracias a golpes de suerte?
–Sí, la Revolución rusa modeló el siglo XX. La llegada del fascismo, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría fueron una respuesta reaccionaria a la revolución bolchevique leninista. El país que se convertirá pronto en el más poderoso del mundo, China, es un legado directo de Lenin. El partido comunista chino puede que no parezca económicamente socialista, pero su política está centralizada en un Estado de partido único disciplinado, dedicado a una tarea por encima de todas: mantener el poder. Justo lo que Lenin esperaba de un partido comunista.