Despedida de los padres Jesuitas de Huelva
Si los miembros del coro San Francisco, ubicado en la Iglesia de los PP. Jesuitas, tuviéramos que explicar lo que somos, bastaría con recitar el siguiente estribillo: “Somos una marea de gente, todos diferentes, cantando al mismo compás”. Posiblemente la canción que más y mejor nos define. El compás de la fe y la partitura del amor se han convertido en la melodía que late en cada uno de nuestros corazones, convirtiéndonos en una verdadera familia, que al cobijo de los padres Jesuitas encontró un lugar seguro donde sumar sus voces, predicar cantando y sentirnos queridos, a salvo y en paz. El estilo de vida ignaciano ha estado presente desde los comienzos de este grupo de amigos, cada año más numeroso, donde las nuevas generaciones han ido revitalizando las fuerzas de los que ya peinaban algunas canas, impregnando con su alegría cada ensayo, cada encuentro, cada celebración, cada Eucaristía, sin abandonar la esencia que nos convoca alrededor de la mesa, nuestro compromiso con la fe. En la Compañía de Jesús y en el Centro Javier, establecimos grandes lazos de amistad, encontramos esa puerta abierta a nuestra oración cantada y un lugar seguro de encuentro para jóvenes con inquietudes, en una sociedad no exenta de problemas. Hemos sido de los privilegiados que, desde niños, hemos disfrutado de vivencias decisivas en nuestras vidas. Ahí estuvimos, ahí aprendimos y de aquello que recibimos hicimos en
gran parte nuestra forma de ser y de vivir. Ahí muchos hemos forjado nuestra espiritualidad, hemos aprendido a confiar en la providencia, en definitiva, hemos aprendido a andar por el empedrado camino de la vida con una sonrisa y un bastón de apoyo. En el coro hemos encontrado amistad, alegría, amor, risas y, sobre todo, una iglesia andante donde acercamos el corazón de quien nos escucha a Dios. Con nuestras canciones consolamos almas heridas y damos aliento a la esperanza de quien la ha perdido, celebramos la llegada del Mesías y lloramos en la Cruz, como hemos llorado la pérdida de Roberto, Joaquín, Amparo y Mari
na, pero siempre con el gozo de saber que resucitaremos al tercer día. Queridos padres Jesuitas, querida Comunidad de Jesús, hoy apagaremos nuestras voces, guardaremos las guitarras y recogeremos las letras, amarillentas algunas por el paso de los años; pero antes hemos de daros las gracias por habernos dejado ser en vuestra casa “una marea de gente, todos diferentes, cantando al mismo compás”. José Luis Mora