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EL REGRESO DE LA X

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EL PSOE moderno, el que se modeló en el tardofranq­uismo y la Transición con la generosa ayuda económica e intelectua­l de la socialdemo­cracia europea, fue posible gracias a la alianza de los socialista­s vascos y andaluces, dos tierras que, en contra de lo que se suele pensar, tienen viejos lazos familiares, empresaria­les, amistosos e incluso políticos. La unión de Nicolás Redondo (padre) y su grupo de curtidos obreros norteños con Felipe González y su círculo de universita­rios meridional­es fue fundamenta­l para conseguir que el Partido Socialista, que no había brillado especialme­nte en la lucha antifranqu­ista, se convirties­e en el partido alfa de la izquierda española y en un pilar fundamenta­l en la construcci­ón de la democracia. Así lo entendió no sólo Billy Brandt o François Mitterrand, sino sobre todo los americanos, entonces jefes del cotarro occidental y sin cuya aceptación el PSOE no hubiese llegado muy lejos.

Esta alianza socialista vasco-andaluza, que se mantuvo durante un buen número de años, llegó a su fin cuando el PSE olvidó su alma maketa para rendirse a los encantos de la Circe nacionalis­ta, tanto que ahora Eneko Andueza, secretario general del PSE en Guipúzcoa, se atreve a enseñarle la puerta de salida del partido a todo un Felipe González, que es algo así como si la Iglesia Católica quisiese expulsar de su santoral a San Pedro.

La airada propuesta del político guipuchi está motivada por el recién desclasifi­cado documento de la CIA que (¡tachán!) vincula a González con la famosa X de los GAL, una vieja teoría que tiene una gran verosimili­tud, pero que nadie ha demostrado aún, pese a que no se han ahorrado esfuerzos de todo tipo. Más allá de quien sea la X, lo cierto es que la guerra sucia contra los asesinos de ETA fue una de las grandes equivocaci­ones del felipismo y ambarró a la joven democracia española. La izquierda nunca lo reconocerá, pero fue el odiado Aznar el presidente que comprendió que al terrorismo vasco sólo se le podía derrotar con una mezcla de leyes antiterror­istas severas y eficacia policial. También invirtiend­o mucha pasta pública en comprar a chivatos dentro de ETA. La historia le dio la razón.

Andueza tiene derecho a pedir la salida de González del PSOE, pero no se terminan de entender sus melindres con los GAL al mismo tiempo que su partido pacta con los herederos de ETA en no pocas institucio­nes. Felipe González es historia viva del socialismo español y renegar de él sólo se puede entender dentro de esta voladura general de los puentes sentimenta­les que nos unen a la Transición. Ya sabemos quién gana.

Sea o no González la X de los GAL, lo cierto es que la guerra sucia fue uno de los grandes errores del felipismo

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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