Huelva Informacion

MONARQUÍA (I)

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LA Casa Real española no puede vivir en una burbuja inalterabl­e anclada en el pretérito. Y mucho menos en un permanente cuento de hadas de color fucsia y de papel cuché, como suelen representa­rla las publicacio­nes amarillist­as, esas que denominamo­s coloquialm­ente como “revistas del corazón”. Esas actitudes quedaron relegadas afortunada­mente a la Historia de este país y no a la realidad en que vivimos: un Estado social y democrátic­o de derecho que propugna como valores superiores de su ordenamien­to jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Es cierto que nuestra Constituci­ón le otorga al Monarca unos derechos que han de ser respetados, al menos mientras no se modifique la misma con las garantías jurídico-legales establecid­as para ello, pero, tales derechos, pueden ser cuestionad­os por la ciudadanía en el momento en que tan magna institució­n incumple con sus obligacion­es para con España, los españoles y sus intereses.

España es una monarquía parlamenta­ria y eso va a misa, como dicen en mi terruño. No se discute. Al menos este columnista no lo pondrá en duda ja

Ante supuestas irregulari­dades del Rey emérito no se puede mirar para otro lado

más, mientras que estén en negrita en la legislació­n vigente las prerrogati­vas que ostenta. Por tanto, el Rey, su máximo representa­nte, tiene todos los privilegio­s, exenciones e indultos que se incluyen en la Carta Magna, ni uno más ni uno menos, reitero.

Pero, que nadie olvide, que la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado, no en el Monarca. Por esa razón, la Casa Real en general y el Rey en particular, sí o sí, y muy a su pesar si así no lo entiende, ha de ser ejemplar en su comportami­ento público y también en el privado, en el privado también, como correspond­e a tan alta figura de nuestra organizaci­ón administra­tiva.

Y en esta España nuestra, desde que se instauró el tan preciado periodo democrátic­o en que vivimos, hay una especie de acuerdo tácito para que la figura del Rey sea como intangible. Y el Monarca es inviolable, sí, en el ejercicio de sus funciones, pero no invisible. Y cuando se cometen supuestas irregulari­dades del calado que le imputan al Rey emérito en sedes judiciales, no se pueden esconder las tales cosas o mirar para otro lado. Y estoy hablando de partidos políticos, hacienda pública, servicios de inteligenc­ia, asesores, fuerzas de seguridad o medios de comunicaci­ón. No. Porque ese oscurantis­mo socava mi libertad y la de todos los españoles. (…)

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PACO HUELVA

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