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PROPINA NEGATIVA

- GUMERSINDO RUIZ

LA primera vez que oí la expresión “nueva normalidad” fue a Bill Gross, ya antes de la Gran Crisis del siglo veintiuno. Gross era una figura muy brillante en el mundo financiero, y gestionaba junto con Mohamed El Erian, el fondo de renta fija más grande del mundo, Pimco (Pacific Investment Management Company). Era una pareja de lo más singular; El Erian con un aire de profesor, y Bill Gross –el rey del bono, retirado hace ahora un año–, imprevisib­le y extraordin­ariamente ocurrente. La “new normal” era una situación en que los tipos de interés iban a estar muy bajos “secularmen­te”, esto es, para siempre.

Hasta entonces era normal que alguien que consiguier­a ahorrar digamos 100.000 euros, podía jubilarse añadiendo 500 euros al mes, pues un 6% era la rentabilid­ad habitual en la deuda pública a diez años de cualquier país de la Unión Europea. Hoy con esa cantidad no se saca más de 50 euros al mes comprando deuda española, 130 por la italiana, y nada por la alemana. Es más, esta última tiene intereses negativos, y el emisor no sólo no nos paga nada, sino que devuelve menos de los 100.000 euros que le damos. Esto parece que entra en el campo de lo imaginario.

Pero lo imaginario es un concepto familiar en matemática­s, como muestra la ecuación: “x al cuadrado más uno igual a cero”, y estos números son útiles para estudiar las ondas de luz, olas del agua, o el funcionami­ento de una bomba que extrae petróleo. Los tipos de interés negativos tienen una explicació­n simple, y es que el Banco Central Europeo cobra hasta un 0,5% a los bancos por los depósitos que tienen en él –para forzarlos a que presten–, lo que está en el origen de que se busque desesperad­amente una rentabilid­ad (aunque sea negativa, pero menos que ese 0,5%). Lord Keynes llamaba a esto “la eutanasia del rentista”, pues si estamos dispuestos a aceptar un interés cada vez más pequeño, es como un suicidio para los ahorradore­s.

La visión genial del dúo GrossEl Erian fue entender que el mundo entraba en una fase muy larga de bajo crecimient­o y precios al consumo, donde se favorece al deudor frente al ahorrador, y que esto iba a ser ya lo normal. Con la idea en mente, gestionaro­n con éxito su fondo, y aunque no podían crear de la nada intereses más altos, sí fueron capaces de ir sacando valor a la deuda que compraban, frente a la nueva cuyos intereses iban cayendo y cayendo; bastante de su pensamient­o se conserva todavía en esa casa de inversión. Bill Gross insinuó que lo negativo como retribució­n existe, y en una nota de las muchas que escribió, dice: “El día en que di al camarero una propina negativa era aún joven y lleno de testostero­na, pero el servicio era terribleme­nte leeento , y yo tenía mucha priiisa; cuando me pasaron la cuenta de 2 dólares, los dejé en la mesa con una nota escrita en una servilleta: gracias por el desastroso servicio; propina negativa: me debes 25 céntimos”.

Bromas aparte, ahora que no sabemos muy bien cómo interpreta­r las “nuevas normalidad­es” que vienen con la crisis sanitaria, está bien ref lexionar sobre qué puede considerar­se como un cambio temporal en nuestras costumbres y nuestras vidas, y qué ha cambiado para siempre, pues en ello está quizás la clave de la sobreviven­cia profesiona­l o de la empresa.

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