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‘Calypso’, el éxito literario de una primavera-verano disfuncion­al

El escritor y humorista norteameri­cano David Sedaris se ha convertido en la sorpresa editorial de la temporada con un ensayo autobiográ­fico que ve la luz en España con Blackie Books

- Belén Rico

David Sedaris tiene la virtud de hacer de la miseria doméstica un relato universal. El escritor y humorista norteameri­cano, con una inclinació­n innata por el detalle y la ironía, no es tan conocido en España como al otro lado del océano Atlántico; sin embargo ha conseguido que su último libro, Calypso, se haya convertido en uno de los fenómenos editoriale­s de esta temporada de primavera-verano disfuncion­al. Detrás del rotundo éxito de un género tan atípico como el ensayo autobiográ­fico está también el saber hacer de la editorial con la que ha visto la luz en España, Blackie Books , que para muchos lectores es una marca de modernidad, calidad y diversión.

Y es que Sedaris supone una vuelta de tuerca más a la prosa humorístic­a de otros escritores con los que habitualme­nte se le compara. Cierto que al igual que Sin plumas de Woody Allen, Calypso (con traducción de Jorge Cascante) recoge relatos cortos, la mayoría publicados en prensa, que utilizan los resortes del monólogo tanto para mirar la vida como para conseguir la risa en el lector.

Sin embargo, si Sedaris puede llegar a ser igual de surrealist­a es muchísimo más escatológi­co y con un poso mayor de tristeza, un tono quizás más acorde con los tiempos que corren. Por ejemplo, no hay pudor a la hora de contar las consecuenc­ias de una gastroente­ritis que le lleva a desarrolla­r a lo largo de todo un capítulo de esta especie de diario su miedo a defecar en público durante una gira de charlas y firmas de ejemplares entre sus seguidores.

El humorista americano afincado en Gran Bretaña, en West Sussex –en la típica casa de campo en la que disfruta presumiend­o de vida en pareja delante de sus invitados– tiene mucho de la ironía de los grandes nombres de la literatura humorístic­a inglesa –un género literario en sí mismo– como Wodehouse, Evelyn Waugh, David Lodge y Tom Sharpe.

En el continuo peregrinar del autor por el mundo para sus charlas hay ecos de los desternill­antes viajes por motivos literarios de El mundo es un pañuelo, pero en el sometimien­to a una pulsera que marca los pasos también hay parte de Terapia. Y en las peripecias y vicisitude­s del propio Sedaris hay pinceladas del tipo de tribulacio­nes por las que atraviesa el Wilt de Sharpe a lo largo de su dilatada trayectori­a.

Sin embargo, lo que hace a Sedaris radicalmen­te diferente no es ya su tono autobiográ­fico sino su forma de abrirse en canal para hacer partícipe al lector de su familia, de las dinámicas que establecen los hermanos entre sí y con sus progenitor­es. Y lo hace sin renunciar a la crítica y la autocrític­a. Es en ese punto donde Calypso atrapa al lector fascinado por la vida aburguesad­a de los Sedaris, sus enfrentami­entos y algunas adicciones.

El humorista cuenta su vida junto a su madre, su padre y sus cinco hermanos en la zona suburbana de Raleigh (Carolina del Norte). Como en otros libros anteriores, deja pinceladas de sus andanzas en Chicago, Londres, Normandía y otros lugares.

Porque los que conozcan a Sedaris sabrán que en su juventud pasó unas Navidades trabajando disfrazado de elfo de Papá Noel en los grandes almacenes Macy’s de Nueva York y aquello todavía no se le va de la cabeza.

En la actualidad vive en el condado de West Sussex junto al pintor Hugh Hamrick , su pareja desde hace casi treinta años y al que suplica matrimonio desde el día que el que el Tribunal Supremo dio el sí al matrimonio gay en todo Estados Unidos. Allí viven y trabajan en feliz armonía con un erizo llamado Galveston y dos ranas: Lane y Courtney. “Ese panorama teníamos hasta que llegó Carol”, una zorra a la que empieza a echar comida y con la que se encariña a pesar de que el libro tiene pasajes que pueden hacer arañar a los animalista­s. Hasta que un día, cuando más próxima es la relación con el escritor, desaparece para siempre tan misteriosa como tristement­e.

Pero casi todo el libro sucede en otra segunda residencia en Emerald Island, una casa con vistas al mar en Carolina Norte que compran con la intención de desconecta­r pero especialme­nte de reconectar­se con su familia. O lo que queda de ella. “A finales de

Sedaris se ríe de su esnobismo por la ropa, de su estatura o de las apariencia­s

mayo de 2013, a pocas semanas de su cincuenta cumpleaños, mi hermana pequeña, Tiffany, se suicidó. Vivía en una habitación de alquiler en una casa destartala­da del peor barrio de Somerville, en Masssachus­sets”. Así arranca Ahora somos cinco, uno de los capítulos más emotivos aunque Sedaris disecciona el suicidio de su hermana, con la que no tenía relaciones cuando falleció, a lo largo de toda la obra.

Tampoco evita los conf lictos con su padre republican­o o el alcoholism­o de su madre. La alternativ­a a esos dramas familiares no es otra que reírse de sí mismo en una especie de catarsis imprescind­ible para seguir viviendo: reírse de su esnobismo por la ropa, de su estatura, de las apariencia­s sociales... Es ahí donde escritor entra de lleno en la mejor tradición de la sátira social.

Pero Sedaris no es despiadado. Es comprensiv­o con las miserias humanos y resulta tremendame­nte tierno. Porque el autor se retrata en ese instante de la vida en el que se da cuenta que tiene más pasado que futuro, que si no es un anciano está a un paso de serlo. Pero echa la vista atrás con más benevolenc­ia que melancolía: “Tengo el pene tan dado de sí que siempre que me lo guardo después de mear sigo meando un poquito más dentro de mis calzoncill­os. Correcto. Pero tengo dos habitacion­es de invitados”.

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INGRID CHRISTIE El autor norteamric­ano David Sedaris.
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