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LA NOSTALGIA

- PILAR FUERTES

EN tiempos de cr isis l os seres humanos viramos hacia la nostalgia. Un viraje, a veces, casi inconscien­te. Otras, las más, buscamos adrede esos recodos de paz del pasado para soportar el presente y hasta para no pensar en el futuro. La nostalgia siempre tiene algo de puente suspendido entre dos altos extremos que dan vértigo.

Y desde que tengo uso de razón la nostalgia forma parte de la tele y la tele forma parte de la nostalgia. Es más: la tele llega a ser en momentos, en los peores momentos, la misma nostalgia; que llega a ser una especie de relleno cuando se producen los vacíos o decae el esplendor de una belleza que lo fue y está despidiend­o a su mejor lozanía. La nostalgia es la cirugía plástica de un tiempo f lácido y sin forma, algo así como la silicona de los imperios que dejan de serlo.

Es una reacción muy humana para salvarse, una última cornisa donde agarrarnos con tal de evitar un precipicio mortal. Si el presente es de espanto y el futuro incierto (no esperanzad­or), la inercia es volverse hacia atrás. Pero volverse hacia atrás es imposible en toda existencia. Sólo queda al alcance mental y emocional de la nostalgia. La nostalgia tiene recuerdos, pero no pies. Kung Fu por ejemplo no ha logrado desandar uno solo de sus largos y desérticos caminos aprendiend­o filosofías orientales de su maestro.

En estos días difíciles parece que toca evadir la realidad y añorar un hermoso pasado que ennoblece la pátina del tiempo.

Hasta un canal se llama desde hace años nostalgia. Y ahora la segunda de TVE ha empezado a emitir en la noche de los jueves los tesoros de sus archivos. Es como darnos una de cal y otra de arena: informativ­os que desinforma­n con cifras de muertos, mensajes de un presidente que se te borran al instante como esa tinta perecedera de los extractos en los cajeros, o una incesante cascada de noticias ya tan monótona que te lleva la mente a pensar qué pones mañana de comer... Pero, a la vez, por la misma pantalla que sale la cruda realidad, aparece de pronto Iñigo, el pendiente perdido de Lola Flores, o Don Cicuta al acecho de los concursant­es del Un, dos, tres…. Por la misma pantalla cruza Marisol cantando a Cabriola, Raphael es un golfo en Acapulco y un ingenuo Paco Martínez Soria acaba de llegar a la capital con la maleta de cartón y una gallina. Sentimos tanta desesperac­ión que necesitamo­s, como si fuera por prescripci­ón facultativ­a, una buena dosis de Lina Morgan para rehabilita­rnos en lo que llegamos a reírnos una vez. Caemos en la cuenta de que hubo una vez un circo y de que cuando nos preguntaba­n “¿cómo están ustedes?”, se escuchaba muy fuerte una única respuesta: ¡¡¡¡¡Bien!!!!!

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