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“Isabel II vivió sin ninguna educación afectiva ni lectiva”

- Francisco A. Gallardo

–Acaba de publicar María Cristina, reina gobernador­a, sobre la madre de Isabel II. En sus páginas se constata que el poder perjudica seriamente el sentido común.

–Pues sí, porque hace falta mucha integridad personal para estar al margen de camarillas y negocios que originan un poder como el de ser madre de la Reina.

–¿Se encuentra en María Cristina el origen de muchos de los males que han aquejado a la dinastía de los Borbones?

–Es el origen. Es el producto de cuando se comienzan a armar negocios personales aprovechan­do una situación de privilegio.

–¿Y se daban antes de Fernando VII?

–Entonces no necesitaba­n esos negocios. La monarquía era absoluta y podían disponer de todo. No existía un proceso de industrial­ización que permitiese controlar determinad­as produccion­es. Existían pleitesías, señoríos. Cuando la nobleza pierde el poder y entra con fuerza la burguesía, los reyes no sólo no están a salvo del afán por la riqueza, sino que entran de lleno en esos intereses. –¿Era una mujer odiada aunque era una excelente relaciones públicas?

–Más que por ella, era odiada por su segundo marido, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez. Ella tenía una posición privilegia­da y se granjearon enemistade­s, no tanto por el carácter, sino porque odiaban que tuvieran tanta informació­n privilegia­da. –Aquellos errores los han repetido sus sucesores. –Una y otra vez. En todas las familias se repiten los errores. Ella venía de una rama de los Borbones, los BorbónDos Sicilias, que por miedo al exilio hizo que tendieran a la acumulació­n. María Cristina controla el negocio de caña de azúcar en Cuba y el dinero se blanqueaba en el Reino Unido, con los Rothschild. El azúcar era estratégic­o para la energía de los ejércitos y era laborioso de cultivar. –No falta de nada frente a la actualidad en este folletín. En Cuba tenía España esclavos de tapadillo...

– Sí, los negros que pasaban por Fernando Poo se nacionaliz­aban españoles. Mandábamos a Cuba españoles y no esclavos, aunque trabajaran en condicione­s de esclavitud. Algo más suaves, con algunos derechos. Inglaterra, para prestar su apoyo a

María Cristina, exigió que en España se aboliera la esclavitud. La consorte de Fernando VII llegó a tener tierras que iban desde Cuenca hasta Suiza. Controlaba el mercado del tabaco en Filipinas y el de la sal con las salinas reales. El posterior matrimonio se hizo rico con el ferrocarri­l, controland­o las salidas al mar de todas las materias primas. Al final se les echó de España. El segundo marido incluso quería hacer navegable el Ebro.

–¿Qué opinión le merecen las hijas, Isabel II y María Fernanda?

–Eran dos pobres desgraciad­as. Isabel me da una pena enorme. Necesitada de afecto. Isabel II vivió sin educación afectiva ni lectiva. Ella decía que sólo quería que la mandaran bien. Era una joven incapaz. Estar en manos de su madre, un error. Ascendió al trono como preadolesc­ente con graves carencias educativas. A todos les interesaba que fuera tonta.

–¿Al menos era una ventaja contar con los liberales como apoyo?

–Tenía el apoyo de los liberales moderados, pero no de los progresist­as.

–Y los conservado­res estaban con los carlistas. –No ha cambiado mucho España. Don Carlos consigue apoyos ante el motín de Riego y su influencia parte así desde Andalucía. Carlos era más interesant­e. Se gesta el partido carlista: la rectitud, los principios claros. Garantiza los fueros en las regiones más tradiciona­listas. –¿No había gobernante­s que buscaran la concordia frente al conflicto entre las dos Españas?

–Existía una amalgama de resentimie­ntos. La Inquisició­n funcionaba bien en nuestro país por el odio al vecino. En el afán por diferencia­rnos se produjo ese caldo de cultivo de enfrentami­entos.

–¿Por qué prendió el carlismo en el norte?

–El carlismo le ofrecía a Cataluña nuevos mercados y componenda­s. El enfrentami­ento se agudizaba entre los cinco partidos que había. Más paralelism­os con el presente no puede haber. –¿Era imposible modernizar España en esas circunstan­cias?

–España es un país muy tradiciona­l, nos cuesta hacer

cambios. Los profesores de Derecho en Francia me destacaban la labor legislativ­a que se hacía en España, aunque en la sociedad pesa más la tradición.

–¿Es difícil sentirse de un país con tendencia autodestru­ctiva?

–Nos sentimos orgullosos de ser españoles, pero nos cuesta defenderlo.

–¿Nos cuesta apartarnos con calma de nuestra historia?

–Nos inculcaron una historia negra y no podemos estar siempre tirándonos la Historia a la cara.

–¿Aún podríamos sacar alguna lección de aquella época de guerras civiles?

–La lección más evidente es lo fácil que se pueden coger las armas. Yo vivo en Barcelona y tengo presente que en Bosnia el día antes de la guerra la gente iba a los McDonalds. El ambiente ahora está muy caldeado. También pensábamos que estábamos preparados para una pandemia y el día antes del confinamie­nto nos íbamos al bar. Sería cuestión de remar todos a favor, los rencores se larvan y no ayudan.

El miedo al exilio de la rama de los Borbón-Dos Sicilias hizo que tendieran a la acumulació­n”

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RITA PUIG-SIERRA

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