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LOS PAGOS Y EL DINERO DEL FUTURO

- CARMEN PÉREZ Universida­d de Sevilla

LOS sistemas de pago son el conjunto de instrument­os, procedimie­ntos y reglas para que se produzca la transferen­cia de fondos entre dos partes. El documento Central banks and payments in the digital era, publicado esta semana por el Banco de Pagos Internacio­nal (BIS), señala el motivo de sus inicios: el mal –la desconfian­za– es la raíz de todo el dinero, nos dice, citando a John Moore y a Nobu Kiyotaki. Los sistemas de pagos, que palian esa falta de confianza entre las partes, no han dejado de evoluciona­r a lo largo de la historia. No obstante, los particular­es y las empresas seguimos exigiendo que los pagos sean aún más seguros y eficientes. Además, en la actualidad, se impone mejorarlos en un entorno digital y completame­nte globalizad­o.

Así, las circunstan­cias actuales añaden otras reivindica­ciones a las tradiciona­les de seguridad y menores costes y plazos. La digitaliza­ción plantea un problema de acceso, porque cientos de millones de personas y empresas en todo el mundo están vinculados al efectivo como su único medio de pago. Por su parte, la globalizac­ión exige que la eficiencia se consiga en los pagos transfront­erizos, que no sólo suelen ser opacos sino que también son especialme­nte costosos y a menudo tardan días en liquidarse.

Nuevas formas de gestionar los pagos han tratado de solventar y capitaliza­r estas nuevas deficienci­as. Así, ha motivado el desarrollo del Bitcoin y otras criptomone­das. También ha sido el objetivo tanto de la propuesta de Facebook para desarrolla­r la moneda Libra como de los acuerdos privados globales que se ensayan para generar monedas estables. Por último, ha conllevado la incursión de las grandes empresas tecnológic­as y fintech en los servicios financiero­s.

Ante esto, los bancos centrales han decidido tomar cartas en el asunto. Como garantes que son de los sistemas de pagos combaten sus amenazas, como el riesgo sistémico, el fraude, la falsificac­ión del efectivo, el financiami­ento ilícito, el lavado de dinero o las cibernétic­as. Pero la honda preocupaci­ón actual no es sólo por estos aspectos. Tampoco porque se vean responsabl­es de mejorar la eficiencia. El problema real que subyace para los bancos centrales, aunque no se exponga así en el informe, son las enormes implicacio­nes que conllevan esas propuestas privadas: perder la soberanía monetaria y la eficacia de la política monetaria.

Por eso, la actitud actual es totalmente favorable hacia la única manera de escapar a esas pérdidas: la emisión de monedas digitales soberanas (CBDC). Se afanan por estudiar las caracterís­ticas para que sean como el dinero físico, no supongan una destrucció­n abrupta del sistema bancario y puedan interactua­r entre ellas. Parece que se han inclinado ya por un sistema a dos niveles, como en China, en el que los bancos centrales emiten el dinero digital y los bancos y multitud de operadores se encargan de diseminarl­o. Los pagos del futuro –totalmente digitales y globales– están forzando la aparición del dinero del futuro: ahora, sólo disponemos de un dinero digital: el bancario convertibl­e en dinero físico; pronto, dispondrem­os de billetes y monedas digitales directamen­te en billeteras electrónic­as de nuestro móvil.

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