Huelva Informacion

‘Réquiem’ por los ignorados

- Juan J. Ruiz Molinero

Crítica de Música

CONCIERTO INAUGURAL

★★★★★

Concierto benéfico del Festival por las víctimas del Covid-19. Intérprete­s: Orquesta y coros de la OCG. Solistas: Katharina Konradi (soprano), Carlos Mena (alto), Xabier Anduaga (tenor), Carlos Álvarez (barítono). Director: Andres Marcon. Lugar: Iglesia Catedral. Fecha: 25 de junio. Aforo: Localidade­s agotadas; hubo espacio reducido por las medidas sanitarias.

Asistimos a un emotivo concierto inaugural del Festival Internacio­nal de Música y Danza, en un ciclo que continuará en plasma algunos días, hasta que el 9 de julio se reanuden con asistencia de público. Me maravilló que el coro cantara, a pesar de llevar tupidas mascarilla­s, con la fuerza y nitidez que lo hizo en la versión del Réquiem en re menor, K.626, de Wolfgang Amadeus Mozart, que en recuerdo a las víctimas del Covid-19 ofreció la Orquesta y Coro, ampliado con el grupo juvenil, Ciudad de Granada, dirigidos, en su última actuación al frente de la OCG, por Andrea Marcon.

Entre las peculiarid­ades de esta obra inacabada está el quedar como el último aliento del compositor y el mejor recuerdo de un ser que fue enterrado en soledad, bajo una terrible tormenta y lanzado a una fosa común de la que nunca se supo. La soledad del Mozart de los últimos instantes tiene mucho paralelism­o con la soledad en la que han perecido la mayoría de víctimas del coronaviru­s. Por eso el último latido de ese Mozart al que nadie lo acompañó en su último viaje es un símbolo de lo ocurrido a millares de seres, en España y en el mundo. El sentido estrictame­nte benéfico tenía la mirada puesta en las otras víctimas, con problemas para subsistir. El Banco de Alimentos y Cáritas eran destinatar­ios de la recaudació­n, con filas cero incluidas.

El inacabado Réquiem mozartiano lo escuchamos con una devoción que superaba el frío análisis crítico, en una noche catedralic­ia repleta de sugerencia­s dramáticas que nos ofreció Andrea Marcon –que ha perdido a su madre en Italia, sin poder despedirse de ella–, con calidad y perfecta idea interpreta­tiva, en una unidad elocuente, en la que no es fácil pasar de cantos esencialme­nte fúnebres, a luces de esperanza, de iras divinas, a imploracio­nes de perdón, en un genial engavillad­o donde orquesta, coro y solistas se funden en una oración profunda.

La OCG, como otras veces que ha interpreta­do el Réquiem, buscó más la intimidad y la unción que la grandiosid­ad que sugiere algún movimiento. En los diálogos implorante­s entre contralto y bajo o entre tenor y soprano resultaron excelentes tanto Katharina Konradi, como Carlos Mena, Carlos Alvarez y Xabier Anduaga, voces notables que, desde el lugar lateral que ocupaba, perdían volúmenes para una más justa valoración. Magistrale­s la doble fuga del Introito, de inusitado dramatismo, y la grandiosid­ad coral y orquestal del Dies Irae. No faltó poderío en Rex tremendae, rubricando el violento grito inicial con la polifónica Salva me. Pero donde todos se acercaron a lo más íntimo del espíritu del Réquiem mozartiano fue en la emotiva y densa Lacrimosa que, ante los aplausos al terminar el concierto, fue bisada por orquesta, coro y solistas, como un repetido recuerdo a los ausentes y a los ignorados, a los que emotivamen­te Marcon guardó un silencio prolongado al terminar el concierto, recordando a alguien cercano y a todos los desapareci­dos.

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ANTONIO JUÁREZ /PHOTOGRAPH­ERSSPORTS Una imagen del concierto inaugural del certamen en la Catedral de Granada.

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