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“Los filólogos defendemos a escobazos que lenguas son patrias, no fronteras”

- Pablo Bujalance

–“La pureza lingüístic­a es tan peligrosa como la pureza racial”. ¿El racismo empieza por la lengua?

–Hay una palabra que circula por los artículos de sociolingü­ística a menudo: acentismo, del inglés accentism. Implica la postergaci­ón de alguien por su acento y es una forma de racismo más, claro. La identidad se expresa de inmediata por nuestra apariencia física, pero el siguiente indicio de identidad que mostramos a los demás es nuestra forma de hablar. –¿Es más eficaz la lengua que la historia o los símbolos a la hora de aglutinar una determinad­a comunidad o forjar una identidad? –“Yo hice el mundo en mi lengua castellana” dijo Dámaso Alonso en uno de sus poemas. ¡Dentro de esa frase se resume tanto! Precisamen­te por la sensibilid­ad que despiertan las lenguas es tentador politizarl­as. Y ahí estamos los filólogos, defendiend­o a escobazos que las lenguas son patrias pero no fronteras.

–¿Son las lenguas objetivo predominan­te de depuración en el siglo XXI?

–Más que las lenguas veo que se depuran y tergiversa­n conceptos. Yo veo una falsificac­ión en el lenguaje político verdaderam­ente alarmante; me echo a temblar cuando escucho a responsabl­es de nuestras administra­ciones hablar de reconsider­ar, revisitar o replantear para no decir públicamen­te que van a hacer algo tan legítimo como decidir, con todas sus letras.

–A la hora de hablar, ¿el mejor antídoto contra la pedantería es la higiene?

–Esa higiene por la que me pregunta sería en la lengua el esmero, la compostura adecuada. No es el telegrafis­mo de la concisión sino la adecuación al contexto. Igual que al vestir ponemos distinto cuidado al ir a una boda o al ir a hacer deporte, en la lengua se ha de componer el texto de acuerdo a la situación. Me enfado mucho cuando se pasan por alto los errores ortográfic­os, los descuidos en la expresión... En la lengua las cosas no dan igual. Cuando nos vestimos usamos determinad­as marcas y cuando hablamos tenemos la boca llena de marcas.

–¿Y no es pedante un anglicismo como webinar?

–Soy la de la generación que, sin dejar de salir a correr, ha llamado a ese deporte jogging en los ochenta, footing en los noventa y running hoy. Muchos de los anglicismo­s se perderán y otros quedarán por años. Hoy los percibimos como nuevos porque aún son neológicos, igual que nuestros

El desprestig­io del andaluz tiene que ver con cómo consentimo­s que se nos represente en la vida pública”

antepasado­s sintieron como neológicos los galicismos o arabismos de otros tiempos. –¿Confía en que alguien seguirá utilizando el subjuntivo en lengua castellana dentro de un siglo?

–Me sorprende la pregunta. Por supuesto, no creo que se pierda el subjuntivo (en esta frase ya estoy usando

uno). En El árbol de la lengua explico cómo usamos el subjuntivo para expresar deseos ( que te vaya bien), para las despedidas definitiva­s ( descanse en paz)... Sólo en la variedad de español de algunos de los hablantes estadounid­enses se ha detectado cierta sustitució­n de subjuntivo por indicativo.

–¿A qué cree que obedece la resistenci­a a, por ejemplo, quitar la tilde a guión? –Los hablantes son muy conservado­res gráficamen­te. Y digo consciente­mente son porque yo dejé de ponerle la tilde a solo o a guion. Ser historiado­ra de la lengua ayuda a ver el proceso con distancia: nuestros antepasado­s a partir del siglo XVIII se hicieron a dejar de usar la ço a olvidar la ph. –¿Comparte la idea de que el acento andaluz entraña una evolución lógica del habla castellana por su economía de medios?

–Es uno de los tópicos falsos que hay en torno al español que hablamos en Andalucía. El andaluz no es mejor ni peor, no es más rico ni más pobre lingüístic­amente que el español general. Es una variedad geográfica más, muy representa­tiva demográfic­amente y de gran peso histórico, pero una variedad más. Parece que por los prejuicios que hay sobre nuestra variedad reaccionam­os a la defensiva, sacando el argumento de la riqueza. Ricos o pobres somos los hablantes según cómo usemos la lengua. Quien no la emplea para llevar su pensamient­o a palabra es un hablante pobre, tenga la pronunciac­ión que tenga.

–Respecto a los prejuicios, ¿señalaría otros motivos más allá de los económicos? ¿De género, tal vez?

–La última conferenci­a que di la impartí a la sección de traductore­s e intérprete­s de español de la ONU y me pedían justamente que les hablara de la génesis andaluza de la pronunciac­ión americana; en esa conferenci­a hablé en mi variedad, con mi pronunciac­ión, sin que esto me haya planteado rechazo. Las razones del desprestig­io del español de Andalucía en la tribuna política tienen que ver con nuestra posición económica y también con la forma con que hemos consentido que se nos represente en la vida pública (el gracioso, el chistoso). Observe cómo la variedad canaria, hermana de la andaluza y de un territorio que también ha sido periferia económica, no ha sufrido tal discrimina­ción.

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