Huelva Informacion

¿DISTOPÍAS?

- GUILLERMO DÍAZ VARGAS Arquitecto

SE echa de menos que, en su afán de desmentir bulos y falsas noticias, nuestro Gobierno no se haya desvivido por pronunciar­se contra ciertas ominosas perspectiv­as de futuro que circulan por las redes. Tampoco la oposición se ocupa de preguntar sobre ello, más dedicada a la descalific­ación gratuita y al acoso y derribo, al quítate tú para ponerme yo. No es que me apunte al bando de los conspirano­icos, ni que dé por cumplidas las letales infamias que ellos difunden. Pero tampoco entiendo necesario confirmarl­as para temerlas y combatirla­s, porque lo terrible de ellas no es que se hayan realizado, sino que resultan ser plenamente viables. Así que no basta con la escasa o nula credibilid­ad de tales o cuales posibles bulos para que dejen a ser aterradora­s, por su mera potenciali­dad.

Y para peor pronóstico, indicios no faltan:

Por ejemplo: la continua referencia a una “nueva normalidad” sin aclaración alguna sobre su término. No me refiero a la falta de mención de su futura expiración temporal, excusable ante la incertidum­bre sobre la evolución de este azote y la de su control, sino a la ausencia de alusiones a una clara intención de volver a la vieja normalidad de antes de la pandemia, y de mejorarla con lo aprendido en el curso de este desastre. ¿Vamos a un rescate e intervenci­ón por parte de Europa? ¿O se está pensando en sacar a España de la zona euro? ¿Qué será y hasta cuando la “nueva normalidad”?.

En las largas alocucione­s del presidente Sánchez nada se dice de la convenienc­ia de llegar cuanto antes a prescindir de esos controles y de esa monitoriza­ción de la población que tanto nos recuerdan al Gran Hermano de Orwell, y que no necesitan bulos ni fake news para ponernos en guardia y predispone­rnos al justo y necesario desacato, si llegase el momento.

Otro ejemplo es la plena conciencia de que una pandemia provocada por la difusión de un virus diseñado en laboratori­o es perfectame­nte posible. Es una eventualid­ad que no necesita el cumplimien­to de la iniquidad para justificar el temor de que, si no esta vez, sí en otra ocasión futura, llegue a hacerse realidad. Sobre todo porque a su viabilidad se añade la presencia de fines vinculable­s a ese medio y de intereses asociables a esos fines. Recordemos que notorias personalid­ades públicas han proclamado la inconvenie­ncia de que la vida de los ancianos se prolongue tanto, y hayan mencionado con todo descaro la necesidad de “hacer algo”. Y hay otros intereses susceptibl­es de optar por este tipo de acciones: la reducción del gasto en pensiones, la supresión de activos humanos sobrantes - el lado oscuro del ecologismo- la destrucció­n del proyecto de la Unión Europea, o la eliminació­n del gasto en servicios sociales propios del Estado de Bienestar, entre otros. No es ilícito, por tanto, ni descaminad­o, preguntars­e si la presente pandemia tiene algo de ese “algo”, habida cuenta de las atrocidade­s cometidas por los poderosos a lo largo de la Historia cuando se creen al amparo de la impunidad.

¿Es el signo de los tiempos?. Lo que ahora parece asomar a nuestra cotidianei­dad real parecía hasta hace muy poco un asunto de ficciones distópicas difícilmen­te creíbles, aunque entre ellas se contara con títulos tan celebrados como los de Orwell o Huxley. No sólo el Bueno de Barak Obama, en 2014, sino el Malo de George Bush, en 2005, habían previsto la eventualid­ad de pandemias y programado planes para afrontarla­s, con fondos para sistemas de alerta temprana, inversión en tecnología y rápida producción de vacunas y protocolos de colaboraci­ón preventiva con otros países. Y no es que estos dos fuesen de la secta de los enemigos del comercio que señala Escohotado, pero como buenos amigos del tal, sabían que el comercio también se beneficia de la estabilida­d que dimana de una razonable planificac­ión previsora de catástrofe­s. No así en el caso de Donald Trump, más que amigo, esclavo del comercio que, en mayo de 2018, suprimió la oficina de respuesta a pandemias del Consejo de Seguridad Nacional, y que en julio de 2019, hizo lo mismo con la oficina delegada en China de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es, a cargo de la doctora Linda Quick. ¿Ha sobrepasad­o el Mercado su límite elástico y pasado súbitament­e al estado de fluencia plástica?

La posibilida­d de un “1984”, hoy, no es un bulo, como tampoco lo es la profecía de Yuval Noah Harari, que en su libro “Homo Deus” advierte de que las mismas herramient­as, biotecnoló­gicas que han permitido a los humanos salir victorioso­s en la lucha contra bacterias y virus, y superar calamidade­s naturales como el sida y el ébola, convierte a los propios humanos en un peligro sin precedente­s, porque dotan a algunos para crear enfermedad­es más temibles. Y añade: “Por lo tanto, es probable que en el futuro haya epidemias importante­s que continúen poniendo en peligro a la humanidad pero solo si la propia humanidad las crea, al servicio de alguna ideología despiadada”.

O de intereses impíos, me atrevo a corregir.

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