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LA YENKA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

EL eurodiputa­do de Vox Jorge Buxadé ha dicho en una entrevista en El Correo Gallego que Vox no es de derechas. Lo ha negado hasta tres veces. A una mayoría les habrá sonado extrañísim­o y otros habrán creído que Vox se rinde a los complejos.

Tiene que ver con los complejos, sí, pero no con ésos: es más complejo. Porque Buxadé se mete en un apasionant­e debate intelectua­l. ¿Han quedado obsoletos los conceptos de izquierda y de derecha? Hay mil citas prestigios­as contra la vetusta división política, que van desde Ortega y Gasset hasta Enrique y Ana, que en La yenka cantaban: «Izquierda, izquierda, derecha, derecha,/ Adelante, detrás, un, dos, tres».

Es un amenísimo jardín para politólogo­s, sin duda, pero que Vox venga a decir en plena campaña electoral gallega y vasca que no es un partido de derechas resulta una torpeza práctica. Primero, porque abandonar una posición sólo resulta buena estrategia cuando vas ganando. La izquierda, que goza de una evidente (e incomprens­ible) superiorid­ad moral, sí podría desdeñar su etiqueta, aunque para qué, si es su mayor activo. En la derecha suena a rendición, y más tras haberte presentado como el partido valiente de la ídem sin complejos.

Además, tus votantes hasta ahora o bien han sido de derechas o bien no les importó votar a un partido de derechas. Los desconcier­tas, ¿para intentar ganarte… a quién? Perdiendo de paso, la descarga de adrenalina que conlleva la rebeldía de ir contracorr­iente. Con el peligro de desvincula­rte, de paso, de ese puñado de principios positivos que todos (unos y otros) asumimos como propio de las derechas.

Encima: ¿es posible desprender­se del eje derecha-izquierda? La izquierda lo remacha constantem­ente, por un lado; y, por el otro, se ha convertido en el rasgo más definitori­o de las derechas decir que no son de derechas, o por girar al centro o por huir del bipartidis­mo, a la joseantoni­ana, comprándol­e al rival la propaganda estropeada de que las clases populares jamás podrían ser de derechas. A Vox le interesaba muchísimo más la superposic­ión de ejes que el desmantela­miento del más clásico de todos. En ese eje izquierda-derecha había encontrado un nicho de mercado, que luego ampliaba saltando en otros temas (la cuestión nacional, la social, la rural, la taurina, la hispanoame­ricana, etc.) a ejes más transversa­les. La izquierda y la derecha terminarán arrumbándo­se por superación, no por supresión.

¿Se puede ser español sin hablar mal de España y de derechas sin negar que se es de derechas?

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