Diferencia entre fe y ciencia
Reflexiones sobre el uso terapéutico del cigarrillo electrónico
LA libertad religiosa es un Derecho Fundamental reconocido en la Declaración de Derechos Humanos y en nuestra Constitución. El creyente antepone la fe y la aceptación del dogma frente a la argumentación lógica. Nada que objetar. Pero lo que es válido para el hecho religioso, resulta inadmisible para las instituciones públicas, los ciudadanos y la ciencia.
Porque sólo anulando la razón y haciendo un enorme e inmenso acto de fe podemos aceptar que un cigarrillo, un dispositivo de liberación de nicotina, un vaporizador, una pipa de agua y un cartucho de dinamita “son tabaco y atan y matan de igual forma” como pretende la imagen warholiana de la última campaña contra el tabaco lanzada por el Ministerio de Sanidad.
El dogma, en este caso, fue emitido desde el Ministerio de Sanidad y respaldado por profesionales de distintas sociedades científicas, que de forma unánime han decretado que “el cigarrillo electrónico es tan perjudicial como el convencional”. Pero en esta campaña sólo se han considerado una parte de los estudios e investigaciones científicas, obviando los argumentos esgrimidos desde otras prestigiosas publicaciones, revisiones de la literatura científica o posicionamientos como el del Ministerio de Sanidad del Reino Unido, que admite oficialmente esta opción.
Nadie está poniendo en cuestión la magnitud del problema sanitario que supone tabaquismo. Es cierto que no se conocen sus riesgos a l argo plazo, al igual que sucede con cualquier fármaco que lleve menos de diez años en el mercado. El cigarrillo electrónico no es “inocuo”, característica extensible a todos los fármacos, alimentos o al agua. Sin embargo, todos los estudios disponibles señalan que las sustancias tóxicas generadas por un vaporizador o cigarrillo electrónico son muchas menos que l as generadas en combustión de un cigarrillo a 600ºC.
Dejar de fumar es la mejor decisión que una persona puede tomar en toda su vida. Pero en la práctica este objetivo no es posible para una proporción significativa de la población. Todos los Médicos de Familia hemos tenido pacientes que necesitan 18 horas de oxígeno al día como consecuencia de su adicción al tabaco…y que encienden un cigarrillo al quitarse la mascarilla. Del mismo modo que hay pacientes en los que han fallado todos los tratamientos y que no quieren ir al médico “a que le siga echando la bronca por fumar”.
La abstinencia como única opción terapéutica ya ha costado demasiadas vidas.
En el caso del cigarrillo electrónico no se trata de proponer soluciones mágicas ni promocionar curas milagrosas. Tan sólo incluir en el debate si el paso del cigarrillo convencional al electrónico puede ser un objetivo intermedio que beneficie la salud del paciente o si puede ser eficaz para abandonar el tabaco o disminuir la exposición a tóxicos cancerígenos.
Existen suficientes estudios para considerar que, como mínimo, estas hipótesis son razonables. No tengamos miedo al debate y la discusión.
Dejar de fumar es la mejor decisión, pero no es un objetivo alcanzable para muchos