EL BODEGÓN DE PALOS
EN tiempos en los que abundan en general las vulgar idades, las imitaciones y la búsqueda del beneficio fácil, cuando uno se topa con gentes o locales singulares, especiales y puros, la situación merece, cuando menos, una parada, una o varias oportunidades y, en este caso y por mi par te, hasta una reverencia.
Es cierto que en nuestra querida Andalucia han abundado históricamente los bares y restaurantes de esos que yo llamo ‘singulares’, pero desgraciadamente cada vez son menos y en este odioso panorama de la globalización gastronómica, cada vez nos encontramos con más repeticiones de una comida sin fundamento y sin referencias geográf icas ni en el producto ni en las artes manufactureras del creador del plato, ni siquiera a la historia culinaria del lugar.
Los tiempos cambian y las técnicas evolucionan, incluso aparecen productos nuevos y soy un defensor profundo de aquellos que los saben utilizar y aplicar convenientemente, siempre manteniendo firme el concepto del restaurador.
Esa reverencia que antes citaba la hago ante El Bodegón, en Palos de la Frontera, un l ocal i ntemporal, sin pretensiones, pero siempre f iel en su largo recorrido a unos valores de pureza sublimes. Adrián y Mercedes nos ofrecen con la mayor simpleza (ojala fuera fácil) un concepto gastronómico e xcelso, donde el producto, su selección, su proceso y su ser vicio se cuidan al máximo. Donde por encima de las modas y los precios, están los pr incipios y la honestidad.
Si lo visita y se fija, encontrará numerosos detalles que en otros locales de mucho más tronío no los verá, aunque se trata de una casa modesta. Fíjese en las mimadas brasas de encina, en las par r illas, en las copas, en los platos, en el filo de los cuchillos,… Pruebe el pan, las conser vas, las verduras (¡Qué tomate!¡Qué berenjena asada!), la variedad de carnes y pescados (¡Qué carnes!¡Qué bacalao!) escueta pero maravillosa, la selección de quesos extraordinar ios, los diversos cafés (¡Qué cafés!), …
No todo el mundo lo valorará o apreciará, eso es parte de su encanto. Mi consejo: entre en esa antigua bodega, pídase un vino generoso en la barra acompañado por unas extraordinarias aceitunas manzanilla y, a partir de ahí, se dará cuenta que está en un sitio especial, siéntese en la mesa dispuesto a disfrutarlo.