El relicario de la familia que acogió al ‘10’
Los Vignati cuidaron de Diego Maradona durante su estancia en Nápoles y con los años entablaron un vínculo “familiar” que ahora, tras su muerte, recuerdan con emoción, contemplando las reliquias que el astro les regaló y que custodian en su hogar de la humilde periferia de la ciudad. La casa de la familia se distingue enseguida en el barrio obrero de Secondigliano. A la puerta de un parco bloque de ladrillos de cinco pisos se ha pintado la efigie del Pelusa. Mientras, en un balcón de la tercera planta ondea una tela con el rostro del mito. En el apartamento reside todavía la familia Vignati y sus miembros, hasta los más jóvenes, reverencian a un icono al que mucho deben y aprecian, pues se ocuparon de servirle y cuidarle. El patriarca de la familia, Saverio Silvio, fue durante 35 años el custodio del estadio San Paolo; su esposa, Lucia, fue cocinera y ama de llaves de la casa de Maradona en la vía Scipione Capece, y la hija de ambos, Raffaella, cuidó de las dos hijas que el argentino tuvo con Claudia Villafañe, Dalma y Giannina. Se trata, en definitiva, de una familia que se desvivió por atender al futbolista a lo largo de siete años en los que encumbró al Nápoles, entre 1984 y 1991. Y pronto acabaron por considerarle uno más: “Teníamos una relación familiar y visceral, para nosotros Maradona es un hermano”, asegura uno de los hijos de los señores Vignati, Massimo. Para dar fe de esta estrecha relación personal, muestra el que es el tesoro más valioso de la familia, una colección de numerosos objetos personales del Pelusa custodiados en el sótano del edificio, punto de peregrinación de la hinchada napolitana y de medio mundo. Maradona durante años regaló a la familia muchos de sus enseres, galones de sus gestas, y tras la muerte del señor Vignati en 2006, su hijo Massimo decidió fundar una asociación con su nombre y montar esta suerte de museo de la gran estrella argentina. / GONZALO SÁNCHEZ (EFE)