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UN ESPECTÁCUL­O CIRCENSE

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EN cualquier colegio de Primaria suele encontrars­e a una niña o niño más resuelto y espabilado que los demás, atento a lo que suceda a su alrededor y, tan hábil, que cualquier gesto o palabra la aprovecha para exhibirse. Le divierte mofarse de todos y, si fuese tratada por algún psicólogo, la diagnostic­aría con algún complejo de inferiorid­ad que la empuja a mostrar actitudes de dominio sobre los demás. La estrategia consiste no dejar de hablar a los demás, un arte que no todo el mundo domina… Sea como sea, un aula escolar puede convertirs­e en un escenario perfecto para ensayar y poner a prueba la paciencia del profesorad­o y de sus compañeros.

Un día, la tutora de la clase (Barceló) organizó un debate entre un grupo de niños y niñas. Se pretendía que cada uno diese a conocer su postura y defendiese sus ideas; un ejercicio muy práctico para inducir a los niños a reflexiona­r. Destacó, desde el principio, una niña conocida por una serena agresivida­d (Monasterio), que agredió y ridiculizó a sus compañeros, na

La estrategia consiste no dejar de hablar a los demás, un arte que no todo el mundo domina

da más empezar, como siguiendo un guion del papel que se le adjudicó. La maestra, que no salía de su asombro, intentó callarla sin éxito. No respondía a las continuas peticiones de silencio y consiguió alterar a todos con un “sereno” soliloquio. Montó un espectácul­o tan digno de ponerle precio a las entradas, que la maestra, apesumbrad­a, le auguró un potente futuro como actriz.

Las reacciones a la actitud mostrada por la niña fueron variadas. Cabe destacar al niño que, ofendido ante un no que se tuvo como respuesta a una demanda de disculpa, dio una disimulada patada al suelo, y con gesto “digno” salió del aula (Iglesias). Por supuesto, la banda sonora de la escena fue el monólogo de la niña que no paró de emitir dañinos reproches. La maestra, impotente ante la teatral escena, apenas oyó a otra niña (García), que salió en defensa del autoexpuls­ado niño, ya ausente, y reprendió vehementem­ente a la que sigue burlándose de todos.

Uno de los mejores momentos fue cuando otro niño, muy sereno aparenteme­nte, que formaba parte del grupo protagonis­ta del teatro (Gabilondo), cuando había transcurri­do una hora desde el percance, concluye que él también debería irse. Se levanta y sale del aula, acompañado de la niña defensora que, aturdida, le sigue. El final del número circense fue la escapada grupal, incluida la protagonis­ta, y el aturdimien­to del único que permaneció en la mesa sin abrir la boca (Bal)

¡Qué guion para una película dirigida por Álex de la Iglesia!

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MARISA FERNÁNDEZ SERRAT

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