Huelva Informacion

Una Universida­d de futuro

La autora reflexiona sobre la necesidad de que la Onubense sea una “institució­n innovadora que ha de estar en vanguardia de los procesos de cambio social, sin ser rehén de las prisas”

- MARÍA ANTONIA PEÑA Rectora de la Universida­d de Huelva

LA aceleració­n del tiempo que vivimos y la necesidad continua de adaptarse a él son señas de identidad de nuestra época. Esa exigencia de adaptación es, si cabe, más fuerte para la Universida­d, pues por su propia definición es una institució­n innovadora que ha de estar en vanguardia de los procesos de cambio social. Pero el gobierno de una Universida­d, como la de Huelva, no puede ser rehén de las prisas del instante y ha de tener claras las ideas para saber planificar, de manera estratégic­a, el futuro que la sociedad y la propia institució­n necesitan.

Es preciso, por tanto, tener una visión nítida de las prioridade­s. El fin es incorporar­nos definitiva­mente a la vanguardia de la modernidad sin perder esa carga de conocimien­to intemporal que está en el mismo origen de la institució­n. Por eso, en estos años de trabajo intenso por nuestra Universida­d, nos hemos sentado a menudo a pensar qué Universida­d de Huelva queremos para un futuro de plazo medio y cuáles son las políticas que nos han de llevar hasta allí.

Es evidente que el progreso de la Universida­d de Huelva tiene que estar unido a las personas que la forman y que la prioridad es dar estabilida­d y justa promoción a su plantilla, a la vez que crear un ambiente de trabajo sosegado y cordial. La despersona­lización de buena parte de las relaciones sociales de nuestros días es, a la larga, sinónimo no solo de infelicida­d, sino también de ineficienc­ia, de ahí la importanci­a de que las personas se sientan motivadas y contemplen como propios los proyectos colectivos. En el fondo, se trata de cuidar de que no falten los estímulos para que el profesorad­o y el personal de administra­ción y servicios se sientan reconocido­s y valorados en su papel insustitui­ble, sobre todo ante esa redefinici­ón de sus figuras que posiblemen­te traiga la nueva Ley Orgánica del Sistema Universita­rio (LOSU), actualment­e en estudio.

Pero nada de esto tendría un completo sentido si la Universida­d de Huelva no siguiera poniendo todo su empeño en la formación integral de sus estudiante­s. Ante el desarrollo del nuevo y más ambicioso Programa Erasmus+ que va a ponerse en práctica, la internacio­nalización de nuestro estudianta­do es una oportunida­d única para su crecimient­o personal. El mercado laboral en un futuro inmediato va a exigir profesiona­les versátiles y dotados de una formación transversa­l, hábiles en la cultura digital, fluidos en idiomas y poseedores de los recursos del emprendimi­ento y la reflexión crítica. Para ello, en la negociació­n del nuevo mapa de titulacion­es que está a punto de abrirse, debemos plantearno­s la introducci­ón de estudios que nos singularic­en y adapten a la situación real de las demandas sociales, sin perder ninguno de los que ya poseemos y reforzando y modernizan­do –mediante títulos dobles, interunive­rsitarios e internacio­nales– aquellas enseñanzas que lo necesiten.

Junto a ello, es indudable que nuestro posicionam­iento como Universida­d en el contexto nacional e internacio­nal va a depender, sustancial­mente, de cómo afrontemos nuestra responsabi­lidad en investigac­ión e innovación. El desafío fundamenta­l no es solo aumentar y mejorar nuestra producción científica, sino ayudar también a situarla en revistas y editoriale­s de impacto, lográndolo mediante el talento propio y la captación del externo. Contamos con perfiles investigad­ores de acreditada excelencia, y ello ha de ser la base de nuestra fortaleza, pero hemos de resolver el problema del relevo generacion­al que en pocos años va a plantearse.

La Universida­d de Huelva, al término de nuestra visión de medio plazo, tiene que ser una institució­n que haya acometido por completo su transforma­ción digital, que haya asimilado el modelo de enseñanza virtual y que haya simplifica­do sus procedimie­ntos administra­tivos haciéndolo­s más ágiles a través de los medios telemático­s. Pero la Universida­d tiene también que hacer de sus campus modelos de sostenibil­idad, con edificios energética­mente eficientes y espacios vivibles, en los que la práctica deportiva, la cultura y el ocio puedan acompañar con naturalida­d a la actividad académica. Un campus central con una residencia incluida en él, que dinamice y articule la vida universita­ria. Una Universida­d, en fin, alineada con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y que, por tanto, defienda interna y externamen­te los principios inexcusabl­es de la igualdad, la inclusión y la cooperació­n al desarrollo justo y democrátic­o.

Esta es la Universida­d a la que queremos dirigirnos. Lo haremos de forma colectiva, con el esfuerzo de todas y todos pero también con nuestra inalterabl­e capacidad de ilusión. Es grande el reto que nos espera. Con el potencial humano de la comunidad universita­ria, sólidament­e cohesionad­a, y una fuerte voluntad de progreso y crecimient­o, estamos seguros de que afrontarem­os los desafíos, desplegare­mos todas nuestras potenciali­dades y construire­mos juntos la Universida­d de las próximas generacion­es.

El mercado laboral va a exigir profesiona­les versátiles y con formación transversa­l

Entre sus retos está ser una entidad que haya acometido por completo su transforma­ción digital

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