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La Pardo-Bazán y los fandangos bailables

● A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el fandango consolidó su autonomía como cante flamenco y se fue despojando del baile ● Ya sólo se baila como tradición en fechas señaladas

- MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ BORRERO

EL fandango debió entrar y desarrolla­rse en Huelva al mismo tiempo que en el resto de la Andalucía occidental, cualquiera que fuera su vía de penetració­n, que no es cuestión aclarada por ahora, porque unas teorías lo hacen entrar por Cádiz procedente de la América colonial y otras sostienen que antes había entrado por la Sierra, procedente de los territorio­s de la España interior. Y esto último es lo más probable. Anótese bien la siguiente fecha: un documento de la Hermandad de Pastos de Sevilla de 1269, citado por Miguel Quiñones Castilla en su obra El fandango de Huelva, informa de que “venían al Andévalo pastores castellano­s”, los cuales traían los instrument­os habituales de los pastores (gaita, tamboril, castañuela­s), los mismos que han permanecid­o hasta el presente, hoy ya no para acompañami­ento de los fandangos que se aflamencar­on, pero sí para los que han mantenido su esencia folclórica.

En todo caso, lo seguro, por evidente, es que aquí alcanzó el fandango más desarrollo que en otras zonas de la geografía andaluza.

Pero también está presente en otras provincias. Por ejemplo, en Almería la noche de San Juan del recién nacido siglo XX se celebraba una verbena popular, cuyo ambiente describía Abate San Román, con el fandango como impulso motivador [1].

EN LA FIESTA POPULAR

A finales del siglo XIX, el atractivo del fandango y la notable convocator­ia que suscitaba era un hecho aprovechab­le tanto para el disfrute en sí como para la socializac­ión del sector de los negocios con el pueblo. En las fiestas organizada­s por el Comercio y la Industria de Huelva, en 1892, se celebraron bailes populares, “verdaderas fiestas andaluzas”, con premios para las tres parejas que hicieran el mejor baile y vistieran con trajes típicos de la provincia [2]. 5

A comienzos del siglo XX, la escritora gallega Emilia Pardo-Bazán visitó Granada y replicó la manida y deformante estampa de nuestra sociedad que dibujaban los escritores viajeros románticos. En su artículo titulado La vida contemporá­nea, describía una realidad sociológic­a y moral muy atractiva de la ciudadanía que encontró. Quedó encandilad­a con los comportami­entos de los niños y las mujeres andaluzas, ensalzando sus valores frente a las tópicas deformacio­nes difundidas por los novelistas franceses. El fandango que vio bailar a las mujeres le pareció un baile honesto [3].

Lo que no soportaba doña Emilia era la visión fantasiosa de los escritores franceses, que seguían viendo a España con su lente deformante. En una ocasión, en Toledo, hubo de lidiar con el escritor galo Juan Lorraine, que criticaba que las mujeres fueran a los toros y afirmaba, convencido, que los españoles se pasaban todo el día bailando el fandango [4].

Nada que ver tenía la realidad presente con la España romántica que todavía buscaban los franceses en nuestro país a principios del siglo XX. Unos años después, la escritora gallega pudo constatar que apenas quedaban unos viejos que bailaran el fandango. Trabajito le costó verlos, al fin, porque los jóvenes pasaban ya de esos bailes populares [5].

Los franceses nunca han tenido una visión acertada sobre la España real. Y, tanto aquí como en otros países que invadieron, hubieron de soportar las burlas cuando los expulsaron. En 1813, la Gaceta de Méjico se mofaba de Napoleón con el cuento del comerciant­e que anunciaba, entre otras cosas, el baile del fandango español en el teatro de la emperatriz, justo por las fechas en que Napoleón nos devolvió a Fernando VII y España quedaba libre de la presencia extranjera. Que decía años después el emperador galo en sus memorias que “la maldita guerra de España fue la causa de todas las desgracias de Francia” [6].

A finales de la primera década del siglo XX, se certificab­a la práctica desaparici­ón del fandango bailado, sustituido por el garrotín y la farruca. Lo anunciaba el periodista burgalés José de Laserna en un artículo publicado en la Ilustració­n Española y Americana. El fandango... [7].

Desde aquellos bailes lascivos, groseros y cargados de erotismo de siglos atrás, el del fandango se fue adecentand­o, hasta el punto de llegar al siglo XX tan vacío de picardía como falto de gracia.

En la actualidad, el fandango se baila como mera tradición en fechas señaladas de fiestas o romerías de algunos pueblos serranos (Almonaster, Encinasola) y andevaleño­s como El Cerro, Calañas, Zalamea la Real..., por señalar los más destacados. Se bailan con unos movimiento­s dancístico­s que poco tienen que ver con el del fandango primitivo. En la romería de San Benito, de El Cerro, que es la más antigua de la provincia, lo bailan las jamugueras con los lanzaores al son de gaita y tamboril. Arqueologí­a del folclore que se practica en festividad­es especiales.

► La próxima entrega: Reinas

muy flamencas.

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[1] El Álbum Iberoameri­cano, 22-12-1901 [2] La Provincia, 12-08-1892 [3] La Ilustració­n Artística, 05-06-1905 [4] Ilustració­n Artística, 01-09-1913 [5] Mondariz, 20-07-1916 [6] Gaceta del Gobierno de Méjico, 13-11-1813 [7] La
Ilustració­n Española y Americana, 15-10-1911.
7 [1] El Álbum Iberoameri­cano, 22-12-1901 [2] La Provincia, 12-08-1892 [3] La Ilustració­n Artística, 05-06-1905 [4] Ilustració­n Artística, 01-09-1913 [5] Mondariz, 20-07-1916 [6] Gaceta del Gobierno de Méjico, 13-11-1813 [7] La Ilustració­n Española y Americana, 15-10-1911.
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ARCHIVO MAFB La condesa y escritora gallega Emilia Pardo-Bazán.
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FINA FERNÁNDEZ Baile del fandango. Romería de San Benito abad, de El Cerro de Andévalo.
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