Pilarín Tavira, la fuerza de una vocación
● Pilarín Tavira nació en Jabugo en 1933 y tuvo desde niña la vocación de cantar, a la que dedicó su vida, triunfando en América en los años 50
NO había antecedentes artísticos en su familia ni le gustaba a su madre que se dedicara a esto, pero la niña buscaba la música. Viviendo ya en Huelva, con siete años, entró un día en el Conservatorio y le cantó al pianista dos pasodobles que llamaron la atención de los presentes. Le preguntaron si le gustaría cantar en un fin de fiesta en el Gran Teatro y con su entusiasmada inocencia respondió que sí.
Menudita y pizpireta, a raíz de la experiencia de cantar desde un escenario y de sentir el calor de los aplausos, Pilarita ya solo querría cantar y bailar. Actuaba con trajes prestados en aquellos tiempos difíciles. Su vocación y la simpatía que transmitía a través de la radio la impulsaban hacia lo que años más tarde conseguiría.
Tras aquella primera experiencia, en 1940, su familia decidió enviarla a Sevilla, a recibir enseñanza artística costeada por un tío suyo. En apenas un año recibió clases e hizo contactos con niños que serían en el futuro artistas, como el pianista Arturo Pavón o la bailaora Maleni Loreto, la que fuera de mayor pareja de baile de Alejandro Vega.
Volvió a Huelva, ya como una artista precoz, con un variado repertorio de coplas. Actuó en las Fiestas Colombinas. Tenía nueve años y en la cartelería figuró con el nombre artístico que le acompañaría toda su vida: Pilarín Tavira.
Su tío Casimiro, mecenas y representante de la jovencísima artista, le organizó una gira por los teatros de la provincia y con once años se marchó a Madrid, a la academia del maestro Quiroga, para perfeccionar cante y baile. Un empresario montó un espectáculo en el que Pilarín actuó como cabeza de cartel por toda España y en varias ciudades del protectorado de Marruecos. Posteriormente se integró en la compañía de Pepe Marchena, con la que recorrió de nuevo todo el país. Se mantuvo como primera figura en espectáculos como Perfiles y Primavera andaluza, dos revistas folclóricas que le proporcionaron mucho prestigio. Y para descansar de la gira, ambos regresaron a Huelva, donde actuaron una noche [1].
En 1945 estrenó en el Gran Teatro con el maestro Molero el pasodoble que se convertiría, de hecho, en el himno de la ciudad, el conocido popularmente como Mi Huelva tiene una ría.
A DESCUBRIR AMÉRICA
Aquel año apareció en su vida una persona fundamental para su carrera, su tío José Tavira, que vivía en Nueva York y estaba casado con la actriz gibraltareña Mary Read, ya retirada. Él propuso a la familia llevarse a Pilarín a Estados Unidos con un contrato de dos meses que se prolongaría cuatro años más.
Comenzó sus actuaciones en Nueva York en un restaurante y sala de fiestas llamado El Chico, un local frecuentado por actores de cine y teatro. El Chico era un night club que regentaba el asturiano Benito Collada, un hombrón que medía casi dos metros a cuyo lado ella, pequeña y bajita, “no le llegaba ni al reloj en el bolsillo del chaleco”. Collada advirtió a su tío: “Señor Tavira, esta chica es una responsabilidad. Aquí gusta la mujer alta. Todas las artistas lo son. No le garantizo nada”. En fin, la vio ensayar, le encantó y la mantuvo en cartel tanto tiempo que batió el record de representaciones en el local.
Allí tuvo la oportunidad de conocer a los grandes nombres del momento: a Gary Cooper, Marlon Brando, Joan Fontaine; a Gloria, la heredera del multimillonario Valderbilt; a Eleanore Roosevelt, viuda del presidente norteamericano; a los bailarines Antonio Soler y Marienma… Asistió al discurso inaugural del ministro Martín Artajo para el ingreso de España en la ONU. En Baltimore conoció a Edith Piaf, con la que hizo gran amistad.
Siendo todavía muy joven, la vida le estaba deparando ver tan pronto su nombre brillando con luces de neón en las salas de espectáculos más famosas de América. Pilarín se convierte en una jovencita norteamericana, que vive y habla en inglés, que viste bluejeans, come hamburguesas, que va a patinar al Rockefeller Center, que comparte vida cotidiana con su tía Mary Read, una persona decisiva en su formación cultural. No descuida su formación y sigue recibiendo clases de piano y solfeo, leyendo libros y diarios en inglés, interviniendo en la radio…
El famoso presentador John Carroll dijo de ella en una crítica que “todo lo que Hollywood produce no es sino batido de vainilla comparado con esta copa de champán”.
En una entrevista le preguntaron:
–Cuéntanos tu historia…
–Yo soy como los Estados Unidos: no tengo historia –respondió. Tenía apenas veinte años y su respuesta llamó la atención.
Recibió el trofeo que la prensa neoyorkina dedicaba a la estrella más popular: catorce mil concurrentes la votaron en el Manhattan Center.
(Continuará)
Conoció a Gary Copper y Marlon Brando, y se hizo muy amiga de la francesa Edith Piaf