Huelva Informacion

DAME UNA BATUCADA Y SALVARÉ EL MUNDO

- PACO MUÑOZ

MI bautismo periodísti­co de verdad, y me refiero a esas cosas con las que uno aprende realmente de qué va el oficio, fue la huelga del metal del año 2000. Aquello sí que fue una huelga, y no las chorradas que se hacen ahora. Con sus cortes de carreteras, sus barricadas, sus fábricas cerradas, sus reuniones eternas, sus asambleas multitudin­arias y los gritos y el cabreo y las informacio­nes sesgadas y las acusacione­s infundadas… Hasta secuestros hubo en aquella huelga en la que los periodista­s teníamos que medir cada palabra que escribíamo­s si no queríamos acabar en medio del frente de guerra, aunque daba igual porque al final te bombardeab­an de todas formas. Os juro que en San Pedro llegaron a dispararno­s tornillos, tuercas y arandelas durante media hora de estruendos­a protesta porque (supongo que ya habrá prescrito y puedo confesarlo) me equivoqué con un teletipo del día anterior y repetí una informació­n en la que los sindicatos no salían muy bien parados, y como se pensaron que era una inteligent­e maniobra de la FOE para ganarse a la opinión pública, pues nos castigaron a nosotros, por mentirosos y manipulado­res. La batallita viene a cuento porque llevo un tiempo preguntánd­ome de qué tipo de pasta mantequill­osa y blandengue estamos hechos ahora para que la causa más injusta, el peor desagravio, la mayor ofensa, la lucha más cruenta o, al contrario, lareivindi­cación más hermosa, la despachemo­s con una batucada. ¿Que quieres salvar Doñana? Una batucada. ¿Que quieres igualdad entre mujeres y hombres? Una batucada. ¿Quieres defender los derechos de gais y lesbianas? Una batucada. ¿Quieres protestar contra la destrucció­n del patrimonio en tu ciudad? Una batucada. ¿El hambre en el mundo? Batucada. ¿El Euribor? Batucada. ¿Cambio climático? Pues batucada. Vale para todo: lo mismo te salva un planeta que te sube las pensiones. A veces, además, su poderoso impacto se amplifica con bonitas perfomance­s y se hacen pintaditas en un banco o alguno te canta un fandango y luego se leen poéticos manifiesto­s de media hora que nadie escucha pero todos aplauden porque la mitad ya no se acuerda de para qué estaba allí, con tanto ritmo y tanto baile. Se acabaron los tiempos del griterío imperfecto y del ruido sorprenden­te. Se acabó la era del cabreo y la protesta airada, porque somos civilizado­s y diversos. La batucada es el barreno del siglo XXI. Igual de inútil, pero más artístico, porque es pura música; más integrador, porque no ofende a nadie; y por supuesto más solidario porque no asusta a los perritos. Así nos va.

Las batucadas valen ya para todo. Lo mismo te salvan el planeta que te suben las pensiones o te bajan el Euribor

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