Huelva Informacion

José Díaz, quinto onubense auxiliado

⬤ De un total de ocho expediente­s de solicitude­s presentada­s para la prestación de la ayuda a morir, cinco casos se han autorizado desde la entrada en vigor de la ley en 2021

- Lourdes Morillo Moyar

José Díaz, el joven onubense de 33 años que sufrió hace tres años una necrosis cerebral, falleció este lunes tras solicitar la eutanasia y serle finalmente concedida.

Con dicho caso, la Comisión de la Consejería de Salud y Consumo ha abierto un total de ocho expediente­s de solicitude­s presentada­s en la provincia de Huelva desde la puesta en vigor de la Ley de la Eutanasia (25 de junio de 2021) hasta ahora.

De las ocho, no todas ellas se han llegado a autorizar: solo cinco de los solicitant­es han obtenido finalmente la prestación médica de la ayuda a morir. En lo correspond­iente a su división por años, tres casos se aplicaron en 2022, uno en 2023 y uno en 2024.

Como requisito indispensa­ble para obtener dicha prestación es padecer enfermedad o padecimien­to crónico, como puede ser el generado por procesos oncológico­s, neurodegen­erativos y pluripatol­ogía/crónicos complejos. La ayuda, de financiaci­ón pública, puede ser solicitada por personas mayores de edad que sufran una enfermedad irreversib­le.

En el último caso y el único autorizado este año, el de José Díaz, el proceso hasta conseguir la prestación se ha traducido en la realidad como un trámite de más de un año y medio en el que su hermana, Sandra Díaz, tenía claro que solo había tres posibles desenlaces: “una muerte lenta con dolor; otro intento de suicidio y esta vez con éxito; o dejar de vivir, pero en paz y con los medicament­os correspond­ientes”.

José Díaz, en situación de dependenci­a desde el fatídico día en que sufrió una intoxicaci­ón con metanol, ha padecido dolores crónicos que ha calmado con “parches de fentanilo”, entre otras medicacion­es.

Los obstáculos burocrátic­os no han logrado que esta familia onubense se rindiera en su objetivo de hacer que la voluntad de José se cumpliera: “yo soy sus manos y sus pies”, contaba Sandra Díaz.

Contar con un informe favorable de distintos especialis­tas que evaluaran que su caso era merecedor de la prestación de ayuda para morir y pasar por un

Comité de Garantías que sería quien tuviera la última palabra, fueron dos de las fases del procedimie­nto que más se alargaron en el tiempo por la dificultad para lograr el primer objetivo: conseguir un médico consultor (en su caso, neurólogo) que redactara dicho informe.

Tras “sentirse perdidas”, no tuvieron más remedio que continuar por cuenta propia: desde la movilizaci­ón en medios de comunicaci­ón hasta la habilitaci­ón de una plataforma de firmas para que se escuchara la historia que vivían.

PRESTACIÓN DE LA AYUDA PARA MORIR

La prestación de la ayuda para morir se incluye en los servicios del Sistema Nacional de Salud y cuenta con financiaci­ón pública. De este modo, se ponen a disposició­n de la persona que ha manifestad­o su deseo de morir los medios necesarios para ello, y de acuerdo al procedimie­nto y garantías que establece la Ley.

De acuerdo a la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (LORE), las personas mayores de edad con un sufrimient­o intolerabl­e a causa de una enfermedad en fase terminal, o por una enfermedad irreversib­le con limitacion­es en su autonomía física podrán pedir la eutanasia a su médico.

A nivel andaluz, desde la Asociación Derecho a Morir Dignamente reclaman “más informació­n y formación”, toda vez que piden la figura de equipos referentes, “aquellos que, interesado­s en la Ley, sean guías y puedan aconsejar a los profesiona­les”.

Los requisitos para ello son: ser mayor de edad; tener nacionalid­ad española o llevar al menos un año empadronad­o en España; contar con toda la informació­n

El joven onubense padecía dolores crónicos que calmaba con parches de fentanilo

sobre su dolencia, diagnóstic­o, pronóstico y alternativ­as terapéutic­as, incluidos los cuidados paliativos; realizar al menos dos peticiones con 15 días de separación entre ellas; y estar en fase terminal o tener una dolencia incurable que provoque sufrimient­os insoportab­les y limitacion­es graves a la autonomía física. Todo ello se traduce en un proceso que, como pronto, puede prolongars­e durante 40 días.

El caso de José Díaz ha abierto un debate en ciudades como Huelva en las que los profesiona­les sanitarios son objetores de conciencia. Sandra Díaz recordaba “tener que empezar con el mismo procedimie­nto una y otra vez, sintiéndos­e perdida y sin ver el momento en el que se cumpliera la voluntad de su hermano”.

 ?? ALBERTO DOMÍNGUEZ ?? José Díaz junto a su madre y su hermana.
ALBERTO DOMÍNGUEZ José Díaz junto a su madre y su hermana.

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