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Catalina y la ‘maldición’ de las princesas de Gales

⬤ La hija de los Reyes Católicos, tocaya de Kate Middleton, tuvo una ingrata permanenci­a en Inglaterra aunque fue muy admirada por el pueblo

- Francisco A. Gallardo

A lo largo de la Historia las consortes de los herederos ingleses lastran un pasado de sinsabores, ingratitud­es e infidelida­des. Ser princesa de Gales supone sus riesgos y abnegacion­es y es tal como se halla Kate Middleton. El tratamient­o de su cáncer dos meses después de su operación y una comunicaci­ón oscurantis­ta, su anuncio ha impactado al mundo entero. ¿Es la ‘maldición’ de las princesas de Gales?

En tiempos recientes tenemos presente en la memoria los vaivenes y trágico final de la antecesora princesa de Gales, Diana Spencer. Las princesas consortes británicas son centro de infortunio­s.

Kate, Catalina de Gales, tiene en una tocaya el ejemplo de un princesa y reina consorte de Inglaterra de origen español que sufrió lo suyo que llegó a Gran Bretaña con 16 años, en 1501, para casarse con el príncipe heredero que apenas le sobrevivió cinco meses. Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, estaba destinada desde los tres años a casarse con el futuro rey de Inglaterra. No llegó al trono Arturo, su primer marido por el que se convirtió en princesa de Gales. El alicaído joven murió de una enfermedad vírica llamada ‘sudor inglés’. Dejó en la estacada a su esposa, que al casarse con el hermano, Enrique VIII, vivió un calvario pese a sus dotes políticas e intelectua­les.

Fue reina consorte y también reina regente, cuando su marido batallaba en Francia, y se le adjudica la victoria ante Escocia en Flodden Fileld en 1513. Entre su viudedad (no consumó el matrimonio con su enfermizo esposo) y su siguiente matrimonio, hasta que Enrique alcanzaba la mayoría de edad, la española fue embajadora de los reinos hispánicos en Londres. Enrique VIII, ya en el trono, eligió a su cuñada rindiéndos­e a su personalid­ad.

Pudo casarse con ella aunque estaba mal visto entre cuñados y apeló a que su esposa no había tenido relaciones con su hermano para casarse. Cuando pidió el divorcio al Papa, lo que terminaría originando un cisma, a su vez Enrique VIII justificab­a que le remordía la conciencia por haberse casada con su cuñada. La casa real inglesa vive con intensidad sus contradicc­iones desde siempre.

Como hija de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, Catalina tenía una mente brillante a lo que se unía su determinac­ión. Había vivido una infancia feliz, sobre todo en la Granada recién incorporad­a a la Corona, y con

aragonesa (nacida en Alcalá de Henares, prácticame­nte criada en la Alhambra) era bisnieta de una inglesa, Catalina de Lancaster, abuela de Isabel la Católica.

Como ha sucedido con todas las princesas de Gales, la presión que sufrían de manera constante era dar con urgencia un nuevo heredero a la Corona. Como reina de Inglaterra su responsabi­lidad máxima era tener un hijo varón pero la naturaleza dijo no y sólo le sobrevivió en seis embarazos una hija: María (Bloody Mary, como la recuerdan los ingleses y que inspiró al ‘sangriento’ cóctel que da nombre).

Al no haber dado un varón, Enrique VIII se sintió libre de soltar amarras con el Papa, casarse con Ana Bolena y convertirs­e en cabeza de una Iglesia nacional. Todo en espíritu insular de lo que ahora es Reino Unido. La también desdichada Ana había sido dama de confianza de la consorte y el monarca, en un reinado de desatinos, se casaría cuatro veces más. Ana fue decapitada y Catalina Howard (como si el nombre fuera a su vez otra ‘maldición’) también mostró el cuello al verdugo a los 18 años por una presunta infidelida­d. Otro que pasó por el cadalso fue santo Tomás Moro por apoyar a una respetable reina como Catalina de Aragón.

Aquella adolescent­e llegada de España murió aislada en su retiro en el castillo de Kimbolton, en el condado de la muy ilustre Cambridge en 1533. Catalina, tocaya de Kate, sufrió en sus carnes todos los rigores ingleses, de la meteorolog­ía, del territorio y de su corte.

Murió con el título de Princesa de Gales viuda por aquel lejano matrimonio con el triste y enfermo de Arturito Tudor. La infanta española fue de lo más brillante que vieron los muros reales londinense­s durante siglos.

Catalina de Aragón estaba destinada a casarse con Arturo, rey de Inglaterra

Otra Catalina, esposa de Enrique VIII, Howard, fue decapitada

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ROYALTY NOW A la izda. un retrato de Catalina de Aragón pintado por un coetáneo. Dcha., su aspecto en fotografía según la inteligenc­ia artificial.
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HBO Catalina de Aragón en la serie ‘The Spanish Princess’.
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Catalina Howard, decapitada a los 18 años por Enrique VIII.

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