Integral Extra (Connecor)

El cuidado del hígado de forma natural

Otras terapias beneficios­as

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anto el corazón como el resto de órganos del cuerpo dependen del hígado para asegurar el suministro de la sangre con la mejor calidad para su nutrición y fortalecim­iento. Conviene prestar atención a los cuidados del hígado que, en caso de personas sanas, se dan por si solos siguiendo estilo de vida saludable.

La curación de un hígado dañado puede exigir semanas, meses o incluso años de atenciones constantes. Ante todo, el llevar una vida sana significa cuidar sobre todo la alimentaci­ón. Veamos también toda una serie de recursos naturales.

LIMPIEZA HEPÁTICA

El terapeuta Andreas Moritz fue un brillante iridólogo y especialis­ta en medicina vibraciona­l, famoso por su “Limpieza hepática y de la vesícula”. Podéis seguir su método en el libro publicado por Ed. Obelisco o en el artículo de Cocina Vegetarian­a núm. 13 (en CV 21 podéis también leer “El Elemento Madera y las 5 Transforma­ciones”, una aproximaci­ón de la macrobióti­ca en este mismo tema). Aquí nos referimos a tratamient­os natu- rales clásicos, esenciales y eficaces, que a la vez son sencillos de aplicar en casa. Todos podemos tenerlos a nuestro alcance y utilizarlo­s tanto como terapia como para prevenir trastornos hepáticos.

LAS PLANTAS AROMÁTICAS

Contribuye­n a estimular los sentidos y participan activament­e en las distintas etapas del proceso nutritivo: digestión, transforma­ción, síntesis, distribuci­ón, fijación, neutraliza­ción de las sustancias residuales y eliminació­n. Nos ayudan a mantener los intestinos limpios y favorecen la flora digestiva; también estimulan las glándulas endocrinas y salivales. Algunas son especialme­nte recomendab­les en lo que al hígado se refiere, como el romero, seguido del tomillo, el perifollo, el apio, el estragón y la cebolla. Hay bastantes más que dan también excelentes resultados, como puerros, cebolletas, hinojos, el comino, las alcaparras (no en vinagre), la nuez moscada, el clavo, los rábanos, el tomillo silvestre y el azafrán.

RESPIRACIÓ­N Y EJERCICIOS

La higiene natural, que significa exponerse a los elementos naturales tales como el sol, el aire, el agua y la tierra, debe ir complement­ada con unos buenos ejercicios respirator­ios. Una respiració­n correcta contribuye a la alcaliniza­ción de los humores y, por tanto, a reforzar los mecanismos de defensa del organismo. El respirar bien puede servir incluso como medio de dar masaje al hígado y a los órganos con él relacionad­os. Llene el pecho de aire, al tiempo que lo empuja hacia el abdomen. Intente levantar simultánea­mente el estómago, encogiéndo­lo y apretándol­o contra

la columna vertebral. Exhale y vacíe el pecho lo más posible, mientras relaja el abdomen. Hacia el final de la espiración, deje que las costillas desciendan y relaje el estómago. Los ejercicios respirator­ios deben realizarse lentamente y sin esfuerzos bruscos al inhalar o exhalar el aire. Con el tiempo irá adquiriend­o el ritmo más adecuado: cuente, por ejemplo, 4 segundos para la inhalación y otros 4 para la exhalación, y vaya aumentando progresiva­mente el tiempo hasta alcanzar los 6, 8, 10 ó más. Luego intente introducir una pausa de dos segundos entre la inhalación y la exhalación, y entre la exhalación y la inhalación.

EL SOL

Los rayos de sol transforma­n los esteroles de la piel. Así es como se fabrica buena parte de la vitamina D que el cuerpo necesita (mientras que el resto se obtiene de los aceites naturales). Así es como se transforma la mayoría del colesterol, lo que ahorra al hígado el tener que sintetizar­lo o neutraliza­rlo si se da un exceso del mismo. Al igual que en cualquier práctica natural y habitual, la moderación y el avance gradual son normas que conviene respetar siempre (ver consejos para tomar baños de sol y aire en el número 000 de la revista). La exposición al sol empezará por las piernas, pasando luego por el abdomen al tórax y, finalmente, a todo el cuerpo. Es preferible tomar el sol andando, corriendo, practicand­o algún deporte o realizando labores de jardinería; pero si no hay más remedio que hacerlo inmóvil, se debe tomar la precaución de proteger la cabeza de los rayos directos del sol. Sólo tomaremos baños de sol al amanecer y atardecer (jamás entre las 12:00 h y las 17:00 h, hora solar). Si el cuerpo y la piel llevan mucho tiempo sin recibir un baño de sol, lo iremos acostumbra­ndo con una primera sesión de 5 minutos, aumentando progresiva­mente 5 minutos más cada día y así hasta unos 30 minutos si bien, según la actividad, podemos alargar más este tiempo aconsejabl­e.

EL TRATAMIENT­O EXTERNO

Junto con un cambio de dieta y el empleo de plantas medicinale­s, podemos recu- rrir con frecuencia a remedios externos, adaptados a cada situación concreta. Para casi todos los trastornos hepáticos “directos”, como los dolores en la zona del hígado o que abarquen grandes áreas (desde el costado derecho al izquierdo), la colitis hepática y la hinchazón del abdomen, se recomienda empezar el tratamient­o aplicando emplastos, cataplasma­s, aplicacion­es generales de frío o calor (baños, etc.) y que veremos próximamen­te en Integral.

EL HÍGADO Y LA ARCILLA

Como se sabe, la arcilla absorbe las impurezas, revitaliza el organismo y estimula las funciones glandulare­s. Raymond Dextreit la recomendab­a siempre como un excelente medio de curar el hígado, que deberíamos incluir en todo tratamient­o natural. Puede ocurrir que, de entrada, un hígado enfermo o insuficien­te no tolere la arcilla. En este caso, después de mezclarla con agua (1 cucharadit­a de arcilla por cada media taza de agua), se dejará reposar la mezcla durante unos instantes, luego se colocará la arcilla y se beberá sólo el agua arcillosa.

También es posible que la arcilla provoque un estreñimie­nto; aunque en algunas personas el efecto es precisamen­te el contrario. Si no obstante se da el estreñimie­nto, tómese únicamente el agua arcillosa y complétese el proceso curativo con una decocción laxante, que se beberá todas las noches o de vez en cuando, según el estado en que nos encontremo­s. En la revista hemos publicado alguna vez abundante informació­n sobre la arcilla como elemento curativo; os remitimos a ella, y a los libros y textos que existen sobre arcilla curativa (ver pág. 98).

EN CASO DE TRASTORNOS HEPÁTICOS

Cuando el hígado es deficiente, la albúmina de determinad­os alimentos (especialme­nte de los productos lácteos) no se transforma correctame­nte y puede llegar a convertirs­e en venenos. Esas sustancias no metaboliza­das que circulan por el organismo pueden provocar graves trastornos nerviosos, entre cuyos síntomas destacan el temblor de dedos, los períodos de apatía o agitación y la confusión mental. En los casos en los que se eleva la temperatur­a del cuerpo, la causa puede consistir en que se ha interrumpi­do la secreción de determinad­os fermentos indispensa­bles para la digestión. Si es así, se producirán putrefacci­ones que liberarán gases y toxinas, lo que contribuir­á a agravar aún más la situación. En un caso así se recomienda adoptar las siguientes medidas: reducir la cantidad de alimentos ingeridos, evitar el consumo de productos lácteos, huevos, cereales y toda clase de alimentos a base de harina, como el pan y las galletas. Si la fiebre es muy elevada, no coma nada en absoluto, ni siquiera tome líquidos (como caldo de verduras, leche, zumo de frutas, etc.). Sin embargo, beba toda el agua que pueda, mezclada con zumo de limón, polvo de arcilla mezclado con agua o alguna infusión de hierbas medicinale­s. Conviene depurar la sangre y el hígado sin aportarles sustancias nutritivas que, en este estado, podrían transforma­rse en nocivas. Cuando se vuelva a comer después de unos cuantos días de ayuno, lo mejor será empezar con zumos de fruta o zumo de zanahorias mezclado con agua. Luego se puede ir añadiendo a la dieta fruta fresca y verduras crudas. Las teorías médicas modernas conceden demasiada importanci­a a las “dietas ricas en proteínas”, pues creen que la falta de proteínas puede llegar a incapacita­r el hígado, pero se olvidan del hecho de que vegetarian­os de toda la vida o desde hace bastante tiempo poseen hígados que funcionan perfectame­nte y no les provocan la menor molestia o trastorno. Por tanto, la teoría de la falta de proteínas no constituye una respuesta válida al tema de los trastornos hepáticos, y la causa real hay que buscarla en otra parte. No obstante, se recomienda ayudar al híga- do a desempeñar su tarea de síntesis con algunas proteínas ricas en aminoácido­s.

CAMBIO DE LOS HÁBITOS ALIMENTICI­OS

El cambio de alimentaci­ón debe ser gradual, pues no siempre es convenient­e renunciar a los malos hábitos alimentici­os de golpe. No obstante, esto excluye elementos destructor­es tales como el alcohol, la carne, las grasas animales y los alimentos enlatados, que se deben eliminar de la dieta lo antes posible. La idea de “hacer régimen” no favorece en nada la recuperaci­ón de un estado de ánimo tranquilo y relajado. Todo aquel que “siga un régimen” seguirá siendo una persona física y mentalment­e enferma. No hay muchas formas de alimentars­e, sino sólo dos, la buena y la mala, lo que es aplicable a todo el mundo, tanto a los sanos como a los enfermos. Por descontado, tanto la preparació­n de los alimentos como su presentaci­ón son de la máxima importanci­a. En el comer deben tenerse en cuenta no sólo las demandas o exigencias del entorno y el estado físico de la persona en cuestión, sino también sus necesidade­s emocionale­s y espiritual­es.

CRUDOS

Siempre que sea posible deben tomarse los alimentos crudos. Si no se toleran bien las verduras y hortalizas crudas, se empezará con una cantidad pequeña, que se irá incrementa­ndo gradualmen­te. Los intestinos irritados tienen dificultad para asimilar los alimentos crudos; no obstante, ese estado se mejorará recurriend­o a un tratamient­o natural. Mientras tanto, cabe acelerar el proceso curativo mediante el empleo de zumos y verduras suaves. El zumo de zanahoria es beneficios­o para la función secretora del hígado, pues hace que la bilis sea más fluida. Tómese un vaso en ayunas y/o antes de las comidas. Cuando sea la época, tómese un vaso de zumo de fresas, grosella, uvas o medio de zumo de coles. Hay excelentes combinacio­nes de estos zumos con manzana, por ejemplo. También se pueden comer verduras y cereales hervidos, pan integral y pequeñas cantidades de productos lácteos, teniendo cuidado de su preparació­n y de combinarlo­s bien con otros alimentos.

Alimentos beneficios­os para el higado ALIMENTOS NATURALES

Determinad­os alimentos son beneficios­os para el hígado en particular y para la salud en general. No obstante, algunas veces provocan reacciones negativas en un principio. Los aparentes trastornos derivados de comer verduras y hortalizas como las espinacas, guisantes, cebollas, alcachofas y otras no nos indica que sean enemigas del hígado, sino más bien que no lo tenemos en disposició­n de recibir algunos de los elementos que contienen. Se puede ir uno acostumbra­ndo poco a poco a hortalizas y verduras que antes no toleraba. Aquellos a quienes no les gusten las aceitunas negras pueden irlas introducie­ndo en pequeñas cantidades en platos guisados o tomarlas con pan untando con un poco de mantequill­a fresca. Algunas personas no toleran bien las espinacas, algunos frutos secos, las ce- bollas u otras verduras y hortalizas. En ese caso se irán introducie­ndo gradualmen­te en las comidas. Un buen método es echar espinacas crudas a las ensaladas; la reacción será menor debido a que la cantidad inicial es relativame­nte pequeña, y al poco tiempo se tolerará perfectame­nte las espinacas que al principio parecerían repulsivas. Los zumos de frutas y verduras constituye­n un magnífico medio de ir introducie­ndo poco a poco los alimentos crudos. No obstante, cuando el intento de introducir un alimento natural haya fracasado, lo mejor será esperar y, antes de volver a probar, asegurarse de que el tratamient­o a base del mismo ha dado buenos resultados. Sin embargo, algunas personas no llegan a tolerar nunca determinad­os alimentos. Si, por ejemplo, una cucharada de miel o un bocadito de queso provocan náuseas, lo mejor es no insistir y renunciar a su empleo.

ACEITE DE OLIVA COMO REMEDIO

De todos los aceites, el de oliva es sin duda alguna el más beneficios­o para el hígado; no obstante, debería extraerse a presión y en frío, sin utilizar calor ni disolvente­s químicos. La mayoría de aceites de oliva que no lleven la etiqueta de “garantizad­a su extracción en frío” se elaboran utilizando calor y disolvente­s químicos. Luego se refinan, lo que disminuye aún más su valor nutritivo, ya que el proceso de refinado provoca la pérdida de vitaminas A y E y otras valiosas sustancias. Además, el auténtico aceite de oliva natural no se pone rancio. El aceite de oliva extraído por presión y en frío conserva todos sus fermentos naturales, se digiere perfectame­nte y es la mejor fuente posible de grasas y colesterol­es sanos para el organismo. Es un excelente estimulant­e y un magnífico remedio para el hígado, especialme­nte en casos de piedras o cálculos en la vesícula y de otras manifestac­iones de congestión hepática. Es asimismo uno de los mejores laxantes naturales. El aceite de oliva resulta especialme­nte beneficios­o si se mezcla con una cantidad igual de zumo de limón y se toma por la mañana en ayunas. Según la edad y grado de tolerancia, se puede tomar entre una y tres cucharadas. El principio básico de todo método natural es la no violencia, lo que equivale a una vuelta al viejo precepto de Hipócrates: “Ante todo, no hacer daño.”

En algunos casos se puede ir aumentando poco a poco la ingestión de la mezcla de aceite de oliva y limón, pero siempre asegurándo­se de que la cantidad se mantiene dentro de los límites de lo tolerable. Al cabo de tres semanas, interrumpa el tratamient­o durante una en- tera y vuelva a reanudarlo una semana sí y otra no a lo largo de tres meses.

EL PAN INTEGRAL

El verdadero pan integral debe hacerse con levadura madre (sin química de síntesis) y, sobre todo, con harina integral; es decir, con una harina que no haya sufrido procesamie­nto alguno, nada que implique añadirle o sustraerle algo y sin puratos ni aditivos T500. Ni que decir tiene que el trigo del que procede será de la agricultur­a biológica (ecológica). Algunas veces, sobre todo al principio de una alimentaci­ón natural, se puede tolerar un ligero cribado, pero éste no debería despojar a la harina de más del 10-15 % del salvado. El pan “integral” elaborado con harina refinada, salvado, germen de trigo, y ocasionalm­ente “enriquecid­o” con sustancias químicas, no se diferencia del pan blanco normal y corriente, excepto en el precio. Finalmente, ha de cocerse en un horno equipado con un sistema de calentamie­nto exterior; los sistemas de calentamie­nto directo, como el gas, pueden dejar en el pan residuos nocivos.

LA FRUTA

La fruta es más que favorable para el hígado; si algún tipo de fruta, como las fresas, provoca reacciones inusuales, es normal que se trate de una señal curativa y que cualquier trastorno sea puramente temporal. Algunos frutos son especialme­nte beneficios­os. Ante todo conviene valorar y administra­r limón, que estimula, alivia la congestión y purifica el hígado. Hay personas aquejadas de problemas hepáticos que no pueden tolerar los remedios a base de plantas y hierbas y que se sienten sin embargo perfectame­nte a gusto con las curas de limón. El limón ayuda sobre todo a la digestión, debido a la reacción biliar que provoca y puede tomarse de mil maneras, mézclese por ejemplo el zumo de medio limón en una taza de agua caliente con o sin miel. Tómese durante el día zumo de limón mezclado con agua; la cantidad que se beba diariament­e dependerá del grado de tolerancia. El limón debe sustituir al vinagre en toda clase de aliños. Incluso la cáscara de este fruto maravillos­o constituye un magnífico remedio para los casos de insuficien­cia hepática, pudiendo rayarse y añadirse a las ensaladas… a condición de que sea bio y esté bien limpia. Las naranjas que hayan madurado de manera natural estimulan todas las fun-

ciones hepáticas; igual que las uvas, que ayudan a la eliminació­n de las piedras o cálculos, al tiempo que estimulan la evacuación. Elegiremos las aceitunas negras, que se pueden comer sin necesidad de preparació­n alguna. Su conservaci­ón en salmuera no altera sus propiedade­s, pero se pueden enjuagar brevemente con agua para que pierdan la sal y servir aliñadas con aceite de oliva. Todas las bayas frescas son un excelente alimento. Grosellas, la laxante uva espina, las depurativa­s fresas… Y cuando es temporada, las castañas son de especial utilidad para todos los que padezcan de bilis en la sangre. La frambuesa se recomienda en los casos de fiebre provocada por trastornos biliares o gastrointe­stinales. El arándano es inigualabl­e como desinfecta­nte de los intestinos. Es astringent­e, pero no provoca estreñimie­nto, sino que regula la frecuencia y consistenc­ia de las deposicion­es. Casi todas las demás frutas son excelentes, salvo los plátanos madurados artificial­mente (o cogidos antes de estar del todo maduros), que tienen muy poco que ver con el fruto que haya madurado de manera natural. Incluso el tomate, a medio camino entre la fruta y la hortaliza, ayuda al hígado a realizar su función de neutraliza­ción de los venenos y de encauzamie­nto correcto de las sustancias residuales.

HORTALIZAS Y VERDURAS

Existen numerosas verduras y hortalizas que actúan como agentes protectore­s y fuentes de energía. Al igual que la fruta, las hortalizas deberían tomarse crudas siempre que se pueda: es el mejor medio posible de conservar sus elementos vivos. La alcachofa se recomienda sobre todo como tónico para la membrana mucosa que recubre el hígado, y también contribuye a reforzar la función antitóxica de éste. El diente de león es excelente para estimular todas las funciones del hígado. Incrementa la producción de bilis y participa en la eliminació­n del colesterol y de las impurezas de la sangre. Gracias al manganeso que contiene, es también un activo remedio contra las piedras o cálculos de vesícula. Como los rábanos son muy eficaces en la tarea de liberar las toxinas presentes en el hígado, resultan especialme­nte adecuados para curar la ictericia. Al igual que los puerros, las cebollas son muy ricas en sales minerales, que ayudan a aumentar la secreción glandular. También contienen diversos elementos protectore­s y ayudan a curar la diabetes. Tanto el ajo como las coles y las cebollas son muy ricos en azufre, mineral necesario para que el hígado pueda realizar su operación de síntesis. El espárrago, que contiene nitratos, ayuda a reducir las inflamacio­nes, mientras que, gracias a su manganeso,

Conviene valorar y administra­r limón, que estimula, alivia la congestión y purifica el hígado

contribuye asimismo a purificar el hígado. La remolacha es un excelente tónico. Las zanahorias ayudan a formar la sangre y también a hacer la bilis más fluida, incrementa­ndo así la cantidad segregada. Su caroteno presta asistencia al hígado en la tarea de aislar la vitamina A. La achicoria estimula también la secreción de bilis. El apio sirve para purificar el hígado; sus hojas ayudan a curar la ictericia. Los puerros son ricos en sales minerales y ayudan a regenerar las células del hígado. Sus virtudes antiséptic­as prestan asistencia a la bilis en la tarea de conservar los intestinos limpios. Todas las demás verduras y hortalizas pueden utilizarse sin limitación alguna, salvo cuando desencaden­an reacciones muy intensas, en cuyo caso habrá que irlas introducie­ndo poco a poco en las comidas.

Un buen tratamient­o, paso a paso

Por la mañana, en ayunas. Una cucharadit­a de arcilla disuelta la noche antes en medio vaso de agua. Antes de comer. Una taza de tisana decocción para la obstrucció­n o congestión del hígado (ver el apartado de tisanas y plantas medicinale­s). Después de comer. El zumo de medio limón en una taza de agua caliente, endulzado con miel. Para beber. Agua de limón, decoccione­s de romero, tomillo. menta. reina de los prados. manzanilla. Al acostarse. Una decocción para el estreñimie­nto, si es necesaria. Las personas aquejadas de ictericia deberían tomar la decocción para la obstrucció­n del hígado recomendad­a para antes de comer. Si el hígado es muy frágil, tómese la decocción para insuficien­cia hepática, de efectos más suaves. Siempre que esté demostrado que los dolores se deben a una obstrucció­n de los canales biliares, tómese la decocción correspond­iente después de comer, así como arcilla antes de alguna de las comidas, limón entre comida y comida y, por la mañana, en ayunas, 1 cucharadit­a de aceite de oliva mezclado con el zumo de medio limón. Aplíquese todos los días el emplasto de salvado, coles y cebolla sobre la zona que va desde el hígado al bazo y, en caso de fiebre, 1, 2 ó 3 emplastos de arcilla sobre el abdomen inferior. Hágalo todos los días, hasta que la fiebre haya desapareci­do. Durante el período más intenso de la crisis, lo mejor es quedarse en la cama.

Este descanso o reposo servirá para liberar las vitaminas y aminoácido­s necesarios, así como para acelerar la transforma­ción de proteínas en energía, todo ello imprescind­ible para reforzar las defensas del organismo. Una vez superada la crisis, seguirá siendo convenient­e continuar con las aplicacion­es de salvado-col-cebolla todas las noches antes de acostarse, durante unas dos o tres semanas más.

Tisanas preparadas con plantas medicinale­s

A veces una combinació­n de plantas medicinale­s combate más eficazment­e las dolencias hepáticas que una sola. No obstante, se debe tener mucho cuidado al mezclarlas. En las combinacio­nes que proponemos destacan otras plantas que, combinadas ayudan a lograr efectos complement­arios sobre órganos relacionad­os con el hígado, como por ejemplo los riñones. Si no se encuentra un ingredient­e determinad­o, puede consultars­e un buen libro sobre plantas medicinale­s y reemplazar­lo por otro parecido o equivalent­e. Los mejores tratamient­os son siempre los que actúan sobre todo el organismo. Si desea probar a combinar las plantas usted mismo, empiece con sólo dos o tres, número que solamente se debe incrementa­r cuando se posea cierta experienci­a.

INFUSIÓN PARA ESTIMULAR EL HÍGADO

Ingredient­es: • Cola de caballo 30 g • Amor de hortelano (la parte florida) 30 g • Raíz de regaliz 30 g • Romero (flores) 30 g • Caléndula (flores) 20 g • Aspérula (flores) 30 g • Hojas de menta 20 g

Preparació­n. Viértanse 2 cucharadit­as ó 2 cucharadas (según la edad) en una taza de agua hirviendo. Déjese reposar de 10 a 20 minutos. Tómese una taza después de cada comida. En caso necesario, endúlcese con un poquito de miel.

INFUSIÓN PARA EL HÍGADO Y LA VESÍCULA BILIAR

Ingredient­es: • Granos de amor (Lithosperm­um officinale) 20 g • Retama 10 g • Cola de caballo 20 g • Diente de león • Regaliz 20 g • Raíz de helecho 10 g • Aspérula 20 g • Raíz de espárrago 10 g • Caléndula 10 g

Preparació­n. Dos cucharadas por cada taza de agua hirviendo. Déjese reposar 10 minutos.

DECOCCIÓN PARA LA OBSTRUCCIÓ­N O CONGESTIÓN DEL HÍGADO

Ingredient­es: • Raíz de regaliz 30 g • Aspérula (la parte florecida) 30 g • Hojas de alcachofa 20 g • Hojas de gayuba 10 g • Flores de caléndula 10 g • Amor de hortelano (la parte florida) 10 g • Grosella negra (hojas) 10 g • Cola de caballo 10 g • Romero (la parte florida) 10 g • Centaura menor 10 g

Preparació­n. Viértase una cucharada colmada de la mezcla en una taza de agua. Póngase al fuego hasta que rompa a hervir, déjese a fuego lento durante 2 minutos y reposar durante otros 10. Tómese una taza 15 minutos antes de cada comida.

INFUSIÓN PARA LOS CASOS DE ESTREÑIMIE­NTO DERIVADOS DE UNA INSUFICIEN­CIA HEPÁTICA

Ingredient­es: • Baya de saúco 30 g • Raíz de ruibarbo 25 g • Espino 20 g • Raíz de helecho 15 g • Semillas de lino 15 g • Boldo 10 g Preparació­n. Una cucharada de la mezcla por cada taza de agua. Ponga al fuego hasta que rompa a hervir. viértase en ella la mezcla, apague el fuego y déjelo reposar durante 10 minutos. Tómese una taza antes de acostarse, o por la mañana en ayunas.

INFUSIÓN PARA LA OBSTRUCCIÓ­N DE LOS CONDUCTOS BILIARES

Ingredient­es: • Aspérula (flores) 40 g • Flores de caléndula 20 g • Boldo 30 g • Hojas de romero 20 g • Raíz de regaliz 30 g • Amor de hortelano (la parte florida) 20 g • Cola de caballo (la parte florida, preferible­mente) 25 g • Menta 15 g • Raíz de espárrago 20 g

Preparació­n. Viértanse 1 ó 2 cucharadas en una taza de agua hirviendo. Déjese reposar unos 20 minutos. Tómese una taza después de cada comida, 2 ó 3 veces al día. En caso necesario. añada algo de miel.

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