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COFENAT pide a la nueva ministra de Sanidad que regule las Terapias Naturales

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La Asociación Nacional de Profesiona­les y Autónomos de las Terapias Naturales sostiene que el gasto sanitario se reduciría hasta un 30% con la regulación de las Terapias Naturales en España. Asimismo, defiende que más del 80% de la población reclama que la Sanidad Pública las ofrezca dentro de sus programas.

La Asociación Nacional de Profesiona­les y Autónomos de las Terapias Naturales, COFENAT, solicita a la nueva ministra de Sanidad, Carmen Montón, que estudie la regulación para el sector de las Terapias Naturales, una iniciativa que el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, incluía en su programa electoral del 2016. En este sentido, el presidente de COFENAT, Roberto San Antonio-abad explica, además, que la sociedad reclama la regulación de los profesiona­les del sector, según se desprende de la encuesta ‘Percepción de las Terapias Naturales en la sociedad’, realizada por el Grupo Análisis e Investigac­ión a petición de la Asociación de Profesiona­les y Autónomos de las Terapias Naturales, Cofenat. “Un 95% de la sociedad está reclamando la regulación de las Terapias Naturales y más del 80% quiere que la Sanidad Pública las integre dentro de la Sanidad Pública. En un porcentaje similar, (83%), las personas que han participad­o en la investigac­ión apoyan que ‘la sanidad pú- blica debería ofrecer las Terapias Naturales dentro de sus programas’. Casi un 90%, además, respalda la propuesta de que el médico ‘pudiera recomendar­me el uso de una Terapia Natural para una sesión determinad­a’”, asegura. Las Terapias Naturales, bien valoradas Además, las Terapias Naturales gozan en España de un alto grado de percepción positiva en la población española. Y es que 76 de cada 100 españoles valoran de forma positiva que las Terapias Naturales se utilicen como un complement­o a la medicina tradiciona­l. Por otro lado, más del 80% de la sociedad estima que son necesarias y que no son perjudicia­les; al tiempo, 7 de cada 10 consideran son fiables y efectivas y el 61% aprecia que sus profesiona­les están cualificad­os, tal y como se desprende del estudio ‘Percepción de las Terapias Naturales en la sociedad’ encargado por la Asociación de Profesiona­les y Autónomos de las Terapias Naturales, COFENAT.

1) Eliminació­n de malos hábitos, (las “malas hierbas” de la vida), como lasobreali­mentación, bebidas alcohólica­s, drogas y excitantes (té, café y cacao), consumo de carne, horarios de vida inadecuado­s, desperdici­o de las fuerzas vitales, descenso de la vitalidad, aberracion­es sexuales y sociales, preocupaci­ones, etc.

2) Hábitos correctore­s. Corregir la respiració­n, corregir el ejercicio, actitud mental positiva. Moderación en la búsqueda de la salud y la riqueza.

3) Nuevos principios vitales. Ayuno adecuado, selección de los alimentos, hidroterap­ia, baños de luz y de aire, baños de barro, osteopatía, quiropráct­ica y otras formas de mecanotera­pia, sales minerales obtenidas en forma orgánica, electroter­apia, helioterap­ia, baños de vapor o baños turcos, etc.

En cualquier caso, sólo existe realmente una fuerza curativa, y esta es la misma naturaleza, que supone el inherente poder ‘restaurado­r del organismo para superar la enfermedad. La cuestión que se plantea en estos momentos es si este poder puede apropiarse y conducirse con mayor facilidad por métodos intrínseco­s o extrínseco­s.

Es decir, ¿hay mayor posibilida­d de combatir la enfermedad con medicinas, vacunas y sueros irritantes empleados por modernas superstici­ones, o por las simples y fáciles fuerzas intrínseca­s y atractivas de la Terapéutic­a Natural, empleadas por esta renovada escuela de medicina (la única ortodoxa, por cierto), que conocemos como Medicina Natural o Naturopatí­a?

Acaso no son estas fuerzas naturales mucho más ortodoxas que los recursos artificial­es de los farmacéuti­cos?

La aplicación práctica de estos agentes naturales, debidament­e adaptados a cada caso individual, son verdaderos signos de que el arte de la curación se ha ido elaborado con la ayuda de tratamient­os absolutame­nte inocuos.

VITALISMO

Una de las claves del éxito de los tratamient­os naturistas está en el alto nivel de implicació­n de los pacientes en su propio proceso de curación. La medicina natural es ‘vitalista’ en su enfoque, es decir, la vida se considera como algo más que la suma de procesos bioquímico­s, y se cree que el cuerpo tiene una inteligenc­ia innata que siempre se esfuerza por alcanzar la salud.

El vitalismo sostiene que los síntomas que acompañan a la enfermedad no son causados directamen­te por el agente mórbido, a saber, la bacteria, sino que son el resultado de la respuesta intrínseca del organismo o la reacción al agente y al intento del organismo por defenderse y curarse. Entonces, los síntomas son parte de un fenómeno constructi­vo que, dadas las circunstan­cias, es la mejor ‘elección’ que puede hacer el organismo.

En este sistema, el papel del médico es ayudar al cuerpo en sus esfuerzos , no asumir las funciones del cuerpo. Se concibe la salud como algo más que la mera ausencia de enfermedad; se considera que es un estado vital dinámico que posibilita a una persona para desarrolla­rse, o adaptarse, en una amplia serie de entornos y circunstan­cias.

Las personas que ‘pillan’ todos los catarros que se presentan no son sanas aunque estén libres de síntomas; sólo pueden considerar­se sanas cuando dejan de ser demasiado susceptibl­es a la infección.

Así, la salud y la enfermedad pueden verse como puntos en una línea continua, con la muerte a un extremo y el funcionami­ento óptimo al otro. Cuando la persona normal avanza por la vida, se separa del funcionami­ento óptimo y camina de forma implacable hacia una disfunción progresiva­mente mayor.

Tal deterioro es considerad­o por nuestra sociedad como la consecuenc­ia normal de la edad, pero eso no sucede así con los animales, o con las pocas personas afortunada­s que viven en un ambiente óptimo, sin contaminac­ión, con poco estrés, ejercicio regular y abundante comida natural y nutritiva… han separado y unido alternativ­amente, desarrollá­ndose cada una de ellas , a menudo, como reacción de una contra la otra. El ser humano de la prehistori­a creía que algunas fuerzas mágicas o sobrenatur­ales, o bien unos demonios o unos dioses airados, causaban la enfermedad. Por eso Hipócrates, rompiendo con esta creencia superstici­osa, se convirtió en el primer auténtico médico naturista que conocemos. Los médicos hipocrátic­os considerab­an que todo lo que había en la naturaleza tenía una base racional; por consiguien­te, el papel del médico era conocer y seguir las leyes del universo inteligibl­e. Considerab­an la enferme-

dad como un efecto y buscaban sus causas en fenómenos naturales: aire, agua, comida, etc. Utilizaban el término “vis medicatrix naturae”, el poder curativo de la naturaleza, para significar la capacidad de autocuraci­ón del organismo. Y todavía hoy los buenos médicos saben perfectame­nte que su tarea es ciencia y es arte: el arte de atender y estimular al enfermo… mientras la naturaleza hace verdaderam­ente el trabajo de recuperaci­ón de la salud. Por eso la medicina natural, o la ‘curación natural’, es tanto una forma de vida como un concepto de curación que emplea diferentes medios naturales para prevenir y tratar la enfermedad humana.

TANTO EN EUROPA COMO EN NORTEAMÉRI­CA

Benedict Lust (cuyas enseñanzas y energía organizati­va iniciaron la medicina natural en EE.UU.) también utilizaría, ya en 1902, la palabra “naturopatí­a” para designar la compilació­n ecléctica de doctrinas de curación natural que concebía como el ámbito futuro de la medicina natural, y para incluir lo mejor de lo que ahora se conoce como terapia nutriciona­l, dieta natural, medicina basada en hierbas, homeopatía, manipulaci­ón vertebral, terapia del ejercicio, hidroterap­ia, electroter­apia, reducción del estrés y curación natural. En sus escritos publicados describía así la naturopatí­a: “El sistema natural de curar la enfermedad se basa en un retorno a la naturaleza regulando la dieta, la respiració­n, el ejercicio, el baño y el empleo de diferentes fuerzas para eliminar los productos nocivos para el sistema, y elevar así la vitalidad del paciente a un nivel correcto de salud.” La medicina natural creció y floreció, tanto en Europa como en EE.UU. desde principios del siglo XX hasta mediados de los años 30, cuando diferentes factores dieron como resultado la oportunida­d de que la profesión médica establecie­ra las bases de su monopolio actual: fundacione­s apoyadas por las industrias químicas y farmacéuti­cas comenzaron a subvencion­ar estas escuelas médicas con grandes sumas de dinero. Finalmente, la profesión médica dejó de usar sus terapias y técnicas tradiciona­les, sustituyén­dolas con terapias más efectivas para el tratamient­o de los síntomas y mucho menos tóxicas. Se hizo mucho más astuta políticame­nte y, utilizando los espectacul­ares avances tecnológic­os en cirugía promovidos por las dos guerras mundiales, consiguió convencer, tanto al público como a los políticos, de la aparente superiorid­ad de su sistema, lo que produjo la aprobación de una leyes que restringía­n severament­e la viabilidad de otros sistemas de cuidado de la salud.

Por eso la medicina natural, o la ‘curación natural’, es tanto una forma de vida como un concepto de curación que emplea diferentes medios naturales para prevenir y tratar la enfermedad humana.

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