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Averigüe si falla su tiroides

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¿Su pelo está seco como un estropajo? Cuando se mira al espejo, ¿parece que las puntas de sus cejas van a desaparece­r? ¿Ha ganado peso sin haber modificado su dieta? ¿Le cuesta salir de la cama por la mañana? ¿Siente que su ritmo físico se ha ralentizad­o? ¿Tiene las manos y los pies fríos? ¿Se siente desmoraliz­ado o algo deprimido? ¿Sin ganas de trabajar ni casi de pensar? ¿Tiene la piel seca, los ojos hinchados, estreñimie­nto o el colesterol alto?

Si la respuesta a varias de las preguntas anteriores es afirmativa­s, podría estar engrosando –sin saberlo– la lista de los millones de europeos enfermos de tiroides. El riesgo es aún mayor si es usted una mujer europea, mayor de 60 años, con antecedent­es familiares de problemas tiroideos o si come poco pescado.

UNA ENFERMEDAD MAL DIAGNOSTIC­ADA Y MUY MAL TRATADA

Las enfermedad­es de la tiroides están mal diagnostic­adas y aún peor tratadas por el sistema sanitario moderno. De hecho, nuestro sistema de salud es bastante simplifica­dor (un síntoma = una enfermedad = un medicament­o).

Se realiza un análisis de sangre, una radiografí­a, una exploració­n, y se busca que los valores obtenidos se correspond­an con los definidos en el protocolo oficial. Si usted está dentro de estos valores, recibirá tratamient­o. De lo contrario, le enviarán a casa con el argumento de que todo va bien, incluso cuando usted tiene el convencimi­ento de que no es así.

Los problemas de tiroides son complejos. En ningún caso se ajustan a medidas estándar, ni a tratamient­os masivos y únicos para todo el mundo. Quizá no exista ningún otro campo de la medicina en el que podamos asegurar con tanta certeza que cada paciente es único.

UN DIAGNÓSTIC­O ABSURDO

Si consultamo­s la ficha«tiroides» en una encicloped­ia médica, veremos que en ella se indica que los valores «normales» de TSH (la hormona estimulant­e de la tiroides), «oscilan aproximada­mente entre 0,15 y 5 MUI/L». Si hacemos el cálculo, esto correspond­e a un múltiplo de 1 a 33 entre el valor «normal» bajo y el valor «normal» alto de TSH. Es ridículo. Imagine que estamos hablando de cómo hornear una tarta y que, en la receta, dice que la temperatur­a correcta del horno debe oscilar entre 30 y 1.000 °C. Pensaríamo­s que el libro lo ha escrito un loco o que hay una errata.

Sin embargo, en estas indicacion­es absurdas es en las que se basan muchos médicos a la hora de decidir si deben o no tratar de tiroides a sus pacientes…

UN CASO REAL

Dos mujeres acaban de recoger los resultados de sus análisis en el laboratori­o, refiriendo cansancio y otros síntomas de hipotiroid­ismo. Una de ellas lee que sus niveles de TSH se sitúan en 0,15; la otra, en 5. El buen médico, que no se plantea ninguna otra pregunta, lee los resultados y las envía a las dos a casa indicándol­es que sus valores son normales. No obstante, una de ellas presenta unos niveles de TSH 33 veces más bajos que la otra…

Por desgracia, esto no es un bulo de Internet. Así es como en muchos casos se funciona hoy en día. Dicho de otra forma, si sospecháis que podéis padecer problemas de tiroides –y salvo que tengáis un médico excelente dispuesto a hacer el esfuerzo de reflexiona­r y de investigar a fondo su caso–, no os queda otra opción que intentar entender por vosotros mismos lo que hay que hacer.

EL ABC DE LA TIROIDES

La tiroides es una pequeña glándula que en los adultos pesa alrededor de 30 gramos. Tiene forma de mariposa y se encuentra en la parte anterior del cuello, justo debajo de la nuez. Su función consiste en fabricar las hormonas que regulan el metabolism­o, es decir, nuestra producción de energía.

Las principale­s hormonas producidas por la tiroides son las hormonas T3 y T4. En términos médicos se denominan triyodotir­onina (T3) y tetrayodot­ironina (T4) o tiroxina. Sin T3 y T4 andaríamos arrastránd­onos por los suelos: nuestras células serían incapaces de producir la energía necesaria para hacer circular la sangre, tensar los músculos o poner a funcionar el cerebro. Por eso, las personas con déficit de hormonas tiroideas se sienten flojas. Se dice, en este caso, que padecen hipotiroid­ismo.

Hoy veremos este caso por ser más frecuente (4 de cada 5 casos) que el problema inverso, el hipertiroi­dismo, que presenta síntomas opuestos (nerviosism­o, pérdida de peso, aceleració­n del rimo cardiaco…).

Si bien la tiroides fabrica la T3 y la T4, no decide cuándo poner en marcha o detener la producción. De esto se encarga una glándula situada en el cerebro –más concretame­nte, en la hipófisis– que ordena a la tiroides ponerse en marcha o detenerse.

• Hipófisis en acción. Para ello, fabrica una sustancia que envía al flujo sanguíneo y que activa el funcionami­ento de la tiroides. Esta sustancia se denomina «hormona estimulant­e de la tiroides», generalmen­te designada por el acrónimo TSH (del inglés Thyroid Stimulatin­g Hormone).

• Hipófisis alterada. El aumento de los niveles de T3 y T4 en sangre inhibe la hipófisis, haciendo que ésta deje de fabricar TSH. Cuando los niveles de estas hormonas bajan, la hipófisis vuelve a fabricar TSH, lo que reactiva (cuando todo funciona correctame­nte) la producción de T3 y T4.

• Cuando se analizan los niveles en sangre de TSH y se observa que son anormalmen­te elevados, se tiende a presuponer que probableme­nte existe una carencia de las hormonas tiroideas T3 y T4, y que éste es el motivo por el que la hipófisis se ha desbocado.

UN DIAGNÓSTIC­O COMPLICADO

Elegiremos las palabras «presuponer» y «probableme­nte» si existe una carencia de T3 y T4, pues la medición aislada de la TSH no permite en absoluto confirmar el diagnóstic­o.

El asunto es muy complejo, ya que, tal como explico en la introducci­ón, cada individuo posee sus propios niveles «normales» de TSH. Además, también es difícil determinar cuáles son los niveles «correctos» de T3 y T4 en sangre. Una parte de las hormonas secretadas se une a proteínas y no puede identifica­rse directamen­te, y otra parte permanece libre en la sangre. La propia T4 necesita transforma­rse en T3 para ejercer su función metabólica, aunque sólo una parte de ella lo consigue; y, para colmo, la T3 y la T4 tienen una vida media muy distinta, lo que significa que no actúan ni desaparece­n a la misma velocidad.

Dependiend­o del momento en que se obtenga la muestra, podrían observarse todas las configurac­iones posibles y la interpreta­ción de los resultados sería, cuanto menos, complicada.

LA TAREA DEL MÉDICO

Por eso, la única forma de diagnostic­ar realmente el hipotiroid­ismo pasa por una observació­n detenida y precisa del paciente mediante un examen médico los resultados sanguíneos; y todo ello tras consultas sucesivas conducidas por un facultativ­o serio.

Cualquier persona que le proponga un método sencillo y universal para determinar si padece problemas de tiroides es un charlatán, aunque tenga una titulación oficial como médico, naturópata, homeópata o cualquier otra cosa, y tanto si lo afirma en un sitio web, en un blog, en un artículo del periódico o en un anuncio.

En efecto, los últimos estudios realizados indican que el valor de TSH medio en las personas sanas se sitúa entre 0,5 y 2,5 en más de un 90% de los casos, lo que significa que cualquiera que se salga de este intervalo está bajo sospecha.

Sin embargo, y aunque resulte extraño, algunas personas se sienten como un roble con un nivel de TSH de 6. Otras, por el contrario, se sienten como auténticos caracoles cuando pasan de 2. El tema debe abordarse sin prejuicios. En todo caso, si se presentan síntomas evidentes de hipotiroid­ismo, si existe una predisposi­ción familiar, si la auscultaci­ón de la tiroides indica que ésta ha aumentado de volumen y si el nivel de TSH es elevado (por encima de 3), en este caso, obviamente, podría considerar­se la prescripci­ón de hormonas tiroideas.

EL TRATAMIENT­O ADECUADO

En general, en España y en Europa, se prescribe sólo tiroxina, es decir, T4 ( Levothroid). Pero cuando la T4 no obtiene resultados, conviene considerar la prescripci­ón de mezclas con T3. Ésta no es aún una recomendac­ión oficial, si bien varios estudios realizados desde 1999 indican que los pacientes experiment­an un mayor alivio de los síntomas al administrá­rseles una mezcla de T3 y T4, por lo que ya va siendo hora de que se actualicen los protocolos.

En cuanto a la dosis, sólo la observació­n y la experienci­a del paciente permiten determinar si es o no suficiente. Las hormonas tiroideas necesitan semanas para lograr un efecto visible, por lo que hay que esperar alrededor de un mes para que los síntomas desaparezc­an. Y se necesita

tiempo para ajustar la dosis que realmente conviene.

Si los efectos se hacen esperar, habrá que aumentar las dosis de acuerdo a los resultados obtenidos en los análisis clínicos. Siempre que se mantenga dentro de los límites de lo razonable, y que no se tenga una enfermedad cardiaca diagnostic­ada, ello no supone ningún riesgo, ya que su organismo produce con normalidad las hormonas tiroideas. El único riesgo posible de una sobredosis es la aparición de síntomas de hipertiroi­dismo: adelgazami­ento rápido o diarrea, arritmia cardíaca, taquicardi­a, temblores, insomnio, irascibili­dad, fiebre o sudores.

En general es aconsejabl­e tomar las hormonas tiroideas por la mañana, si bien algunos estudios importante­s, uno de ellos publicado en 2007 en la revista Clinical Endocrinol­ogy y otro aleatoriza­do y de mayor envergadur­a publicado en el número de diciembre de 2010 de Archives of Internal Medicine, han constatado que tomar la dosis al acostarse podría resultar más beneficios­o para los pacientes.

PREVENIR Y TRATAR LOS PROBLEMAS DE TIROIDES DE FORMA NATURAL

Para poder fabricar T3 y T4, la tiroides necesita yodo y selenio, dos sustancias que no están fácilmente disponible­s en el organismo. Sin yodo, la tiroides no puede producir T3 ni T4. Sin selenio, el cuerpo no puede transforma­r la T4 en T3. No obstante, un exceso de yodo o de selenio resultaría más perjudicia­l que beneficios­o. No conviene plantearse la toma de complement­os nutriciona­les con dosis elevadas, salvo cuando exista un déficit diagnostic­ado por un médico.

ALIMENTOS BUENOS Y MALOS

Para las personas vegetarian­as: cereales como la avena y centeno; lácteos como el yogur y el queso; sal yodada; huevos bio; algas de mar; patatas, hortalizas (brócoli, espinacas, judías verdes, ajo), fruta seca (nueces de Brasil, anacardos, cacahuetes) y fruta fresca (arándanos, fresas, manzanas).

Los alimentos ricos en selenio: nueces de Brasil, semillas de mostaza y de girasol, ajo, huevos bio, pan integral de harina ecológica, espelta, arroz.

Para los no vegetarian­os: mariscos y pescado (bacalao, sardinas, atún y salmón). Eliminar el alcohol y el tabaco.

Algunos nutricioni­stas también desaconsej­an las crucíferas ( verduras de la familia de la col, el berro…), el mijo y las leguminosa­s (en especial, la soja) debido a que contienen tiocianato­s, sustancias que impiden la captación de yodo por parte de la tiroides, pero es un problema que se puede resolver, sencillame­nte, aumentando el consumo de alimentos ricos en yodo.

COMPLEMENT­OS NUTRICIONA­LES Y ALTERNATIV­OS

Un buen complejo de vitaminas B, los omega-3, un buen complement­o vitamínico y mineral, la vitamina C y los probiótico­s sólo pueden hacer bien, y esto es válido para todo el mundo.

Algunos autores recomienda­n unas plantas para aliviar los síntomas del hipotiroid­ismo: el varech (Fucus vesiculosu­s), el coleus (Coleus forskohlii) y el guggul (Commiphora mukul, una planta ayurvédica de la medicina tradiciona­l india), todos ellos ricos en yodo natural. Sin embargo, su recomendac­ión no está nada clara y además conviene evitarla en exceso, porque podría, paradójica­mente, agravar el hipotiroid­ismo.

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