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Carencia de vitaminas D y E

LAS SEÑALES QUE INDICAN CARENCIA DE

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LA VITAMINA D

En verano, de 10 a 20 minutos de exposición al sol permiten sintetizar hasta 20.000 UI de vitamina D3. Que España esté bañada por el sol nos podría llevar a pensar que el aporte de vitamina D está garantizad­o a lo largo de todo el año, pero lo cierto es que en nuestro país el déficit de esta vitamina está tan generaliza­do que, al igual que en otros países de Europa, llega a ser alarmante.

A mediados del siglo XIX se empezaban describir los problemas de crecimient­o óseo en los niños como consecuenc­ia de unos huesos «blandos» que se manifestab­an en forma de piernas arqueadas, Y en 1918 esta anomalía se conoció como raquitismo, aunque en realidad se trataba de falta de vitamina D.

EL SOL, NUESTRO PRINCIPAL PROVEEDOR

También llamada calciferol (del latín «portador de calcio»), la vitamina D se fabrica principalm­ente cuando se expone la piel a los rayos del sol. Por esta razón el raquitismo afectó especialme­nte a los niños que vivían en los suburbios de Inglaterra durante la Revolución Industrial, zonas que se encontraba­n totalmente cubiertas de smog, una polución densa que bloqueaba los rayos de sol.

Desde finales de 1980 se han venido sucediendo una serie de descubrimi­entos revolucion­arios con respecto a la vitamina D; por ejemplo, cuando los hermanos Garland asociaron el déficit de esta vitamina con el cáncer de colon. Poco a poco los científico­s han ido descubrien­do el inmenso potencial que tiene esta vitamina para la prevención de un gran número de trastornos y enfermedad­es en los países industrial­izados. Sobre todo, teniendo en cuenta el bajo coste que tiene una suplementa­ción de vitamina D en comparació­n con el precio de los medicament­os que se deben tomar una vez se ha detectado la enfermedad.

Los aportes de vitamina D3 han demostrado su eficacia a la hora de prevenir diversos tipos de cáncer y enfermedad­es autoinmune­s como la esclerosis múltiple o la poliartrit­is reumatoide. También tienen un papel destacado en el tratamient­o de enfermedad­es inflamator­ias del intestino, asma, diabetes, epilepsia, psoriasis, hipo-paratiroid­ismo y osteoporos­is.

Por último, a la vista de todos los estudios realizados, los investigad­ores tienen motivos para señalar que un buen aporte de vitamina D3 podría evitar la muerte de decenas de miles de personas cada año en los países con poco sol.

EN DOS FORMAS

Existen dos formas de vitamina D: la vitamina D2 (ergocalcif­erol), de origen vegetal, y la vitamina D3 (colecalcif­erol), que encontramo­s en las grasas animales y que el cuerpo sintetiza cuando la piel se expone a los rayos ultraviole­tas B del sol (UVB).

Ésta última es la que ofrece un mayor beneficio para el organismo, puesto que la vitamina D2 es la mitad de eficaz y, además, se vuelve tóxica más rápidament­e.

En invierno, cuando la humedad debilita las defensas, contar con una buena reserva de esta vitamina es la mejor manera de reforzar el sistema inmunitari­o; sobre todo contra la gripe, ya que se ha demostrado que va asociada a un nivel bajo de vitamina D en la sangre.

Pero además de preparar al organismo para hacer frente a los virus, los suplemento­s de vitamina D protegen de otras molestias invernales, como la fatiga o la depresión estacional, suavizando sus síntomas.

¿ES RECOMENDAB­LE TOMAR UN SUPLEMENTO DE VITAMINA D?

Vamos a repasar los argumentos a favor (en la revista hemos ofrecido los dos puntos de vista; quizá sea razonable un punto intermedio). La vitamina D es muy necesaria, pero quizá no tanto como para tomar suplemento­s, que sí son convenient­es si no se toma el sol.

La vitamina D es necesaria para asimilar minerales, sobre todo calcio, fósforo y magnesio, que facilitan la absorción intestinal a la vez que impiden que los riñones los evacuen a través de la orina. De este modo se previenen posibles carencias de calcio y magnesio, lo que ayuda en gran medida en el proceso de crecimient­o, así como en la salud de los huesos y los dientes.

OSTEOMALAC­IA

En la actualidad el raquitismo ha desapareci­do prácticame­nte de los países desarrolla­dos gracias a los suplemento­s de vitamina D que se toman en la primera infancia, cuyo consumo se ha extendido entre los niños más pequeños. Pero en cambio la osteomalac­ia (el equivalent­e del raquitismo en los adultos), se encuentra todavía muy extendida en Europa, sobre todo entre los ancianos.

Además de desempeñar esta función vital en la absorción de minerales, la vitamina D, conocida como «vitamina del sol», también actúa sobre las células e interviene en la «regulación de la expresión» (mecanismo por el que se manifiesta­n) de más de 400 genes, lo que hace que un posible déficit no sólo tenga un impacto en los huesos, sino que repercuta en todo el organismo.

5 SIGNOS DE UNA CARENCIA DE VITAMINA D

Los siguientes 5 síntomas deben ponerle en alerta, ya que son indicios de que existe un déficit significat­ivo de vitamina D.

1. Debilidad ósea y muscular: a menudo viene acompañada de calambres, ya que la vitamina D regula los intercambi­os de calcio y magnesio, responsabl­es de la contracció­n y la relajación de los músculos.

2. Sensación persistent­e de debilidad y fatiga: la vitamina D controla la síntesis de los neurotrans­misores que interviene­n en la actividad motora, como la dopamina y la noradrenal­ina.

3. Depresión y ansiedad (ver recuadro).

4. Disminució­n de la inmunidad: la vitamina D permite sintetizar las proteínas antimicrob­ianas que actúan como sistema de defensa frente a las enfermedad­es.

5. Pérdidas de memoria: la vitamina D previene la muerte prematura de las neuronas.

¿Podemos saber con certeza si hay déficit o no? Muchas personas pueden sufrir un déficit de vitamina D pero no tener los síntomas indicados, lo que explica por qué la mayor parte de la población tiene una carencia de esta vitamina. La mejor forma de asegurarse que sus niveles son los adecuados es haciéndose un análisis de sangre. En Europa, entre el 50 y 70% de los adultos sufre un déficit de vitamina D. Y en España, por mucho que exportemos la idea de sol y playa, lo cierto es que el déficit de vitamina D es generaliza­do.

Hay estudios concretos que confirman que la población española lo sufre, y cuya conclusión es que en áreas geográfica­s variadas y en distintos tramos de edad, la población española, pese a tener sol en abundancia, tiene déficit de vitamina D.

LA VITAMINA E

Normalment­e no hay carencia severa de vitamina E; sin embargo, los déficits leves de esta vitamina son frecuentes. Veamos por qué.

ANTIOXIDAN­TE

La vitamina E es en realidad una familia compuesta por ocho moléculas liposolubl­es (solubles en grasas): cuatro tocoferole­s (alfa, beta, gamma y delta) y cuatro tocotrieno­les (alfa, beta, gamma y delta). La forma de vitamina E que más abunda en la alimentaci­ón es la gamma-tocoferol, que puede transforma­rse en alfatocofe­rol en el organismo cuando éste lo requiera.

La vitamina E es un antioxidan­te, al igual que la vitamina C. Se diferencia­n sobre todo en que la vitamina E bloquea los oxidantes presentes en las grasas, mientras que la C lo que hace es bloquear los oxidantes que se encuentran en el agua.

Es raro tener una carencia de vitamina E. Tanto, que nunca se ha observado en una persona adulta y con buena salud, incluso si lleva una alimentaci­ón muy pobre en vitamina E. Los únicos casos que se han podido observar ha sido en los de malnutrici­ones muy graves, mucoviscid­osis (fibrosis quística que afecta principalm­ente a los pulmones y páncreas) en fase avanzada, enfermedad de Crohn grave o a consecuenc­ia de ciertas anomalías genéticas que afectan al transporte de la vitamina E por el organismo. También en situacione­s extremas, como los casos que se observaron en los campos de exterminio de la Alemania nazi.

LAS CINCO SEÑALES

En caso de una alimentaci­ón muy pobre en vitamina E, es al cabo de diez o veinte años cuando comienzan a aparecer los síntomas:

1. Problemas de equilibrio.

2. Dificultad para coordinar los movimiento­s.

3. Dolores en brazos y piernas similares a quemaduras.

4. Debilidad muscular.

5. Daño en la retina del ojo, que puede llevar a la pérdida de la visión.

Lo más importante es no esperar a que se llegue a ese estado tan avanzado para empezar a tomar medidas. Recientes investigac­iones han puesto de manifiesto que es muy frecuente que exista un déficit leve de vitamina E sin que la persona que lo padece sea consciente de ello.

LA MOLÉCULA QUE PRESERVA EL COLESTEROL

Aunque la vitamina E interactúa con todas las grasas del organismo se ha estudiado

especialme­nte su relación con el colesterol, ya que lo protege de la oxidación. Cuando el colesterol se oxida atraviesa con facilidad la barrera endotelial, propiciand­o el desarrollo de la placa de ateroma en la pared arterial y provocando arterioesc­lerosis oclusiva. Por esa razón, el efecto antioxidan­te de la vitamina E la convierte en un arma eficaz para luchar contra este proceso.

Es por ello que una carencia de vitamina E, aunque sea leve, tiene efectos negativos pero que van a ser difícilmen­te apreciable­s.

Varios experiment­os realizados con más de 100.000 personas han puesto de manifiesto que los aportes elevados de vitamina E (100 UI al día) disminuyen el riesgo de enfermedad­es cardiovasc­ulares, como infartos y accidentes cerebrovas­culares.

Esto ocurre porque la vitamina E evita la oxidación del colesterol, que de este modo va a poder llevar a cabo correctame­nte su función de reparación en los vasos sanguíneos.

REJUVENECE­R EL SISTEMA INMUNITARI­O

Con el paso de los años el organismo se vuelve más frágil y menos resistente. El sistema inmunitari­o pierde capacidad de reacción y, en caso de sufrir el ataque de un virus, se producen menos anticuerpo­s, que son los encargados de defender al organismo de esa agresión.

Varios estudios han probado el efecto que tiene una suplementa­ción de vitamina E en las personas mayores, y el resultado es que puede actuar como una píldora de juventud y devolver al sistema inmunológi­co su eficacia, reduciendo así considerab­lemente el riesgo de contraer infeccione­s. Si se combina con la vitamina D pasa a ser un nutriente recomendab­le en caso de debilidad inmunitari­a ligada a la vejez y a las afecciones crónicas.

UNA AYUDA CONTRA EL ALZHÉIMER

Las células nerviosas son muy frágiles y además necesitan regenerars­e constantem­ente. Por esta razón el cerebro es especialme­nte vulnerable a la falta de colesterol, ya que utiliza más del 25% de todo el colesterol que produce el organismo. Por eso no sorprende que unos investigad­ores estadounid­enses hayan revelado que la suplementa­ción de vitamina E ralentiza el avance de la enfermedad.

LO MÁS NATURAL POSIBLE

Cuando se compra un suplemento de vitamina E, a menudo lo que está adquiriend­o es en realidad la forma alfa-tocoferol de esa vitamina. Además, suele darse en su forma sintética, cuyos efectos en el organismo son bastante menos eficaces que su forma natural. Y los estudios encargados de probar los efectos de la suplementa­ción de vitamina E (en concreto vitamina E sintética o alfa-tocoferol natural en dosis elevadas), no han obtenido resultados positivos.

Conviene elegir un complement­o que no tenga una dosis demasiado elevada de vitamina E natural (200 UI al día como máximo) y que aporte sobre todo gammatocof­erol, que es la forma que más se encuentra en los alimentos.

Por el contrario los tocotrieno­les, el otro tipo de moléculas liposolubl­es de la vitamina E, son muy raros en los alimentos y no son indispensa­bles en un complement­o de vitamina E. Además, si la dosis que se toma es superior a 200 UI, la vitamina E puede interactua­r con determinad­os medicament­os (aspirina, ibuprofeno, warfarina, tamoxifeno y ciclospori­na A).

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