El veneno oculto en los dulces
EL VENENO OCULTO EN LOS DULCES
Francia prohibió el aditivo E171 (dióxido de titanio) en la primavera del año pasado. Pero la UE lo sigue considerando un aditivo seguro. Desde hace años se conoce la toxicidad del dióxido de titanio y, sin embargo, sigue siendo ampliamente utilizado por la industria alimentaria en forma de nanopartículas en chicles, caramelos y hasta en algunos complementos alimenticios… «EL DIÓXIDO DE TITANIO ES UN MINERAL ESTUPENDO»
Absorbe las radiaciones solares ( UVA y UVB), los contaminantes atmosféricos, las bacterias y hasta las células tumorales. Incluso tiene propiedades antivaho (que evitan el desagradable aspecto nebuloso al envasar productos ricos en agua).
Comercializado desde 1923, en un principio se utilizó como pigmento por su brillo de un blanco perfecto, por sus propiedades para combatir la radiación ultravioleta y por su resistencia a la decoloración. Era un cotizado aditivo que se utilizaba en todas las cremas solares y cosméticos. El problema era que, en ocasiones, el dióxido de titanio provocaba alergias y dejaba manchas blancas en la piel. Su producción comenzó a disminuir en la década de los 90, al empezar a utilizarse en proporciones nanométricas. A este tamaño (la mil millonésima parte de un metro), el dióxido de titanio se vuelve invisible pero conserva sus propiedades blanqueantes y fijadoras del color.
Poco a poco, las empresas de la industria agroalimentaria comenzarían a utilizarlo en esta forma de nanopartículas para estabilizar los colores de sus alimentos, sobre todo de los dulces. Así es como M&M’S, muchas marcas de chicles en forma de pastilla e incluso cápsulas de medicamentos, decidieron darse un baño de titanio. Los dentífricos también son más blancos y brillantes gracias a este aditivo, y hoy en día lo encontramos incluso en algunos suplementos dietéticos.
Para comprender las dimensiones de este fenómeno, basta saber que entre 2005 y 2010, la producción de dióxido de titanio pasó de las 2.000 a las 5.000 toneladas anuales.
NANOPARTÍCULAS: VIAJE AL CORAZÓN DE LA CÉLULA
El simple hecho de cambiar el tamaño de las partículas de dióxido de titanio (TIO2), implica también modificar su toxicidad. Las nanopartículas son potencialmente más reactivas que sus homólogas de mayor tamaño, porque gran parte de los átomos que las componen se encuentran en la superficie, que es precisamente donde estas partículas pueden interactuar.
El problema añadido reside en que se trata de partículas tan pequeñas que pueden intervenir de manera mucho más traicionera y peligrosa en el organismo. Mientras las de mayor tamaño se filtran parcialmente por los pulmones, el hígado o la piel, las nanopartículas pasan todas las barreras, incluidas las membranas celulares, presentando así el riesgo de interferir con los mecanismos intracelulares. Por último, sus propiedades fisicoquímicas son muy distintas a las de las partículas de gran tamaño.
UN POSIBLE CANCERÍGENO
El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) clasificó el dióxido de titanio, con su tamaño de partícula habitual, e inhalado en polvo, como posiblemente cancerígeno para el ser humano (grupo 2B). Esto habría debido bastar para alertarnos del carácter mucho más nocivo de su equivalente nanométrico. Pero a decir verdad, el uso de titanio en los alimentos es preocu
pante, pues está muy lejos de ser un metal útil o necesario para el funcionamiento del cuerpo humano.
SOSPECHAS DE TOXICIDAD QUE TARDAN EN DEMOSTRARSE
Uno de los últimos informes realizados al respecto por las autoridades sanitarias francesas (Afssaps, 2011) indica que las nanopartículas de titanio no parecen traspasar las capas superficiales de la epidermis «según el estado actual de conocimientos».
En realidad, todavía no existe ningún estudio científico sobre la toxicidad de las nanopartículas de dióxido de titanio en las cantidades de exposición actuales, cada vez mayores. En ese informe también se dice que conviene evitar las cremas solares a base de dióxido de titanio sobre quemaduras solares u otros eritemas, o en contacto con el agua.
Con la exposición a la luz, el dióxido de titanio se dispersa y genera radicales libres responsables del envejecimiento de la piel y de la aparición de los cánceres cutáneos. Se aconseja asimismo evitar el uso de crema en spray en un medio cerrado (por ejemplo, una habitación) para evitar cualquier inhalación de partículas.
¿Y qué sucede con estas nanopartículas al ser ingeridas? Hoy se sabe, gracias a un estudio de 2009 (Robert Schiestl, UCLA, EEUU) que estas nanopartículas provocan un estrés oxidativo y una reacción inflamatoria que puede llegar incluso a romper la estructura helicoidal del ADN. Esta reacción inflamatoria se ha observado también en los pulmones, la boca (las nanopartículas de 25 nanómetros pueden absorberse por la boca) y los intestinos.
En dosis masivas (más de 5 microgramos por mililitro), las nanopartículas de E171 pueden dañar la barrera hematoencefálica, alterando severamente el equilibrio celular, facilitando consecuentemente la muerte celular por apoptosis, un mecanismo de destrucción distinto de la muerte celular por necrosis (falta de oxígeno). De todas formas se trata de unos estudios de laboratorio que se procuran ocultar o menospreciar por parte de la industria y sus intereses. Pero, ¿y el principio de precaución?
APORTAR TRANSPARENCIA SOBRE LA TOXICIDAD REAL
Medir la toxicidad real de estas nanopartículas, en el tamaño y dosis que nos afectan, se ha convertido en una urgencia. Lamentablemente, los investigadores no muestran demasiado interés. En Francia, por ejemplo, ahora mismo hay un equipo que, en el marco de su proyecto Nanogut, se ha puesto manos a la obra midiendo los efectos de estas nanopartículas en los modelos gastrointestinales con exposiciones crónicas (baja concentración, tiempo prolongado) o repetidas.
En el caso de España, en el vigente Reglamento (UE) 1169/2011, sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, tan sólo se incluye el aditivo E171 en la lista de aditivos aprobados por la UE, siendo la dosis máxima permitida quantum status (es decir, que puede añadirse la cantidad necesaria del aditivo para alcanzar su efecto deseado en el alimento).
Urge una mayor transparencia al informar de estas nanopartículas en los productos que consumimos. Porque también algunos suplementos dietéticos que hay en el mercado contienen dióxido de titanio, utilizado como excipiente.
A la espera de saber más y, como precaución, lo lógico sería limitar la exposición a estas nanopartículas, sobre todo en los niños, puesto que son los más expuestos por vía oral, ya que entre los productos alimentarios que más lo contienen en mayores cantidades se encuentran los dulces.
La única forma de conseguirlo, por el momento, es mediante un boicot a todos los productos que contengan este aditivo E171.