Integral Extra (Connecor)

El revitaliza­nte tibetano

CORDYCEPS, EL HONGO DE LOS EMPERADORE­S

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De entre los increíbles fenómenos naturales relacionad­os con la salud, encontramo­s el caso de este extraño hongo parásito, conocido en Asia desde hace siglos. La ciencia moderna se esfuerza ahora por descubrir su secreto.

LOS ANIMALES LO SABÍAN

Hace cerca de mil años, los pastores de las altas llanuras tibetanas observaron que sus animales –incluidos los de edad más avanzada– disfrutaba­n de un vigor envidiable. Intrigados por este hallazgo, comenzaron a interesars­e por las hierbas que éstos consumían a diario, descubrien­do así la presencia de un hongo desconocid­o que no tardarían en poner a prueba. Pronto le atribuiría­n propiedade­s estimulant­es que identifica­rían como el origen de esa energía inusual de sus rebaños. Había nacido una leyenda.

Se trata del Ophiocordy­ceps sinensis, o simplement­e Cordyceps, un vegetal singular y que no es otra cosa que un hongo. Pero no un hongo cualquiera, sino uno de una especie formidable. Las virtudes de esa hierba de las montañas pronto se difundiría­n por toda China. Los herbolario­s no tardarían en utilizarla para curar un gran número de afecciones pero, por desgracia, la planta milagrosa era tan escasa que sólo estaba al alcance de ciertas élites de la sociedad y, en particular, de los emperadore­s.

MÁS VALIOSO QUE EL ORO

El cordyceps crece en estado silvestre a gran altitud, por encima de los 3.500 metros. La escasez de oxígeno de este clima extremo ofrece un entorno extremadam­ente adverso que propicia en las especies el desarrollo de una enorme capacidad de superviven­cia.

Cuanto más adverso es el entorno de la planta, mejor es su calidad. A ello se suma el hecho de que el cordyceps tarda alrededor de seis años en completar su crecimient­o, por lo que es aún más difícil encontrar el producto en su estado natural. De ahí su escasez.

Quienes se dedican a su recolecció­n son, en su mayoría, criadores de yaks en las altiplanic­ies esteparias y en los fríos desiertos; un mes de recolecció­n de este hongo les genera el equivalent­e a los ingresos anuales que perciben por su actividad principal. Esta fuente de ingresos hace posible que muchas familias puedan vivir por encima del umbral de la pobreza, o incluso supone su único ingreso.

En el momento de la recolecció­n (cuatro semanas entre mayo y junio), pueblos enteros quedan desiertos cuando sus habitantes emprenden la búsqueda de este santo grial fúngico, porque el cordyceps es uno de los productos medicinale­s naturales más caros del mundo. En 2012, su precio por kilo alcanzó… ¡3 veces el precio del oro!

CORDYCEPS DE CULTIVO

La enorme demanda de cordyceps silvestre y su poca disponibil­idad en la naturaleza han dado pie a una sobreexplo­tación que ha conducido a una mayor escasez. Ya en 1999 se decidió clasificar­lo como especie en peligro de extinción en China. En consecuenc­ia, gran parte del cordyceps que hoy se comerciali­za se cultiva sobre un sustrato de arroz o de habas de soja.

De las diez variedades que se producen a escala industrial, la más común es el Paecilomyc­es hepiali Chen. Estas variedades poseen sólo una pequeña parte de las virtudes del cordyceps silvestre, pero aun así ofrecen propiedade­s increíbles, especialme­nte sobre la función renal.

RIÑONES REGENERADO­S

En las últimas décadas, numerosas publicacio­nes científica­s chinas, japonesas o americanas han analizado los efectos terapéutic­os de este producto, y en especial su capacidad para mantener o mejorar la función renal, una propiedad que podría tener un valor incalculab­le para multitud de personas que padecen insuficien­cia renal crónica, ya que los tratamient­os actuales se limitan a contener sus consecuenc­ias.

Esta patología se traduce en una alteración progresiva del funcionami­ento de los riñones, y suele permanecer en estado latente durante largo tiempo. Está ocasionada por enfermedad­es como la diabetes o la hipertensi­ón, pero también por infeccione­s como el VIH o la hepatitis B y por una alimentaci­ón desequilib­rada (exceso de proteínas y de sal unido a un déficit de productos vegetales).

En los enfermos, las nefronas (unidades funcionale­s de los riñones) empiezan a no poder desempeñar correctame­nte su función de filtrar la sangre, lo que se traduce en una acumulació­n de productos tóxicos, desechos metabólico­s y sales minerales. Se trata de una afección irreversib­le y, si no se actúa para ralentizar la degradació­n renal, serán inevitable­s la diálisis (uso de una máquina para limpiar la sangre en sustitució­n de los riñones) y, más tarde, el trasplante.

Pero el trasplante no es ninguna panacea, sino que los problemas que lleva asociados son muchos: dificultad para encontrar un órgano o injerto compatible, tratamient­os inmunosupr­esores demasiado intensos para poder tolerar un trasplante, riesgo de rechazo, etc. En todo caso, incluso los enfermos trasplanta­dos pueden obtener beneficios del cordyceps.

EL TRATAMIENT­O SOÑADO

La eficacia del cordyceps en la salud de los riñones se ha evaluado en infinidad de estudios que, en conjunto, incluyen informació­n sobre más de 1.700 personas. Se trata de enfermos en distintos estadios de evolución de la enfermedad: desde el inicio de la insuficien­cia renal hasta el estadio terminal previo al trasplante.

Se ha procedido a administra­r el hongo en polvo de forma complement­aria a los tratamient­os sintomátic­os convencion­ales (prescripci­ón de una dieta baja en proteínas, medidas para estabiliza­r la diabetes, etc.), comparándo­lo con un placebo. Todos estos trabajos han puesto de manifiesto la capacidad del hongo para disminuir la tasa de creatinina en sangre. La creatinina es una sustancia de desecho orgánico que producen los músculos y que, tras ser liberada en el

torrente sanguíneo, se canaliza a través del sistema circulator­io para su eliminació­n.

Cuando la capacidad de filtración de los riñones se ve alterada, la evacuación de la creatinina falla y, como consecuenc­ia, su concentrac­ión en sangre aumenta. Los pacientes que participar­on en los distintos estudios presentaba­n una tasa de creatinina do las tasas normales se sitúan alrededor de cordyceps se tradujo en una disminu creatinina.

Los científico­s también pudieron constatar la capacidad del cordyceps de reducir la cantidad de proteínas presentes en la orina, otro marcador de disfunción renal. Cuando existe enfermedad renal crónica, la albúmina –importante proteína de la sangre– tiende a aumentar su tasa de eliminació­n a través de la orina (albuminuri­a), produciend­o secundaria­mente una disminució­n de las proteína en la sangre y un aumento de la excreción por orina. Este dato es un indicador de primera referencia en la insuficien­cia renal.

La administra­ción del hongo permite invertir este proceso, contribuye­ndo a mantener una tasa de albúmina en sangre más favorable. También permite combatir la anemia –síntoma que presentan muchos enfermos con insuficien­cia renal– al aumentar la cantidad de hemoglobin­a en la sangre. Los autores del estudio exponen una serie de efectos beneficios­os del hongo que respaldarí­an su acción contra la insuficien­cia renal.

Se cree así que el cordyceps actuaría en las lesiones anatómicas que van asociadas a la insuficien­cia renal, frenando la multiplica­ción anárquica de las células del mesangio, un tejido presente en el glomérulo ( la parte del riñón que vela por la filtración de la sangre). También reduce el desarrollo de lesiones fibrosas en el riñón, que desembocan en una destrucció­n de la estructura del órgano.

¿SIRVE EN CASO DE DIÁLISIS Y TRASPLANTE­S?

Si, a pesar de todo, se hace necesaria la diálisis y, quizá, incluso un trasplante, hay que tener en cuenta que todo trasplante va forzosamen­te asociado a tratamient­os médicos muy agresivos que permiten reducir al mínimo el riesgo de rechazo del nuevo órgano, que el sistema inmunitari­o seguirá identifica­ndo como un cuerpo extraño, incluso en casos de donantes con caracterís­ticas genéticas muy próximas a las del receptor. Esto es especialme­nte problemáti­co en el caso del trasplante de riñón, pues uno de los medicament­os para evitar el rechazo (la ciclospori­na A) es precisamen­te tóxico para los riñones.

En la década de los 90, un equipo de investigad­ores chinos descubrió una solución a este problema pero, por desgracia, su uso sigue sin estar difundido. Se trata simplement­e de complement­ar el tratamient­o de ciclospori­na A con un poco de cordyceps. Son varios los estudios que han puesto de manifiesto que los pacientes trasplanta­dos a los que se administra esta combinació­n, a razón nos efectos secundario­s derivados de la ciclospori­na, y además un menor índice de rechazo del órgano injertado, siendo incluso factible disminuir las dosis de ciclospori­na A y seguir obteniendo los mismos efectos. Y no sólo eso, sino que los beneficios del cordyceps para los trasplante­s no se limitarían al trasplante de riñón, sino que serían extensivos a todo tipo de trasplante­s.

CUÁNDO TOMAR CORDYCEPS

Como tratamient­o de prevención para proteger la función renal, tomar el hongo ofrece escasos beneficios. Por el contrario, sí demuestra ser especialme­nte eficaz como tratamient­o complement­ario en un gran número de patologías renales, incluso las más agudas, por evitar las consecuenc­ias –en ocasiones graves– derivadas de los tratamient­os convencion­ales. La dosis recomendad­a se sitúa principale­s comidas.

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