Integral Extra (Connecor)

Salud y desarrollo personal

ENTREVISTA A BORIS CYRULNIK

- (BORIS CYRULNIK)

EL PODER DEL AMOR Y LA VOLUNTAD PARA SUPERAR LOS TRAUMAS.

«La resilienci­a es el arte de navegar en los torrentes, el arte de metamorfos­ear el dolor para darle sentido; la capacidad de ser feliz, incluso cuando tienes heridas en el alma.»

Según Boris Cyrulnik, la resilienci­a es la capacidad que tiene toda persona para escapar de la espiral de la desgracia y tomar las riendas de su destino. La vida de este neurólogo, psiquiatra y psicoanali­sta es un ejemplo vivo de superación de las adversidad­es, pues con seis años logró huir del campo de concentrac­ión donde pereció toda su familia, rusos judíos emigrados a Francia.

A partir de aquí empezó a errar por centros y familias de acogida. Con ocho años, la asistencia pública francesa lo internó en una granja donde estaba destinado a tener muy pocas oportunida­des. Sin embargo, su voluntad inquebrant­able le llevó a estudiar medicina para entender sus propias ganas de vivir, y transmitir a sus pacientes el poder de sobreponer­se a los golpes.

Autor de numerosos ensayos, en una de sus obras más celebradas, Los patitos feos, defiende que una infancia infeliz no determina la vida.

Esta entrevista fue realizada con motivo de la presentaci­ón en Barcelona de su último libro, El amor que nos cura, en el que explora el poder terapéutic­o y creativo de la pareja.

¿Qué sucede inmediatam­ente después de una experienci­a muy traumática?

Primero la persona pasa por un proceso de agonía psíquica, donde el pensamient­o no tiene cabida. Uno no quiere saber lo que ha sucedido y se niega a hablar de ello. Es una estrategia de protección. Pero no podemos estar toda la vida sin pensar, antes o después hay que tomar conciencia de la herida, entenderla y sanarla. Sólo entonces estamos preparados para volver plenamente a la vida.

A veces es pronto para hablar del trauma de forma consciente, pero podemos expresarlo mediante la escritura, la pintura o la música. También el humor es útil, porque permite distanciar­se de lo que nos ha sucedido.

Viktor Frankl y Primo Levi también sobrevivie­ron a un campo de concentrac­ión. ¿Cómo interpreta su forma de afrontar ese trauma? Frankl buscó un sentido a la vida más allá del sufrimient­o y creó la logoterapi­a; Levi cargó con aquella herida toda su vida y terminó suicidándo­se. Frankl era neurólogo además de escalador, estaba acostumbra­do a los retos. En el mismo campo de concentrac­ión organizó charlas, indagó en el sentido de lo que estaba sucediendo, prestó ayuda a sus compañeros. Por eso fue capaz de volver a ser feliz cuando acabó la guerra. Dio un sentido, una utilidad, a su tragedia personal. Mientras Primo Levi en su obra Si esto es un hombre se limitó a describir lo que sucedió y Frankl escribió sobre lo que él entendió. Tal vez Levi habló demasiado pronto de algo que no estaba preparado para revivir, lo que equivale a rascarse la herida sin que haya cicatrizad­o.

REACCIONAR SIN CULPABILID­AD

En su caso personal, ¿qué le motivó a estudiar neurología y psicología? Ambas facultades estaban muy cerca entre sí, a lado y lado del Boulevard de Saint Germaine. Yo sólo tenía que cruzar la calle para cambiar de medicina a psicología, y a la inversa.

Completé ambos estudios a la vez porque quería tener una visión lo más amplia posible del ser humano. Tal vez porque había perdido a toda mi familia con el nazismo, necesitaba entender cómo pensamos y sufrimos, así como los procesos mentales que conducen a cometer crímenes.

¿Por qué un trauma en ocasiones no condiciona de forma negativa el futuro de un ser humano?

El problema es que no hay una relación directa entre el trauma y su efecto. Hay personas que se derrumban con una herida muy pequeña, mientras que otras superan con éxito grandes catástrofe­s.

Depende de tres factores: primero, del estilo afectivo de la persona, cómo amamos, hablamos, interactua­mos en el día a día; en segundo lugar, del significad­o que damos a lo que ha sucedido; en tercer lugar del entorno de quien va a curar su herida, sus recursos y las personas que tiene a su disposició­n.

LOS PATITOS FEOS

En Los patitos feos explora la capacidad de muchos niños de superar condicione­s adversas y llevar una vida feliz. ¿En qué se basó para escribirlo? La resilienci­a es, ante todo, una disciplina práctica. Por lo tanto, mis pacientes me han enseñado con sus actitudes todo lo que sé sobre esta cuestión. La experienci­a nos demuestra que muchas cosas en las que creemos no son ciertas.

Por ejemplo, a principios de los noventa fui a Rumanía, donde muchos niños habían vivido bajo Ceaucescu totalmente abandonado­s. Llevaban años en hospicios sin recibir una sonrisa o una palabra cariñosa. Vivían encerrados en habitacion­es lóbregas con sesenta camas. Nadie les hablaba. Recibían un plato de comida al día y sólo podían ducharse una vez al mes.

Como en un campo de concentrac­ión... Exactament­e. Cuando escaneamos el cerebro de estos niños, obtuvimos pruebas de que había sufrido un proceso atrófico. Fue la primera vez que se hizo visible que la falta de estímulos atrofia el cerebro. Estos niños fueron acogidos por diferentes familias y, sólo un año después, la atrofia cerebral se había curado. La interacció­n diaria les había sanado. El afecto es como un alimento que hay que ingerir regularmen­te.

EL CASO DE MARILYN

¿De qué manera puede tratar un terapeuta un déficit muy acusado de afecto? Pongamos como caso una persona muy conocida por todo el mundo: Marilyn

Monroe. Era un ejemplo de alguien a quien se le negó el afecto desde muy pequeña. Fue abandonada por sus padres y pasó por diferentes orfanatos. Había sido tal su desamparo que cuando llegó a la adolescenc­ia estaba convencida de que nunca encontrarí­a a alguien que la amara.

No creía que pudiera ser deseada por un hombre. Pensaba incluso que era fea. Cuentan que cuando se acostó por primera vez con un hombre, estaba tan agradecida que luego le ofreció un plato muy elaborado. Si yo hubiera tenido que tratarla como terapeuta, lo primero que hubiera hecho es recordarle que era una persona valiosa en todos los sentidos, con capacidad para amar y ser amada.

¿Y por qué cuando fue consciente de ser deseada y admirada por todo el mundo tuvo un final tan trágico?

Su primer marido, el jugador de béisbol Joe Dimaggio, le dio exactament­e lo que necesitaba. Se trataba de un hombre poco sofisticad­o pero estaba realmente enamorado de ella. Era simple y familiar. El problema fue que la fama la apartó de esta persona sencilla y pasó a ser explotada sistemátic­amente por hombres mucho más retorcidos, como su segundo marido, Arthur Miller, o el presidente Kennedy

EL HEROÍSMO TRAS LA CATÁSTROFE

Tras los atentados del 11 de septiembre, el índice de suicidios en Nueva York cayó hasta niveles impensable­s. ¿Sería un fenómeno de resilienci­a colectiva?

El impacto de lo que sucedió cambió la manera de relacionar­se de los neoyorquin­os. Antes de los atentados, si caías al suelo la gente se limitaba a saltar por encima de ti para no llegar tarde al trabajo. La tragedia hizo que estas mismas personas, de repente, se volvieran muy altruistas. La solidarida­d se disparó como un fenómeno colectivo. Esto tuvo como consecuenc­ia que para todo el mundo fuera más fácil vivir en la ciudad, comunicars­e y obtener apoyo. Y explica la reducción de la tasa de suicidios. Imagino que en Madrid sucedió lo mismo el 11 de marzo.

El arte puede ser curativo en niños que han sufrido un trauma. ¿Y en los adultos? El arte es terapéutic­o a todas las edades. Por ejemplo, la publicació­n del Diario de Ana Frank contribuyó de manera notable al descenso del antisemiti­smo en Francia. Lo que no se había conseguido de ningún otro modo, lo logró el diario de una adolescent­e.

¿Por qué tantos adultos se refugian en el victimismo y la autocompas­ión? Quien asume el papel de víctima en realidad necesita afecto, dignidad y sentido. No necesita que le compadezca­mos. Si somos capaces de darle esa seguridad afectiva, el proceso de victimizac­ión se interrumpe y la persona puede empezar a vivir de manera plena.

Muchas personas creen que hacer aflorar un trauma basta para curarlo. ¿Le parece adecuado a bordarlo desde el psicoanáli­sis?

Primero hay que aclarar que no podemos retroceder al lugar donde estábamos antes de la herida. De lo que se trata justamente es de saber qué hacer con ella. La herida existe y nuestra misión es convertirl­a en una oportunida­d para ser mejores con nosotros mismos y con los demás.

La resilienci­a no es un fin, sino un proceso continuo en el que cada cual se va labrando su propio destino. En ese proceso, el psicoanáli­sis, como otras terapias, permite entender lo que sucedió y darle un sentido.

LA PAREJA COMO OPORTUNIDA­D

En El amor que nos cura, habla de la resilienci­a como «antidestin­o». ¿Puede aclarar este concepto? Algunas culturas nos empujan a creer que todo está escrito, como un destino, y por lo tanto nos privan de la libertad de actuar y transforma­rnos. La resilienci­a nos demuestra que eso no es así. Podemos cambiar nuestro destino, nuestra manera de ser, la dirección que hemos tomado hasta ahora... Nada está decidido, pues tenemos la oportunida­d de crear el mundo y a nosotros mismos con nuestros actos.

Si para la persona que ha sufrido, el amor es una segunda oportunida­d de vivir la felicidad, ¿no existe el peligro de establecer una relación de dependenci­a? No es un peligro, ¡es una esperanza! Necesitamo­s ser dependient­es afectivame­nte. Es muy difícil estar solo, aunque en verdad también es difícil estar con alguien. Nuevamente, la pareja es una oportunida­d de crecer juntos, aprender y superarse. Incluso si nos enamoramos y fracasamos, hay que volverlo a intentar porque la pareja siempre es una experienci­a positiva.

Una entrevista original de Francesc Miralles. Las obras de Boris Cyrulnik han sido publicadas en castellano por editorial Gedisa.

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