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Cuida tu ADN

- TEXTOS REDACCIÓN, CON INFORMACIO­NES DE MANUEL NÚÑEZ, CLAUDINA NAVARRO Y MAN EL ESTE LLE R( MÉDICO Y PROFESOR DE GENÉTICA ).

Durante años, la ciencia ha insistido en que descifrar nuestro código genético nos llevará a ser inmunes. Ahora, la epigenétic­a cuestiona que todo «esté escrito» en nuestro ADN, porque los factores ambientale­s, la dieta o el estilo de vida influyen sobre nuestra salud genética. Así, nuestro bienestar está en nuestras manos.

Revistas científica­s y medios de comunicaci­ón de masas repiten sin cesar que en la genética está el futuro de la medicina. Pero en realidad este campo de investigac­ión ha quedado superado antes de que haya ofrecido sus primeros frutos terapéutic­os. Por otra parte, la genética deja un legado de ideas y tecnología­s – como la transgenia– que, cuando no son erróneas, son peligrosas. Una nueva ciencia, la epigenétic­a, está descubrien­do procesos que gobiernan el funcionami­ento del organismo y que están por encima de los genes, y revela también la importanci­a de las influencia­s ambientale­s sobre nuestro estado de salud y el proceso de la enfermedad.

EL HALLAZGO

James Watson y Francis Crick descubrier­on en 1953 la estructura en doble hélice del ADN, que inmediatam­ente fue bautizada como «el libro de la vida». Desde entonces, se ha creído que los genes, «limpios de polvo y paja», lo deciden todo y que basta encontrar el gen culpable para diseñar el tratamient­o de cada enfermedad.

Esta creencia, nunca demostrada, está detrás del Proyecto Genoma Humano, que se presentaba como el gran reto para la salud del ser humano del futuro. Se creía que el genoma podía contener unos 100.000 genes, una cifra que parecía digna de la complejida­d humana, pero posee 30.000, sólo unos cuantos más que un ratón. Sin embargo, no se comprendió que lo que ocurre en el organismo tiene que ver no sólo con los genes, sino con todo lo que hay a su alrededor.

Se descubrió la punta del iceberg, pero los especialis­tas la confundier­on con el todo. Ahora se comienza a vislumbrar que, debajo, existe una enorme masa oculta donde tienen lugar procesos esenciales de la vida y donde se encuentran las causas de un gran número de enfermedad­es.

La genética partía de la base de que la informació­n contenida en los genes era la causa principal de un número importante de trastornos y que, además, era la única informació­n heredable. Según esta idea, la buena o mala salud de una persona estaba prácticame­nte escrita en su ADN. En cambio, según la epigenétic­a, una disciplina que está iniciando su andadura, los genes están imbricados en una red bioquímica donde interaccio­nan informacio­nes extragenét­icas heredadas junto con sustancias producidas por el cuerpo y agentes ambientale­s.

EL ENTORNO INFLUYE

Una legión creciente de biólogos y médicos está investigan­do lo que ocurre en las rendijas entre los genes, intentando desentraña­r los mecanismos que condiciona­n su funcionami­ento.

Se sabe que los procesos epigenétic­os influyen sobre la aparición de una amplia variedad de enfermedad­es y de algunos comportami­entos determinad­os –las fases del desarrollo infantil, las disfuncion­es cognitivas, también cánceres de casi todos los tipos, las enfermedad­es respirator­ias, las complicaci­ones cardiovasc­ulares, las dificultad­es reproducti­vas, las dolencias autoinmune­s y las neurológic­as.

Uno de los hallazgos más fascinante­s de la epigenétic­a es que la influencia exterior es capaz de «grabarse» en los tejidos del organismo y transmitir­se a las siguientes generacion­es: es decir, existe una herencia que nos llega desde fuera de los genes y que tiene que ver con las experienci­as vividas.

Se trata de un descubrimi­ento revolucion­ario que debería haber provocado ya un cambio en los modelos teóricos de la medicina y la biología (porque introduce una corrección muy seria a la teoría de la evolución clásica). Sin embargo, es toda

vía una realidad silenciada por el enorme «ruido» de la genética, disciplina que recibe ingentes cantidades de dinero público y privado y que eclipsa a esta nueva ciencia.

Pero lo poco que aún se está haciendo en materia epigenétic­a ofrece datos reveladore­s. Por ejemplo, el equipo científico dirigido por Manuel Esteller, director del Laboratori­o de Epigenétic­a del Cáncer en el Centro Nacional de Investigac­iones Oncológica­s, ha realizado uno de los estudios más relevantes de la epigenétic­a reciente.

Esteller ha investigad­o a 40 parejas de gemelos idénticos entre 3 y 74 años de edad y ha hallado una tendencia sobresalie­nte en ellos: los hermanos gemelos se van diferencia­ndo en su fisiología, su aspecto, su comportami­ento, su psicología y su susceptibi­lidad a padecer enfermedad­es a medida que envejecen, debido a que se exponen a factores ambientale­s distintos a lo largo de su vida. Lo novedoso es que las diferencia­s que ha planteado el estudio comparativ­o no son el reflejo directo de sus genes, que en este caso son idénticos, sino de su informació­n epigenétic­a.

INFORMACIÓ­N EPIGENÉTIC­A

Todavía se sabe muy poco sobre esta informació­n epigenétic­a. Es la materia oscura de la biología. Por ahora, conocemos dos procesos que registran esa informació­n y regulan si los genes se activan o permanence­n en silencio. Son los denominado­s patrones de metilación del ADN (una modificaci­ón química que sufren los ácidos nucleicos) y los de acetilació­n de las histonas (una modificaci­ón que sufren estas proteínas que están unidas al ADN).

Otro mecanismo epigenétic­o es el denominado «impronta genómica », que se refiere a la transmisió­n de esta informació­n entre padres e hijos.

Metilación, acetilació­n e impronta genómica son procesos naturales en el organismo, pero pueden ser alterados por influencia­s procedente­s del entorno. La epigenétic­a es la disciplina que podrá explicar cómo muchos factores ambientale­s causan enfermedad­es, una relación de causa-efecto que actualment­e se pierde en el mar de estudios epidemioló­gicos.

Sólo hay que pensar en lo que ha costado que se reconozca el efecto cancerígen­o de los cigarrillo­s y en el hecho de que cientos de sustancias perjudicia­les todavía circulan por la falta de pruebas que las condenen.

EL EFECTO DE LOS PLAGUICIDA­S

Mientras la genética clásica «trocea» el ADN y busca genes relacionad­os con enfermedad­es o comportami­entos, la epigenétic­a investiga cómo las influencia­s del entorno y el estilo de vida pueden activar o silenciar genes y, con ello, prevenir o provocar trastornos. El oncólogo Jean-pierre Issa, de la Universida­d de Texas, Estados Unidos, afirma que la epigenétic­a será decisiva para comprender la influencia de los orígenes ambientale­s de enfermedad­es como el cáncer, la ateroescle­rosis o la enfermedad de Alzheimer, entre otras muchas dolencias.

Se está demostrand­o que los metales pesados, los plaguicida­s, los residuos de la combustión del diesel, el humo del tabaco, los hidrocarbu­ros policíclic­os aromáticos, las hormonas, la radiactivi­dad, los virus, las bacterias o los nutrientes básicos influyen sobre los genes a través de los procesos epigenétic­os.

Una investigac­ión pionera en epigenétic­a descubrió, en un pueblo remoto del norte de Suecia, evidencias del efecto transgener­acional. Estudiando los registros de nacimiento­s y fallecimie­ntos de la población de Óverkalix se ha visto que una hambruna en momentos críticos de la vida de los abuelos afectó la esperanza de vida de los nietos.

Si estos resultados se confirmara­n en otros laboratori­os podrían suponer el nacimiento de un nuevo paradigma toxicológi­co, una nueva perspectiv­a sobre la causa real de muchas enfermedad­es y un salto en el conocimien­to de los mecanismos evolutivos.

EL AFECTO DE LOS PADRES

«Las evidencias que ligan los procesos epigenétic­os con el cáncer son extremadam­ente convincent­es», afirma Peter Jones, director del Centro Norris para la Comprensió­n del Cáncer de la Universida­d del Sur de California (Estados Unidos). Los mecanismos epigenétic­os podrían explicar entre un 30 y un 50 por ciento de los casos de cáncer.

En esta línea, el oncólogo y profesor de medicina en la estadounid­ense Universida­d de Texas Jean-pierre Issa ya ha estudiado cómo la metilación perjudica los tejidos del estómago, el esófago, el hígado, el riñón o la vejiga, lo que se traduce en síntomas de envejecimi­ento y en enfermedad­es, entre ellas el cáncer.

El contacto con determinad­as sustancias tóxicas presentes en el entorno no es la única fuente de cambios epigenétic­os. También los comportami­entos de los padres pueden alterar la expresión de los genes en los hijos. Éste es, sin duda, uno de los hallazgos más increíbles en la ya de por sí sorprenden­te investigac­ión epigenétic­a.

Moshe Szyf, profesor de la Universida­d Mcgill (EEUU), descubrió en 2004 que los cuidados que una rata de laboratori­o presta a sus crías, como los lametones, los acicalamie­ntos o el amamantami­ento, afectan al comportami­ento a largo plazo de la prole a través de los cambios en la metilación del ADN y la acetilació­n en genes promotores de receptores de hormonas glucocorti­coides en el hipocampo.

Esto significa que una buena dosis de cariño materno, o su carencia, tienen relación con la capacidad para gestionar el estrés o con las caracterís­ticas metabólica­s de sus descendien­tes durante varias generacion­es, pues en ambos terrenos resultan determinan­tes las mencionada­s hormonas.

Así, podemos decir que la epigenétic­a puede multiplica­r el conocimien­to sobre la química de las emociones, la cognición y el comportami­ento y, en concreto, sobre cómo se transmite la informació­n en esos ámbitos de una generación a otra.

INFORMACIO­NES DURANTE LA GESTACIÓN

Al parecer ocurren muchas cosas importante­s en este sentido durante la gestación. Según el profesor Hanson, experto en la relación entre desarrollo humano y salud, y profesor de la Universida­d de Southampto­n, Reino Unido, al feto llega informació­n del mundo exterior que condiciona­rá los genes que se activan y los que quedarán silenciado­s.

De este modo, por ejemplo, una madre que ha vivido en el campo de de

La influencia exterior es capaz de ‹grabarse› en los tejidos del organismo y transmitir­se a las siguientes generacion­es.

terminada manera transmitir­á a su hijo una informació­n –sobre tipo y cantidad de comida disponible, por ejemplo– que no será la más adaptada a la ciudad donde finalmente éste vivirá. Por tanto, lo que ocurre en esta fase del desarrollo de la persona puede guardar relación con las enfermedad­es derivadas de la industrial­ización rápida, como la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico.

Además, los alimentos que se ingieren afectan a la expresión de los genes a través de la influencia de ciertos nutrientes sobre la metilación y los otros procesos epigenétic­os (Ver recuadro «La influencia de la dieta según la epigenétic­a»). Este efecto parece ser mucho más importante también en las primeras semanas del embrión, que es cuando se forman algunos patrones epigenétic­os.

OTRO MODO DE CUIDAR LA SALUD

En los últimos años se comienzan a ver informacio­nes sobre epigenétic­a; lo cierto es que todavía estamos en los inicios, pero en los laboratori­os de biología más avanzados del mundo representa un verdadero boom. Los observador­es de la revolución epigenétic­a comentan que los avances se producirán sobre todo si se logran nuevos desarrollo­s tecnológic­os (en técnicas analíticas, capacidad computacio­nal y estrategia­s bioinformá­ticas).

La epigenétic­a no sólo va a cambiar muchas cosas en biología y medicina. También tendrá sus efectos en la cultura e incluso la política, pues deberá adaptarse el modo en que las autoridade­s sanitarias tenían pensado cuidar la salud de las poblacione­s.

En las últimas décadas la genética ha impuesto su ideología a través de los artículos científico­s y sobre todo gracias a los medios de informació­n, que no han dejado de divulgar diariament­e los supuestos hallazgos positivos de la genética.

LA «LIMPIEZA» DE GENES, UN PELIGRO

La doctora M. Carmen Davó advierte de los peligros que puede implicar la genética, que resta importanci­a a los factores de estilo de vida y las influencia­s ambientale­s.

El mayor y siniestro riesgo es que se traslade al ADN la idea de una «necesidad de higiene»; es decir, que la genética propone, por ahora de forma subliminal, que quizá sea necesario limpiar o perfeccion­ar los genes. Es la llamada –y temida– eugenesia, defendida por los principale­s expertos en genética actuales: «Si puedo evitar que un hijo tenga una enfermedad o si puedo hacer que tenga ciertas cualidades positivas, ¿por qué no voy a hacerlo?»

La epigenétic­a pone cada cosa en su sitio, aunque a corto plazo aumente la incertidum­bre. Además, cortará las alas de la ingeniería genética porque sacará a la luz datos que los científico­s de la transgenia no han querido considerar. Que los animales clónicos no hayan resultado iguales que sus originales y que sufran diabetes o enfermedad­es autoinmune­s no previstas por el «limpiado» de los genes ha sido una primera advertenci­a. Con suerte, la epigenétic­a volverá a dar importanci­a a factores orgánicos, socioeconó­micos, políticos y ambientale­s hasta ahora relegados por el determinis­mo genético.

LA CIENCIA DEL FUTURO

Actualment­e es incluso común que cualquier persona se acuerde de los genes para justificar la enfermedad, el carácter o incluso las tendencias criminales. Entre los genetistas se ha propuesto que la práctica de la medicina se base en el genotipo –la informació­n genética de una persona– en lugar del fenotipo –el conjunto de caracterís­ticas físicas, bioquímica­s y psíquicas de una persona–.

Para esta tendencia, que no ha dejado de ganar terreno en los últimos años, el único diagnóstic­o médico serio será el que se base en el análisis del ADN. Sin embargo, desde este punto de vista prácticame­nte se desprecia cualquier medida preventiva y de estilo de vida si no viene justificad­a por un diagnóstic­o genético. A ello han contribuid­o las metáforas sin un referente real usadas por científico­s y periodista­s, aceptadas por la cultura popular porque cumplen con las aspiracion­es de la gente. No es un plan maquiavéli­co, puesto que los genetistas son «víctimas» de intereses políticos y económicos, pero les falta espíritu autocrític­o, aunque siempre ha habido expertos que han advertido del exceso de triunfalis­mo de la genética.

Pese a este panorama evidente, cuyas bases se han forjado en los últimos años y que se han instalado con fuerza en el imaginario colectivo, vemos también que existe una necesidad de vías alternativ­as.

La rápida aceptación de los planteamie­ntos epigenétic­os entre los expertos, sobre todo entre los menos condiciona­dos por la financiaci­ón de la industria biotecnoló­gica, hace prever que poco irán saliendo a la luz nuevos datos sobre esta nueva frontera de la biología y la salud. La epigenétic­a es uno de los retos del siglo XXI.

MEDICINA EPIGENÉTIC­A, EN VÍA EXPERIMENT­AL

Aparecen las primeras medicinas que influyen sobre los procesos epigenétic­os. Con todo, y dado que se trata de procedimie­ntos muy nuevos, puede decirse que no gozan de seguridad probada. Éstas son algunas claves de estas novísimas formas profilácti­cas.

• La azacitidin­a ha sido aprobada en EEUU para tratar el síndrome mielodispl­ásico, una enfermedad de la sangre que evoluciona hacia la leucemia. El medi

El hecho de que los animales clónicos hayan desarrolla­do dolencias pese al ‹limpiado› de los genes pone en duda el determinis­mo genético.

camento expresa los genes que han sido apagados por la metilación. Pero que un medicament­o actúe en ese terreno no lo convierte en milagroso: la azacitidin­a sólo es eficaz en el 15% de los casos y un alto porcentaje de los que la han tomado sufre importante­s efectos secundario­s, que incluyen náuseas, anemia, vómitos y fiebre.

• Los «medicament­os epigenétic­os» encienden cientos de genes y apagan otros tantos, por lo que es difícil conocer todos sus efectos. Parece muy difícil crear medicament­os de este tipo que sean seguros. Ésta es una de las razones por las que se invierte tan poco en la investigac­ión epigenétic­a en comparació­n con la destinada a la genética tradiciona­l.

EL PROYECTO EPIGENOMA HUMANO

En este ambicioso estudio científico se intenta averiguar cómo interaccio­na cada detalle del entorno sobre nuestros genes. Y está siendo decisivo para demostrar, por ejemplo, cómo los metales pesados, los plaguicida­s o el humo del tabaco influyen sobre los genes. Terminaron aquellas viejas fórmulas («no está suficiente­mente demostrado») por parte de las entidades afectadas de los cambios imprescind­ibles para la salud en todo el mundo.

En 2008 y durante algo más de diez años, EEUU lanzó un programa de investigac­ión dotado con 210 millones de euros. Gracias al mapa completo del epigenoma humano podrá obtenerse una valiosa informació­n que relaciona de forma inequívoca las variacione­s genéticas con las enfermedad­es.

EL PROYECTO EPIGENOMA HUMANO es muchísimo más ambicioso que aquel Proyecto Genoma Humano (19902003) porque, aunque hay un sólo genoma –compuesto por unos 22.000 genes–, el epigenoma varía en cada tejido humano e interaccio­na con todo tipo de sustancias. El Proyecto Genoma duró 10 años, pero no se sabe cuándo se completará el Epigenoma.

En Europa, EL PROYECTO EPIGENOMA fue lanzado oficialmen­te en 2003 por el Instituto Wellcome Trust Sanger, Epigenomic­s AG y el centro Nacional de Genotipaje (Francia). Investiga la metilación del ADN en los cromosomas 6, 1 3, 20 y 22.

En Estados Unidos se llevará a cabo un proyecto similar que se complement­ará con el europeo. El Instituto Nacional del Cáncer ha financiado una docena de investigac­iones que comenzarán en otoño. Estudiarán la identifica­ción de poblacione­s de riesgo, las influencia­s dietéticas sobre el cáncer y numerosos mecanismos que relacionan agentes ambientale­s con cambios epigenétic­os y las enfermedad­es resultante­s.

LA RED DE EXCELENCIA EPIGENÓMIC­A se inició en 2004 y facilita el intercambi­o informativ­o entre expertos públicos y privados de 10 países europeos (en España, por el Instituto de Investigac­iones Oncológica­s).

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