Sobreviviendo a los extremos
Durante la ola de calor que azotó el Sur de los EEUU en el verano de 1980, un hombre ingresó en el hospital de Atlanta con una temperatura corporal de 46,5 ºc. Debería haber fallecido, sin embargo se recuperó después del tratamiento médico. En Chicago, algunos años antes una mujer pasó toda la noche en una acera sometida a temperaturas bajo cero. Su temperatura corporal descendió hasta 15 ° C, pero consiguió sobrevivir.
En ocasiones se ha disminuido la temperatura de pacientes hasta 4 ºc con el propósito de curar enfermedades y se les ha reanimado después, con el resultado de salir completamente indemnes.
Tales casos son excepciones. Ordinariamente, el cuerpo mantiene su nivel de temperatura en 37 ºc. Un descenso prolongado hasta 32 ºc o inferior, o un ascenso hasta los 43 ºc suele significar la muerte. ¿Cómo podemos entonces mantenernos con vida en un desierto tórrido o en el frío del Ártico?
En el abrasador calor del desierto, el mejor sistema es conservar la transpiración corporal. Tendremos que cubrirnos como hacen los beduinos, con varias capas de vestidos adecuados. Los tejidos porosos permiten la evaporación lenta, necesaria para la refrigeración, manteniendo al mismo tiempo una capa de aire húmedo próximo a la piel, de manera que se pueda sudar menos.
En las zonas polares el vestido es también la clave para la supervivencia. Los trajes demasiado ajustados restringen la circulación de la sangre. Debemos quitarnos ropa al hacer esfuerzos y reponerla después para prevenir una sudoración indebida, la cual invita al frío.