Integral (Connecor)

En primera persona

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“Tú no eres asmática”, me dice el médico y terapeuta neural David Vinyes: “tú tienes asma”. Son las diez de la mañana y estoy en el Instituto de Terapia Neural y Medicina Reguladora de Barcelona, en Sabadell, donde repaso mi historial médico en la consulta del director. Es mi primera visita. “Hay que tener cuidado con las palabras”, sigue Vinyes, “porque no puedes dejar de ser asmática pero sí de tener asma”. Tomo nota de la importanci­a del matiz y continúo listando las enfermedad­es que considero más relevantes de mi infancia, adolescenc­ia, y las actuales. “Podríamos decir entonces”, concluye el médico, “que tu cuerpo, en estado de estrés, tendía a expresarse a través de la zona del pecho [asma], y ahora lo hace a través de la zona ginecológi­ca y la zona digestiva”. Asiento.

El paso siguiente es la camilla. Me tumbo y respiro. Estoy nerviosa porque no sé cómo son las agujas de grandes ni cómo reaccionar­á mi cuerpo. David (ya no es el Dr. Vinyes; necesito llamarle por su nombre) me dice que “son finísimas”. Me las muestra y respiro. Mientras prepara la disolución de procaína, me distraigo mirando las plantas, y el espacio diáfano y luminoso.

“Empezaremo­s por el área donde tienes más síntomas”, me dice. Sonríe, se mueve con lentitud y me palpa la zona de la boca del estómago. En seguida detecta una tensión, tejido duro. “¿Lo notas?”, me pregunta. Digo sí, aunque no estoy segura, y él, casi en cámara lenta, pincha. Pasan tres segundos y siento un mareo muy leve y breve. Sonríe de nuevo, sabe que tengo miedo. “¿Estás bien?”. La operación se repite en la zona de los ovarios (lloro un poco: estoy bien pero no es fácil poner nombre a las sensacione­s y eso me desconcier­ta), en la encía, en los trapecios. Ocho pinchazos en total. El último, en el entrecejo: Tengo una arruga, un surco que ya se marca sin gesticular. Me dice, David: “hay una tensión aquí”. Y me introduce de nuevo una aguja fina. No siento dolor.

Antes de irme me quedo tumbada un rato en la camilla: quisiera estar allí mucho tiempo para entender mi cuerpo. Me siento más liviana y siento energía que se mueve por dentro. Cuando el Dr. Vinyes se despide (“avísame cómo te vas sintiendo”) recuerdo una de sus frases: “El médico no cura una enfermedad, el médico trata a la persona para que encuentre el camino de la sanación”.

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