Fibromialgia
En un cuadro de fibromialgia, una aparente normalidad (pues ninguna prueba diagnóstica permite identificar la enfermedad de forma inequívoca) oculta dolores reales. A pesar de que las investigaciones progresan, la fibromialgia continúa siendo extrañamente
¿FIBROMIALGIA? EN QUÉ CONSISTE
El término “fibromialgia” procede del latín fibro, (fibras o tendones), myo, músculo, y algia, dolor. Sin embargo, describir la fibromialgia no es fácil. Inicialmente fue catalogada por la OMS entre los reumatismos no articulares pero, desde 2006, es una patología independiente.
La fibromialgia se caracteriza a menudo por dolores permanentes y crónicos de los músculos o ligamentos, y que varían en intensidad y ubicación.
Casi la mitad de los fibromiálgicos presentan también otros síntomas, como fatiga crónica, trastornos del sueño, trastornos de ansiedad y depresivos, trastornos cognitivos y alteraciones emocionales.
Hoy en día la fibromialgia se considera una enfermedad neurológica, es decir, que afecta al sistema nervioso.
CÓMO SABER
SI HAY FIBROMIALGIA
“Hace semanas que me duele todo. Estoy cansada a todas horas y mi médico no me encuentra nada”. Si se siente así, puede ser que padezca fibromialgia. Si así fuera, formaría parte del 2 al 6% de la población española que sufre la enfermedad. Aunque los hombres también la padecer, lo cierto es que más de un 80% de las personas afectadas son mujeres de entre 30 y 50 años. Es una enfermedad que puede manifestarse de forma temprana, incluso en la adolescencia.
Durante mucho tiempo, ser tomado en serio no era cosa fácil, y hacerse tratar aún menos. ¿Cuántos pacientes habrán sido derivados del médico de cabecera al reumatólogo y al neurólogo, pasando por el psiquiatra? Antes de que la comunidad científica llegase a un consenso en torno a la enfermedad, existía una enorme controversia, hasta el punto de que muchos médicos sencillamente no creían en su existencia. Esto es comprensible hasta cierto punto porque, a pesar de la realidad del dolor, no se aprecia nada en los análisis de sangre ni en las radiografías; no existen lesiones orgánicas, ni tampoco signos inflamatorios.
El diagnóstico consiguió simplificarse enormemente cuando, en 1990, el American College of Rheumatology (ACR) publicó una serie de criterios basados en el estudio preciso de los músculos
mediante la búsqueda, por presión digital, de al menos once puntos de dolor de un total de 18 puntos característicos. Sin embargo, este método no resultaba fiable en un 25% de los enfermos de fibromialgia, y más tarde acabaría mejorándose.
UN CAJÓN DE SASTRE
Pasados unos años, la fibromialgia entra en una nueva fase en la que experimenta una gran difusión en los medios de comunicación; una fase en la que los enfermos se autodiagnostican, y los médicos, al verse sobrepasados por síntomas dispares o inciertos, tienden a poner la etiqueta de “fibromialgia” de forma apresurada. Casos de reumatismo, por ejemplo.
Como resultado, las consultas para el tratamiento del dolor se ven desbordadas de pacientes que podrían recibir mejor tratamiento en otros lugares.
La dificultad está en disponer ante todo del diagnóstico correcto para poder seguir el tratamiento adecuado, porque ningún test biológico permite identificar la fibromialgia de forma inequívoca. Los criterios de diagnóstico no dejan de revisarse y ajustarse. Los criterios utilizados por la mayoría de los especialistas fueron reestructurados en 2010 por la ACR; y, si bien no son perfectos, ahora tienen en cuenta las múltiples facetas de la enfermedad, y se articulan en torno a un abanico de argumentos:
Se tienen en cuenta los trastornos distintos del dolor: la fatiga generalizada, el rigor (inflexibilidad) matutino, los trastornos cognitivos y los síntomas somáticos (dolor de cabeza, colon irritable, insomnio, etc.).
Se evalúa en una escala de 0 a 3 la gravedad de estos trastornos durante la semana anterior a las pruebas.
Se busca en los pacientes un dolor generalizado en 19 zonas del cuerpo.
Sumando el número de zonas dolorosas (entre 0 y 19) y la gravedad de los trastornos asociados (entre 0 y 12), se obtiene una puntuación gradual de 0 a 31. Se reconoce la existencia de fibromialgia a partir de una puntuación de 13, siempre que se hayan eliminado las otras causas posibles de dolor osteoarticular.
La fibromialgia se caracteriza a menudo por dolores permanentes y crónicos de los músculos o ligamentos, y que varían en intensidad y ubicación
DESCARTAR OTRAS ENFERMEDADES
Por eso es importante y necesario descartar cualquier otra patología que presente similitudes con los síntomas de la fibromialgia, ya sean reumatismos inflamatorios (poliartritis reumatoide, lupus eritematoso, síndrome de Goujerot-Sjökren, espondilitis, miositis…), las infecciones (como enfermedad de Lyme), trastornos endocrinos (hipotiroidismo, hiperparatiroidismo) o trastornos neurológicos (neuropatía, párkinson…).
Algunas de estas enfermedades, como la poliartritis reumatoide o el lu- pus eritematoso, pueden coexistir con la fibromialgia, lo que complica el diagnóstico.
¿CÓMO EXPLICAR UN DOLOR TAN SINGULAR?
Aunque la investigación científica es muy activa desde hace una treintena de años, la causa exacta de la fibromialgia continúa siendo una incógnita. Entre la multitud de mecanismos que se han descrito, los especialistas se inclinan principalmente por una disfunción del sistema nervioso.
En algunos casos se ha puesto de manifiesto un componente genético por el cual una serie de genes deficientes alterarían la síntesis de los neurotransmisores asociados al dolor (serotonina, dopamina y catecolamina).
Recientemente se han demostrado también otras variaciones genéticas, en este caso asociadas a un aumento de determinadas proteínas de la inflamación (y que no pueden observarse en un análisis de sangre convencional). A pesar de todo ello, la influencia genética de la enfermedad se considera lo suficientemente escasa como para considerarse insignificante.
A menudo, antes de la aparición de la enfermedad suele constatarse un traumatismo físico violento o tensión emocional, por lo que podrían ser desencadenantes importantes: un accidente de tráfico (latigazo cervical), una intervención quirúrgica, un parto, una infección vírica, etc.
El tratamiento del dolor en el sistema nervioso es anómalo y provoca una mayor sensibilidad al dolor, pero sin que se sepa exactamente si se trata de una causa o de una consecuencia de la enfermedad.
Parte de la mielina de los nervios (que es una lipoproteína que recubre las fibras nerviosas) está dañada o au-