Posturas para conectar con los árboles
Los árboles pueden ser unos buenos compañeros para practicar yoga. En esta ocasión te mostramos diversas maneras sencillas de “pararte” junto a un árbol para meditar o simplemente relajarte bajo su amparo.
Por un lado, el tronco de los árboles puede servirnos como “soporte” para establecer diversas posturas que favorezcan nuestra permanencia firme y relajada al mismo tiempo, permitiendo una respiración profunda y fluida, y así concentrar la atención durante un tiempo prolongado.
Por otro lado, los árboles son también excelentes “objetos de atención” para enfocar la práctica de meditación, estableciendo una conexión profunda con estos seres vivos, perdurables y poderosos del reino vegetal que precede y sustenta nuestra vida en el planeta.
Con esta simple propuesta se pretende aportar un granito de arena más a la concienciación de nuestra sociedad sobre la imperiosa necesidad de preservar los bosques, de reestablecer el color verde de la Tierra, y así darle un respiro.
Elegir el árbol
En este artículo proponemos algunas de las posturas más representativas para la práctica de conexión con los árboles. Por lo general, cualquier ejemplar puede ser válido. Se trata de reconocer qué posturas pueden adaptarse al contorno de cada árbol y su terreno circundante.
No es necesario adentrarse en un bosque maduro ni toparse con un árbol monumental, pero sí es importante que el entorno sea propicio a la concentración. Un ambiente bullicioso interferiría en el estado de calma y escucha necesarias.
Para sentarse o recostarse al suelo puede ser útil disponer un material aislante: esterilla de yoga, manta, etc., que nos proteja del frío, la humedad la dureza o la suciedad del terreno.
Conviene comprobar que el tronco no tenga resinas con las que podamos ensuciarnos.
Las ramas, cortezas y raíces de los árboles pueden ser más vulnerables de lo que solemos imaginar. También debemos vigilar que no haya animalitos a los que pueda molestar nuestra presencia.
Cada vez hay más evidencias científicas de que el reino vegetal dispone una conciencia más evolucionada de la que llegamos a apreciar. A partir de este contexto, podríamos añadir a la práctica aspectos más holísticos, como la intención de establecer una comunicación telepática. Por ejemplo, “pidiendo permiso” al árbol elegido para compartir la práctica, o bien “agradeciendo” la experiencia compartida tras finalizar.
1. SAMASTHITI «POSTURA EN ATENCIÓN»
Se trata de estar simplemente “de pie”; pero desde una postura firme y cómoda; con una respiración profunda y fluida; y estableciendo una actitud mental atenta y calmada. Este gesto también se llama «postura de la montaña» (aunque hay quienes obser-
van sutiles diferencias estructurales según el nombre). Es una de las posturas básica que propone el yoga con la que se inician y concluyen la mayoría de posturas de pie. En este caso, se trata de colocarse frente a un árbol para poder observarlo desde una cierta distancia, de modo que la imagen resulte una fuente de inspiración para conectar con sus virtudes de firmeza y enraizamiento hacia la tierra; y opuestamente, flexibilidad y proyección hacia el cielo.
Toma de postura
La distancia para situarse frente al árbol elegido debería ser proporcional a su volumen. No es imprescindible disponer la imagen completa del árbol; puede ser suficiente fijando la mirada a su tronco (de 2 a 5 metros para un árbol de dimensión mediana). El terreno bajo tus pies debe ser suficientemente firme y nivelado para ofrecerte comodidad. Seguidamente, revisa la estructura postural de abajo a arriba, asociándola a las características del árbol: Siente los pies y las piernas como unas fuertes «raíces» que te mantienen estable. Observa tu pelvis como la sólida «base de un árbol» sobre la que se yergue un «tronco» (vertebral) firme de abajo y ligero a medida que gana altura. Aunque los brazos se mantengan relajados, siéntelos activos; como las «ramas» de los árboles extendiéndose en el espacio de alrededor. Tus alveolos pulmonares son como las «hojas» verdes que se nutren del aire; respirando profunda y fluidamente. Finalmente, la cabeza se alza al cielo; como la «flor» que se abre para recibir la luz (de la consciencia). Este es el más preciado «fruto» que pretendemos recoger de la práctica.
2. «ABRAZO DE PIE»
Este es un gesto espontaneo que realizamos al querer sentir bien próximo a alguien. Con un abrazo sincero se abren los corazones; los brazos envuelven al otro, fusionándose los cuerpos, parándose las mentes, y se conectándose las almas.
Una práctica popularmente conocida es abrazar árboles para pretender captar y nutrirse de su energía, especialmente cuando se trata de ejemplares monumentales. Desde la visión del yoga, el abrazo representa su objetivo último; vivir la experiencia iluminadora de sentirse “uno con Todo”.
Toma de postura
No importa el grosor del tronco, pero el gesto de abrazarlo será más explícito cuanto mayor sea su perímetro.
El terreno debe ser adecuado para consolidar la posición de los pies. Luego, busca el máximo contacto corporal con el árbol, sin perder la sensación de firmeza y comodidad en tu postura.
3. «ABRAZO SENTADO»
Al ser las posturas sentadas más estables que las de pie, estas resultan más adecuadas cuando se trata de permanecer estáticos durante espacios de tiempo prolongados. Bajar al suelo y abrazar un árbol representa un gesto de humildad y veneración hacia un reino vegetal que sigue siendo el sustento de la humanidad desde los orígenes arborícolas. La imagen no puede ser más explícita: como la de un bebé bajo el amparo de su madre.
Toma de postura
(La fotografía muestra una postura elevada del suelo, puesto que la forma del tronco del árbol en particular invitaba a sentarse sobre este cómodamente. Este es un caso excepcional. Lo más común es sentarse directamente al suelo para rodear la base del tronco con las piernas).
El tronco debe ser suficientemente estrecho para que las piernas puedan envolverlo, completa o parcialmente, con comodidad. El doble abrazo de piernas y brazos ofrece un máximo contacto corporal con el árbol. Como en la anterior postura de pie, la imagen representa la fusión total del ser humano con el vegetal.
4. «PIERNAS CRUZADAS»
Se dice que el maestro Siddharta Gautama, más conocido como «Buda» se iluminó meditando bajo un árbol «bodhi». Actualmente, la práctica de meditación sigue asociada principalmente a la postura sentada con las piernas “cruzadas”. (En la publicación nº 461 de la revista Integral se presenta la variante siddhasana la «postura perfecta» para meditar).
Toma de postura
Para una mayor comodidad y verticalidad del tronco, puedes añadir un cojín grueso como aposento. Por otro lado, lo común es prescindir del apoyo de la espalda contra el tronco del árbol. Pero, este puede ser un buen soporte para quienes tengan dificultades en la postura. En tal caso, conviene que su superficie sea vertical y lisa. Una vez más, las bases posturales de firmeza y comodidad serán fundamentales para adquirir una mente atenta y calmada dispuesta a la meditación.
5. «RECOSTADO BOCA ARRIBA»
Tumbarse de espaldas al suelo bajo los árboles, alzar la vista y observar la majestuosidad de sus copas apuntando al cielo, es una magnífica experiencia que nos conecta desde una inusual perspectiva.
Las posturas recostadas tienden a provocar somnolencia, lo que nos apartaría del estado de «presencia» que pretende nuestra práctica. Si fuese el caso, siempre podremos aprovechar la oportunidad para gozar de un reparador momento de descanso.
Toma de postura
Bajo la copa de un árbol, encuentra una superficie de suelo adecuada para tenderte boca arriba y poder relajar el cuerpo completamente. Vigila que la espalda no se enfríe con el contacto del suelo.
Tal como muestra la imagen, hay la opción de apoyar las piernas elevadas sobre el tronco, generando un mayor efecto de descarga y relax corporal.
6. «POSTURA FETAL»
La postura de descanso más natural es la recostada sobre un lado con los miembros algo recogidos al frente; gesto similar al de un feto en el vientre de la madre. Esta sigue siendo la forma más común que adoptamos para dormir. En este caso, proponemos adaptarla a un árbol; contactando a través de nuestro vientre con la base de su tronco.
Toma de postura
El grosor de la base del árbol debe permitir acoplar la postura fetal como si pretendieras envolverlo con todo tu cuerpo. La postura no debe ser forzada; tu cuerpo debe yacer completamente relajado. La cabeza necesitará un soporte que le haga de almohada. Si la postura no va a mantenerse durante mucho tiempo, puede ser suficiente colocando el brazo inferior bajo la cabeza.
Si un día nuestro ombligo fue el punto de entrada de nuestro alimento materno, ahora se trata de volver a abrirlo para conectar con la energía vital del árbol; acto representativo del lazo de unión del ser humano con su “madre” naturaleza.