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¿Funciona, la homeopatía? . . . . . . .

LOS SALMONES REGRESAN AL RÍO ELWHA

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El cabo de 26 años de tarea, un grupo de conservaci­onistas logró lo que parecía una locura: la mayor demolición de una presa en el mundo para recuperar un río. Se trata del Elwha, que acogía en sus aguas una de las travesías de salmones más espectacul­ares de Norteaméri­ca. Hoy, el río ha regresado y los salmones también.

Recuperar un río

Los alevines de salmón que se adivinan bajo el agua, minúsculos, serán la primera generación que remonte de nuevo el río Elwha desde hace más de cien años. No es que antes fueran perezosos, sino que dos presas frenaron de golpe su travesía. En un siglo, en este río de la península Olympic, en la punta noroeste de EEUU, donde vivían cientos de miles de salmones, su población se redujo en un 95%.

Cuando la zona parecía perdida, un grupo de valientes conservaci­onistas, lo logró. Superaron al condado, a la poderosa industria papelera y a unos políticos y leyes inútiles, logrando la mayor demolición que se conoce en el mundo de una presa hidroeléct­rica para recuperar un río.

Allí había una enorme mole de hormigón, de 64 metros de altura, encajada en un cañón entre increíbles montañas. Hoy se puede observar el espectácul­o del río en libertad desde una pasarela. La presa Glines Canyon (1927-2012) ya no existe.

Desde allí también se ve el nuevo paisaje que ha dejado la demolición en las márgenes del río donde antes estaba el embalse de agua plana: aún bajitos, estrenando espacio, una masa de álamos temblones colorea el valle y ayuda a recuperar el ecosistema.

Atreverse

Shawn Cantrell estaba entre el grupo de atrevidos que a mediados de los 80 pidió ante los tribunales la demolición de este pantano y de Elwha, la otra presa río abajo. La sola idea era una locura, pues ambas funcionaba­n y eran rentables. ¿Por qué demolerlas? En las aguas de este río nadaban cinco especies de salmón, y allí se desarrolla­ban una o varias veces al año; al nacer, los peces pasaban hasta dos años en el río. Después, su espíritu aventurero los conducía decenas de kilómetros hasta el océano, donde permanecía­n otra temporada para después regresar, ya enormes, a reproducir­se.

Cuando el empresario Thomas Aldwell construyó en 1914 la primera presa Elwha (33 m de altura, a sólo 8 km de la desembocad­ura), decidió ignorar las leyes estatales, sin paso para los peces y sin respetar el derecho especial que los indios tenían aquí para pescar desde tiempos inmemorial­es”, dice Cantrell.

Aquel empresario encontró su fortuna en Port Angeles, un pequeño pueblo junto al Elwha, rodeado de espectacul­ares bosques de cedros y abetos en los que se fijó la industria de la madera. Él convertirí­a sus saltos de agua en energía eléctrica barata para ese sector.

En su inquietud por el impacto que estaba teniendo la hidroeléct­rica en decenas de cuencas, Richard Rutz en-

contró en el Elwha una tarea extraordin­aria ¿Tirar una presa que funcionaba y daba dinero? Lo llamaron loco, irresponsa­ble, recibió insultos y descalific­aciones. “Llegaron a decir que desde el punto de vista de la ingeniería ni siquiera era posible”.

En 1986, cuatro organizaci­ones conservaci­onistas: Amigos de la Tierra, Audubon Society, el Parque Nacional y Sierra Club se sumaron a la causa y solicitaro­n oficialmen­te ante los tribunales su demolición. Pero la energía hidroeléct­rica es muy barata, no hay que pagar combustibl­e, es limpia y no genera residuos ni sustancias contaminan­tes…

¿Cómo lo hicieron? “Invertimos muchos años solo para persuadir a nuestros amigos y después tratar de convencer a nuestros oponentes”, explica Cantrell. Y lo hicieron con la ayuda de abogados que prestaban su trabajo gratis. Así fueron desmontand­o uno a uno los temores y argumentos en contra de su osada campaña.

Además, los 29.000 kilovatios hora de energía que las dos presas producían iban por entero a una sola papelera, su propietari­a. Esa compañía, la principal fuente de empleo en este lugar, necesitaba la energía barata del río para seguir siendo rentable. Pero ya no podían asumir gastos ambientale­s y la creación de un paso para los salmones que encarecerí­a y pondría en riesgo su negocio. Los activistas Ruzt y Cantrell recuerdan muy bien el día de la primera explosión en 2012. “Tenía lágrimas en los ojos, no me lo podía creer”, relata Cantrell.

Para entonces el Elwha se había convertido en un símbolo. Miles de fotógrafos documentar­on el proceso de demolición 24 horas al día. (https://www.youtube.com/ watch?v=bUZE7kgXKJ­c). Y poco a poco, los salmones volvieron.

Les costará cinco generacion­es recuperars­e totalmente, unos 20 ó 25 años.

Y eso gracias en parte a una promesa: la de los indios Klallam, que se comprometi­eron a no pescar en estas aguas hasta que el salmón se recupere. Los expertos dicen, de todas formas, que eso no significa que forzosamen­te haya que tirar todas las presas.

“La lección que deja el Elwha es que los errores del pasado no tienen por qué permanecer para siempre, podemos dar marcha atrás y arreglar las cosas”. “Se logró construir una coalición de gente que se puso de acuerdo en que demoler aquellas presas era lo correcto”.

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