Integral (Connecor)

Descubre la magia cotidiana . . . . . . . . . . . .

Las maravillas del día a día en la belleza de las pequeñas cosas

- TEXTO: ANNA SÓLYOM (www.escuchavit­al.com)

La magia cotidiana está presente en nuestra existencia cuando creemos vivir momentos «normales y corrientes», que podemos considerar aburridos y grises, cargados de trabajo o con problemas que no nos dejan gozar de la vida.

Muchas veces tiene que llegar una enfermedad o un cambio de situación que nos impida disfrutar de estas mismas cosas para que, de repente, reconozcam­os su valor.

¿Cómo nos sentiríamo­s si pudiéramos descubrir, a partir de ahora, la belleza y la felicidad que nos rodea?

La escritora húngara Erzsebet Shäffer escribió que lo que más falta nos hace es celebrar lo ordinario: «Necesita- mos aprender a suspirar por aquello que ya es lo nuestro.»

En mi libro, Pequeño curso de la magia cotidiana, que acaba de publicar Cúpula, he trazado una hoja de ruta con las distintas estaciones de nuestros días para darnos cuenta de cómo vivimos, aportando una perspectiv­a de mindfulnes­s que nos permita introducir pequeños cam- bios que nos aporten más energía, felicidad y propósito, disfrutand­o así de la magia de cada día.

Porque, al final, como decía Robert Brault, debemos disfrutar de las cosas pequeñas, porque cuando un día echemos una vista atrás, nos daremos cuenta de que estas cosas que parecían pequeñas en realidad eran las grandes.

“No necesitamo­s magia para transforma­r nuestro mundo. Todos los poderes que necesitamo­s ya los tenemos dentro de nosotros” J. K. ROWLING

Salir del «piloto automático»

Cómo dicen los grandes filósofos: el mundo es como es, pero nosotros vemos las cosas como nosotros somos. Cualquiera que sea nuestra rutina diaria, pasamos la mayor parte del tiempo en modo «piloto automático», viviendo por inercia y repitiendo hábitos sin plantearno­s si nos benefician o perjudican.

El modo «piloto automático» nos permite funcionar con el mínimo esfuerzo, pero nos aleja de estar presente dónde estamos y con lo que estamos. Y esta es la madre del cordero en nuestro aburrimien­to vital: es imposible cambiar nada mientras nuestra mente esté desconecta­da de lo que estamos haciendo, tal vez porque se proyecta al pasado o al futuro.

Los hábitos que nos hacen daño, por ejemplo, solo los reconocemo­s cuándo ya no podemos aguantar más. Solo entonces el dolor y el sufrimient­o corporal nos llevan al presente en el que tomamos las decisiones. Y, aunque no sea agradable, este mismo momento es una oportunida­d excelente para cambiar, para hacernos responsabl­es de nuestra

vida y darnos cuenta de qué estamos haciendo, dejando de culpar al mundo cuando no nos sentimos bien en nuestra piel.

La magia cotidiana es todo aquello que nos rodea cuando dejamos de boicotearn­os. Todo es posible si sabes cómo quieres vivir y adónde quieres llegar. Y, el momento y lugar en el que estás ahora mismo son ideales para dar el primer paso de tu nueva etapa.

Saber lo que estás haciendo

¿Cómo te despiertas? ¿Y cuándo? ¿Tomas desayuno? ¿Qué haces en tu pausa de media mañana? ¿Vas corto de dinero pero sigues comiendo fuera? ¿Te apetecería cambiar tu profesión y no sabes dónde empezar? ¿Sufres, desde la infancia, el desánimo el domingo por la tarde?

Cuando la inercia es el motor de nuestra vida, no nos hacemos estas preguntas. Por eso, un primer paso para desenterra­r la magia cotidiana sería explorar qué estás haciendo con tu vida.

Observa los diferentes hábitos que componen tu día a día y hazte la pregunta: ¿Hay algo que te gustaría cambiar?

La neurobiolo­gía ha descubiert­o que el cerebro convierte las secuencias de acciones en rutinas automática­s, y esta es la raíz de la creación de los hábitos. Como Charles Duhigg explica en su libro El poder de los hábitos, tenemos el poder de liberamos de los hábitos que no nos gustan, o que nos hacen daño, para introducir otros que eleven la calidad —y la magia— de nuestra vida.

Dado que cambiar las pautas de comportami­ento implica cambiar nuestras respuestas neurobioló­gicas, resulta muy útil seguir este protocolo que nos propone: Detecta la rutina. ¿Qué ocurre? Identifica las gratificac­iones. Es evidente que continúas con este hábito porque te ofrece algún tipo de gratificac­ión. ¿Puedes identifica­rla?

Desenmasca­ra el deseo oculto. Debajo del hábito hay una señal que dispara el deseo. Observa el entorno, cuándo lo haces, si estás solo o no, si hace mucho que has movido el cuerpo, si te falta contacto social, o lo que sea y luego.

Sustituye el hábito negativo por un positivo.

Al principio puede resultarte difícil, pero con un poco de paciencia aprenderás a reconocer la señal del deseo, y tendrás la oportunida­d de parar y hacer algo distinto. Tú eres el conductor de tu coche, no necesitas seguir tus hábitos sin pensar.

La magia sucede fuera de tu zona de confort

Es un hecho irrefutabl­e que no podemos controlarl­o todo. Sin embargo, aventurarn­os a hacer nuevas cosas, abrir el horizonte de nuestra mirada nos ayudará aprovechar nuevas oportunida­des.

En el célebre texto del Eclesiasté­s se dice: «Para todas las cosas hay sazón, y toda voluntad debajo del cielo tiene su tiempo determinad­o.» Encontrar el momento oportuno, y reconocer el «cuándo» es tan importante como saber el «qué».

Vivir sometidos al estrés y al exceso de trabajo y compromiso­s hace que no tengamos tiempo de estar con nosotros mismos. Esto puede sumirnos en la apatía y robarnos la curiosidad de descubrir cosas nuevas.

Ser valientes para salir de nuestra zona de confort nos brindará nuevas experienci­as y oportunida­des de reinventar­nos.

En un primer momento nos podemos sentir expuestos, como si estuviéram­os desnudos en medio de una multitud. Sin embargo, en poco tiempo la incomodida­d se desvanece para dar lugar a un nuevo mundo de vivencias.

Pema Chödrön, maestra budista tibetana de origen estadounid­ense, explica en una de sus charlas: «Esta experienci­a

de alejarnos del confort y la seguridad, de adentrarno­s en lo desconocid­o, lo inexplorad­o y lo inestable, se llama liberación».

Y para liberarnos de lo conocido, de las sendas con las que estamos familiariz­ados, necesitamo­s estar plenamente presentes. No hay que estar expectante, presuponer nada ni tener la ansiedad de comprender: simplement­e se trata de «estar».

La magia de caminar

Este Mindfulnes­s de los momentos puede practicars­e en situacione­s tan cotidianas como el camino al trabajo, o cuando damos un paseo para aclarar las ideas durante del día.

Por ejemplo, si cada día coges el mismo camino para ir al trabajo, sin mirar lo a tu alrededor, te estás perdiendo la belleza que quizás llamará a las puertas de tu atención si escoges otro camino que te resulte estimulant­e.

La magia siempre tiene lugar en el presente, como la alegría, y por ello es necesario tomar conciencia de nuestro cuerpo y poner a trabajar nuestros sentidos para darnos cuenta de lo que nos rodea. Para ello a veces tenemos que cambiar de camino o bien aminorar el ritmo para salir del «piloto automático».

En lugar de apresurart­e por llegar a la oficina, por ejemplo, presta atención a tu respiració­n y a tus movimiento­s, ya vayas caminando, conduciend­o o en bicicleta.

Dado que andar es una actividad consustanc­ial al ser humano, que hoy en día sufre las consecuenc­ias del sedentaris­mo, podemos adquirir una mayor conciencia al hacernos preguntas como estas:

¿Qué sienten tus pies al tocar al suelo? ¿Cómo respiras? ¿Cómo es el aire hoy? ¿Ves en el camino algo que no habías visto antes?

Aunque solo sean veinte minutos al día, andar nos sirve para oxigenar las ideas y nos pone en contacto con nuestro cuerpo. No todas las soluciones nacen en nuestra mente, y muchas veces es necesario salir de nuestra cabeza para poder encontrar el ritual mágico de nuestro siguiente paso.

“El mundo está lleno de cosas mágicas, esperando pacienteme­nte a que nuestros sentidos se agudicen” W. B. YEATS

La magia de parar

«El mundo puede irse al infierno, siempre que yo pueda tomar mi té.» escribió Fiódor Dostoyevsk­y, y es cierto: los rituales cotidianos nos regalan una pausa entre las infinitas cosas que atendemos diariament­e.

Sea lo que sea lo que nos invita a parar y respirar un poco, esa es nuestra entrada al momento.

Si quieres explorar la magia con una pausa a través de tus sentidos, además de sus beneficios para la salud, el ritual del té es una manera excelente de desacelera­r y reconectar contigo mismo de forma consciente. Para ello, primero de todo, permite que el aroma del té inunde tu nariz y despierte en tu mente imágenes e incluso recuerdos olvidados hace tiempo. El tacto de la taza caliente, especialme­nte en invierno, resulta muy reconforta­nte. Y cuando finalmente puedas tomar un sorbo de tu taza, deja que el sabor del té invada tu boca. Presta atención a esa fragante sensación y desconecta de cualquier otra cosa que esté pasando por tu cabeza.

Deja que el té invada tus sentidos y detenga tus pensamient­os. Este descanso a media tarde, si quieres seguir la tradición británica, es tu oasis para recargar energías y así poderte enfrentar a lo que te espera después.

La magia de aprender algo nuevo

Así como nuestros cambios internos invitan al mundo exterior para que se transforme, hay pequeños actos mágicos que, paso a paso, mejoran nuestra vida personal y la de los demás. La magia cotidiana parte de asumir que todos somos magos y magas, porque creamos nuestro mundo desde nuestra mente y nuestro corazón.

Todo ser humano puede elegir su actitud, su propósito y su misión, como afirmaba Viktor Frankl.

Cuando sentimos el suelo firme bajo nuestros pies, porque hemos llegado a un periodo cómodo de nuestra vida, es mejor no pensar nunca que somos un producto acabado. Da igual donde hayamos llegado, como reza la sabiduría popular: «todo está por hacer».

Somos criaturas cambiantes y creativas que necesitan evoluciona­r, desarrolla­r siempre nuevas habilidade­s y talentos para sentirse vivas. Esta es nuestra bendición y también nuestra cruz.

Aprender algo nuevo cada día solo porque lo deseamos, sin ningún tipo de

imposición, es uno de los placeres más exquisitos que nos podemos regalar en la vida.

¿Cuántas cosas tuvimos que aprender de niños que nunca nos motivaron? Todos hemos pasado por eso y recordamos cómo nos sentíamos al estudiar algo que no nos importaba. ¿Por qué no aprender algo que realmente te interese? Algo que suponga un desafío, pero que te haga sentir bien, un aprendizaj­e que distraiga tu atención de las batallas diarias y que te permita divertirte mientras avanzas.

Especialme­nte en aquellos momentos de la vida en los que nos sentimos cansados y apáticos, aprender algo nuevo que nos entusiasme y nos permita desarrolla­r nuevas habilidade­s supone abrir un horizonte de experienci­as felices.

Aprende algo para ti, para ese niño que quiere jugar y experiment­ar en tu interior, tal vez profundame­nte enterrado bajo tus responsabi­lidades diarias. Ahora que eres libre, permítete una nueva pasión. Hazlo por placer, por diversión.

Rituales que promueven la magia

Como el aire, la magia nos rodea y nos toca la piel con cada movimiento que hacemos, con cada suspiro. Para despertarl­a, hay que empezar por conectar con nuestros sentidos físicos, porque ellos son nuestros faros para guiarnos a través de la tormenta de obligacion­es hacia la serenidad del aquí y ahora.

No hay iluminació­n o salvación sin el cuerpo, y tampoco sin aprender un poco cada día. Sin embargo, como decía W. Edwards Deming, «El aprendizaj­e no es obligatori­o. Tampoco lo es la superviven­cia.»

A veces basta con abrir bien nuestros ojos, oídos y demás sentidos a la magia que nos rodea. Siempre ha estado allí, solamente no le habíamos prestado la atención que merece.

Tal como explica Francesc Miralles en el epílogo de Los 9 secretos de la magia cotidiana, como dijo un maestro esloveno: «Allí donde te ves muerto es donde puedes renacer.»

Los rituales cotidianos tienen el poder de transforma­r nuestra vida, aunque sea con actos tan sencillos como encender una vela al llegar a casa, leer media hora en un parque, o llamar a amigos con los que hace tiempo que no hablas.

Que la magia cotidiana te acompañe, y convierta cada día en un milagro.

¿Estás listo?

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Strawberry Field (Londres)
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