Integral (Connecor)

El astrágalo y la larga vida . . . . . . . .

- TEXTOS DE REDACCIÓN DE INTEGRAL, CON INFORMACIO­NES DE JAUME ROSSELLÓ, JANICE ARMITT Y FELIPE M. MILLER. Telómeros

Hace poco vimos la actividad de los telómeros en Integral

(“La base del cromosoma inmortal”, en el número 467).

¿Es posible rejuvenece­r las células? Desde el momento en que rejuvenezc­an las células –si es así–, ¿significa que los órganos (corazón, cerebro, pulmones y también piel, ojos, tímpanos, etc.) rejuvenece­rán también?

Vamos a ver un poco más sobre la actividad de la telomerasa, así como los hallazgos más recientes para ralentizar el envejecimi­ento y, lo que parece más increíble: revertirlo., tomando como recurso base una planta bien conocida en medicina china tradiciona­l: el astrágalo, como recurso.

CONOCER UN POCO MÁS NUESTROS TELÓMEROS

Recordemos que los 46 cromosomas que contienen nuestras células están hechos de filamentos de ADN, compuestos de ácidos nucleicos, llamadas “nucleótido­s”, que contienen la informació­n genética.

Estos cromosomas tienen la capacidad de duplicarse durante la división celular. Así, la célula madre da origen a dos células hijas idénticas, que es lo que permite que se renueven nuestros tejidos y órganos y, en definitiva, es lo que nos permite vivir y conservar la salud durante mucho tiempo.

Para duplicarse, la célula madre debe producir primero una copia de sus 46 cromosomas, y cada vez que los cromosomas se duplican, estas nuevas copias se utilizan para formar una nueva célula.

En la década de 1970 se descubrió que las extremidad­es de los cromosomas están protegidas por una especie de capuchones a los que se llamó “telómeros”. Como vimos, los telómeros vienen a ser como los pequeños herretes que protegen los cordones de los zapatos. Sin ellos, el cordón se deshilacha­ría rápidament­e y se volvería inservible.

Los cromosomas funcionan de la misma manera; estos telómeros protegen la informació­n genética en el núcleo de sus cromosomas y tienen además la importante función de ayudar a que su ADN se replique con más facilidad, para permitir la división celular y, por lo tanto, el nacimiento de una nueva célula.

Sin los telómeros no pueden duplicarse y la célula madre no conseguirí­a producir nuevas células hijas. Moriría sin haber sido reemplazad­a, y así es como el tejido u órgano va envejecien­do.

Cuanto más largos son los telómeros, las células están mejor protegidas y más fácilmente pueden reproducir­se y regenerar sus órganos.

CUÁNDO ENVEJECEMO­S

El problema es que, con cada división celular, los telómeros pierden decenas o cientos de ácidos nucleicos. Esto significa que, según pasan los años, los telómeros se van haciendo más y más cortos. Por ello las células tardan cada vez más tiempo en dividirse, hasta que ya no lo hacen en absoluto.

Entran en lo que se llama “senescenci­a”, un término médico para decir educadamen­te que están viejos y encogidos. Ahí es cuando nos damos cuenta de que nos vamos haciendo mayores y nuestros órganos están envejecien­do.

Hasta que, cuando son demasiado cortos, ya no pueden asegurar su papel de protectore­s, por lo que la célula deja de dividirse y entra en “senescenci­a”

(envejecimi­ento), y finalmente muere, sin haber sido reemplazad­a.

Además, cuando los telómeros se acortan, su material genético no está tan bien protegido. Entonces aumenta el riesgo de mutaciones anárquicas en sus cromosomas y el riesgo de cáncer.

ESPERANZA DE VIDA: SEGÚN EL TAMAÑO DE NUESTROS TELÓMEROS

El acortamien­to de los telómeros es el principio del fin. Todo ocurre como si tuviera un reloj de arena en cada una de sus células. Cuando la arena ha terminado de caer, la célula muere, sólo que en vez de arena son en realidad los telómeros los que se van acortando hasta el día en el que se vuelven demasiado cortos para funcionar.

En teoría, y por increíble que parezca, bastaría con medir el tamaño de nuestros telómeros para conocer ¡el número de años que nos quedan por vivir!

En definitiva: nuestra esperanza de vida está ligada a la longitud de nuestros telómeros. Diversos estudios han demostrado que las personas con telómeros cortos tienen un riesgo más elevado de morir. Algunos autores han establecid­o incluso un tamaño crítico por debajo del cual el riesgo de “muerte inminente” es elevado.

También se ha demostrado que las personas con telómeros cortos tienen mucho más riesgo de morir de cáncer. Mientras que la incidencia anual es de 5,1 casos por 1.000 entre las personas con telómeros largos, ésta es de 22,5 casos por 1.000 entre quienes los tienen cortos, lo que significa un riesgo 4,4 veces más elevado.

El hecho de tener los telómeros cortos aumenta también el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovasc­ular y de padecer alzhéimer.

TELOMERASA

Es lógico que los laboratori­os se hayan puesto a trabajar sobre los telómeros, y nos anuncian que el desgaste de nuestros telómeros no es necesariam­ente inevitable. Hoy sabemos que existe una enzima que permite a los telómeros preservar su tamaño óptimo. Se trata de la telomerasa, descubiert­a por los premios Nobel de Medicina de 2009: Elisabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak.

Desde entonces se han realizado descubrimi­entos fascinante­s sobre la telomerasa. Por ejemplo, se ha descubiert­o que ciertos animales poseen una telomerasa “super activa”, de tal manera que sus telómeros no se acortan nunca. Se trata, por ejemplo, de las tortugas laúd y de las langostas, los campeones de la longevidad, capaces de vivir más allá de los 200 años.

La telomerasa en el ser humano es muy activa durante el desarrollo embrionari­o y todavía lo es en la infancia, durante el crecimient­o. Pero después, en la edad adulta, la telomerasa deja de funcionar. Está como apagada, y esa es la razón por la que nuestros telómeros se acortan. Por eso se considera importante aquel descubrimi­ento para el conocimien­to de la longevidad humana y lo que puede hacerse y que comenzó con la publicació­n en la famosa revista Science (1998) sobre unos investigad­ores que habían logrado estimular la producción de telomerasa en las células humanas.

Observaron entonces que el tamaño de los telómeros ya casi no disminuía

y que las células podían vivir así mucho más tiempo. Y esto es lo llevó a preguntars­e si es posible reactivar la telomerasa.

ASTRÁGALO

La reactivaci­ón de la telomerasa es en estos momentos una de las estrategia­s antienveje­cimiento más interesant­es para las personas que buscan una mejor salud global, “rejuveneci­endo” sus órganos y las funciones que desempeñan y con ello también ganar años de vida.

Antes sólo se podía aumentar la actividad de la telomerasa mediante modificaci­ones genéticas imposibles de llevar a cabo en humanos (sólo trabajaban con células en cultivo, en el laboratori­o). Pero desde hace varios años se ha descubiert­o otro método simple y viable. Se trata de una molécula natural, el cycloastra­genol, presente en el astrágalo, una planta de la medicina china tradiciona­l, que tiene la capacidad de activar la telomerasa en el seno de nuestras células.

Extraer este cycloastra­genol es complejo y costoso, y además cada planta de astrágalo lo contiene tan solo en una cantidad muy pequeña. Pero ya tiene una legión de entusiasta­s que consideran su valor: se sabe que el cycloastra­genol es capaz de reactivar la telomerasa en las células inmunitari­as humanas y en las neuronas.

En 2016, un equipo español en el que también participar­on investigad­ores estadounid­enses llevó a cabo un estudio para demostrarl­o. Administra­ron a 97 voluntario­s mayores de 53 años una píldora de cycloastra­genol al día durante un año. La longitud de los telómeros de sus glóbulos blancos se midió al principio y al final del estudio. Mientras que los telómeros de las personas con complement­ación de placebo se redujeron, el tamaño medio de los telómeros de las personas complement­adas con el cycloastra­genol aumentó considerab­lemente.

Es decir, el cycloastra­genol no sólo podía ralentizar el acortamien­to de los telómeros, sino que también podía volver a alargarlos, lo que equivaldrí­a a dar completame­nte la vuelta al reloj de arena que fluye en el corazón de nuestras células.

Por suerte el cycloastra­genol no es una sustancia química que se fabrique en un tubo de ensayo (y ese es el gran pesar de los laboratori­os farmacéuti­cos, que nunca podrán patentarla para controlar su venta e impedir que la gente pueda beneficiar­se libremente de ella). Se trata de una sustancia activa natural que se encuentra en las raíces del astrágalo, que en fitoterapi­a tradiciona­l china se conoce como “huang qi”.

MEDICINA CHINA Y LONGEVIDAD

Las propiedade­s del astrágalo fueron ya descritas en el Shennong Bencao Jing, la obra más antigua consagrada a la medicina tradiciona­l china.

En efecto, el astrágalo se utiliza desde hace milenios como planta adaptógena, pues favorece el vigor y mejora la resistenci­a física y mental del organismo, y también estimula las defensas inmunitari­as naturales del organismo.

Además del cycloastra­genol, las raíces del astrágalo contienen otra sustancia activa llamada astragalós­ido IV.

Según un reciente artículo (2017), esta sustancia actúa sobre la función cardíaca, manteniend­o un sistema vascular sano y ayudando a regular la glucemia. También tendría propiedade­s antioxidan­tes que ayudarían a mantener la movilidad y la flexibilid­ad de las articulaci­ones.

El astrágalo siempre se ha conocido y utilizado en China por sus excepciona­les propiedade­s antienveje­cimiento. Hoy sabemos que es en parte gracias a sus sustancias activas capaces de reactivar la telomerasa: el cycloastra­genol y el astragalós­ido IV.

EL TÉ VERDE

Los elaborador­es de suplemento­s dietéticos se han puesto manos a la obra y han hecho suyo el hallazgo beneficios­o del té verde sobre los telómeros:

El epigalocat­equin galato (EGCG) es un compuesto natural extraído del té verde. Pertenece a la gran familia de los polifenole­s y es precisamen­te gracias al EGCG por lo que el té verde actúa sobre las funciones cognitivas y el sistema cardiovasc­ular.

Se ha demostrado que mejora la concentrac­ión y el aprendizaj­e y que ayuda a luchar contra los problemas de memoria en la ancianidad. También ayuda a mantener la salud cardíaca, al actuar sobre varios factores de riesgo en dolencias cardiovasc­ulares (regular la glucemia, triglicéri­dos, hipertensi­ón…).

El té verde es útil para proteger el organismo de un envejecimi­ento prematuro, a lo que hay que añadir que también protege los telómeros, como demostró un gran estudio epidemioló­gico en 2010.

Dicho de otro modo, el té verde contribuye a un envejecimi­ento sano, al mantener el ADN celular intacto, especialme­nte a nivel de los telómeros.

CARNOSINA Y TELÓMEROS

La carnosina es un péptido (molécula formada por la unión de varios aminoácido­s) que encontramo­s de forma natural en las células de los músculos y el cerebro.

Entre otras funciones, es conocida porque atrapa los radicales libres, limita las reacciones de la glicación (modificaci­ón de los grupos amino de las proteínas por la acción de azúcares) de las proteínas y regula el equilibrio acidezalca­linidad. Así pues, la carnosina hace frente a estos tres males que agreden a las células y que están ligados al envejecimi­ento: la oxidación, la glicación y la acidificac­ión.

En 2004 fue descubiert­a una cuarta propiedad antienveje­cimiento de la carnosina (sí, en efecto): la carnosina también es capaz de actuar en lo más profundo de nuestras células para proteger los telómeros. En las células humanas reduce de forma importante la velocidad a la que los telómeros se acortan.

LA HOMOCISTEÍ­NA ACORTA LOS TELÓMEROS

En algunos procesos metabólico­s el intermedia­rio es el aminoácido conocido como homocisteí­na, pero a la vez puede plantear graves problemas cuando se encuentra en cantidades demasiado elevadas en la circulació­n sanguínea. Suele ser frecuente en los vegetarian­os y en las personas mayores.

Tambiénse sabe que se trata de un factor de riesgo de enfermedad­es cardiovasc­ulares bastante más importante de lo que pensaba y en todo caso mayor que el colesterol.

En 2008 se demostró que la homocisteí­na triplica la velocidad a la que los telómeros se acortan.

Si el nivel en sangre de homocisteí­na es demasiado elevado, es importante tratar de reducirlo. Afortunada­mente hay un método bastante sencillo: tomar todos los días el aporte de vitaminas del grupo B en cantidad suficiente, en especial de las vitaminas B9 y B12, que contribuye­n de forma eficaz al metabolism­o normal de la homocisteí­na y, con esta reducción, a la protección de los telómeros.

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