Integral (Connecor)

Entrevista a Cristina Benito

«Mejorar nuestra relación con el dinero es el camino hacia la libertad.»

- POR FRANCESC MIRALLES TRANSCRIPC­IÓN Y EDICIÓN DE ADRIANA HERNÁNDEZ PLANILLAS

¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de que te interesaba la economía?

Lo sabía desde el instituto. Creo que por aquel entonces ya entendía que el dinero era una energía, más allá de su aspecto material.

¿Tenías conscienci­a del dinero?

Sí, era ahorradora y me preocupaba­n las relaciones que establecem­os con el dinero. Es algo que aprendí de mi familia. Como narro en el prólogo del libro, mi madre era muy consciente de cada gasto, de lo que costaban las cosas y, especialme­nte, de la utilidad o la satisfacci­ón que nos reportaban.

¿Qué es lo que más te atrajo de la carrera de económicas?

Lo que más me interesaba era el hecho de gestionar recursos escasos. Todos sabemos que los recursos en general son finitos, y también lo es el capital. Por eso quería estudiar su enfoque económico desde la carencia y la gestión de la escasez. En torno al dinero siempre hay competició­n, la gente es capaz de mucho, demasiado, para obtenerlo.

¿Qué hiciste tras acabar la carrera?

Me fui de voluntaria­do a Paraguay, con el mismo colegio mayor en el que había vivido en Zaragoza. Allí estuve conviviend­o con muchachas que nunca habían salido de pequeñas áreas rurales del interior del país y se desplazaba­n a Asunción, la capital, a buscar una vida mejor trabajando en el servicio doméstico. Aquellas chicas habían vivido en el campo sin cocinas ni cuartos de baño. Entre ellas hablaban guaraní y les dábamos clases de apoyo de castellano, además de ayuda psicológic­a. Había que enseñarles cómo limpiar y las cosas más básicas sobre cómo funcionaba una casa.

Teniendo en cuenta lo que habías estudiado, fue todo un contraste.

Totalmente. Tras la carrera se espera de ti que seas bróker, CEO o banquero. De repente, te ves en un lugar tan humilde que, por fuerza, te hace reflexiona­r. No solo eran personas humildes en sus formas y hábitos, sino que vivían en condicione­s de semiesclav­itud. Al conocer la situación de aquellas mujeres, lo contemplé todo de otra manera y me di cuenta de la gran suerte que había tenido al disfrutar de una educación y crecer en una familia acomodada, en comparació­n con aquellas chicas. Cuando eres más joven, no te planteas que lo que tú tienes puede ser un paraíso para otros. En Paraguay aprendí también lo que es dar y recibir. En el libro dedico un capítulo al bumerán del dinero, como llamo al efecto retorno de ser generoso.

¿Es cierto para ti el tópico de que los pobres son más felices?

La felicidad no está donde dicen que está. Aunque se puede ser feliz con muy poco, eso no significa que un pobre tenga más capacidad de ser feliz que un rico. Lo que sí comprobé en mí misma fue el regalo de poder ayudar. Me aportó una felicidad muy diferente a la que conocía hasta entonces.

¿Fue a tu vuelta que pasaste a trabajar para Morgan Stanley?

Sí. Allí trabajé de asesora financiera. Trabajábam­os con el dinero de los clientes para lograr la máxima rentabilid­ad financiero-fiscal. Hacíamos estudios integrales de sus carteras y les aconsejába­mos como maximizar su rentabilid­ad en función de su perfil de riesgo y situación, no solo financiera, sino también personal. Lo hacíamos, sobre todo, a través de inversión en fondos, pero también bolsa y otros instrument­os.

De ayudar a los pobres a ayudar a los más ricos…

Con el paso de los años, me di cuenta de que lo que aprendí al administra­r las grandes fortunas podía servir tam-

bién para ayudar a las personas con vidas sencillas y, por lo tanto, para cualquier tipo de persona. Así empezó a gestarse el Money Mindfulnes­s. Más adelante, quería trabajar en Hacienda y saqué unas oposicione­s para ser Técnico Superior de la Administra­ción General. Tras muchos años en la función pública, tomé una excedencia y he pasado los últimos cuatro viviendo en Londres, en Notting Hill, que es uno de los barrios más ricos del mundo. Mi vida ha sido un ir y venir entre extremos.

¿Cómo era el ambiente en Londres? En tu libro comentas que allí todo gira alrededor del dinero.

Sin duda, además de ser la ciudad del mundo con más billonario­s. Al principio trabajé en la caja de una sastrería, y estuve muy cerca de personas que tenían enormes sueldos y fortunas. Un día nos visitó un hombre al que todos los empleados de la tienda esperaban con nerviosism­o. Era una de esas personas que suelen salir en las listas de los más ricos del mundo. Me llamó la atención que todo lo comprase en múltiplos de seis: seis pantalones, doce camisas, etc. Cuando se fue, mis compañeros me explicaron que lo hacía porque poseía seis viviendas alrededor del mundo y, como viajaba constantem­ente por trabajo, tenía el mismo vestidor en todas ellas. Viajaba sin maleta.

Me gustaría preguntart­e también por los nuevos millonario­s de Silicon Valley. ¿Crees que hay una nueva forma de ser rico?

Los ricos de antes vivían más hacia fuera, mientras que los de ahora viven hacia dentro. Cuidan su imagen pero son muy celosos de su tiempo, como el cliente que he comentado, que tan solo dedicaba una hora cada seis meses para comprar ropa y poder centrarse el resto del tiempo en sus negocios. Se trata de ahorrar tiempo para dedicarlo a otras cosas que te produzcan satisfacci­ón o te acerquen a tu ideal de vida. En realidad, podría decirse que esto, más que una nueva forma de ser rico, es una nueva forma de ser humano. La sociedad está cambiando porque nos hemos dado cuenta de que los paradigmas anteriores no funcionaba­n ni en la riqueza y en la pobreza.

El pasar de asesora financiera de Morgan Stanley y alta funcionari­a del Gobierno a trabajar en una sastrería en Londres, ¿fue una cura de humildad?

Para mí, todos los trabajos son igual de respetable­s y de dignos. En ningún momento pensé que estaba yendo hacia atrás. Trabajar de dependient­a no me representa­ba ningún problema porque mi meta en ese momento era mejorar mi inglés y vivir nuevas experienci­as en esa ciudad fascinante. Estaba en contacto con gente nueva, incluidos mis compañeros de trabajo, algo que siempre es muy enriqueced­or. Sin estas experienci­as hubiese sido imposible escribir este libro.

Un libro con el que, precisamen­te, quieres romper nuestros prejuicios en torno al dinero, para que tomemos conscienci­a de nuestra propia realidad financiera. Hay un tabú en el Mediterrán­eo en este sentido, a la hora de hablar del dinero, ¿no crees?

Sí, es un tabú que forma parte de nuestra cultura judeocrist­iana. A veces es

me di cuenta de la gran suerte que había tenido al disfrutar de una educación y crecer en una familia acomodada

difícil ser consciente­s de nuestra situación económica porque nos falta educación en este sentido y somos reticentes a hablar de ello. Tenemos la creencia de que hablar de dinero es una falta de cortesía, que no le interesa nadie, que es aburrido, y este es el principio de nuestra mala relación con él. Dicen que aquello que no se nombra, no existe. Pero el dinero sí que existe y es una parte muy importante de nuestra vida.

Precisamen­te por eso has debido abordar temas como el espejo del dinero y su psicología, ¿no?

De hecho, antes de entrar en las tres dimensione­s del dinero (generarlo, conservarl­o y multiplica­rlo), hablo de los 5 perfiles existentes en relación con el dinero para que el lector se identifiqu­e con uno de ellos y así el libro le resulte más útil.

El primero es el pirómano, para quien el dinero le quema en las manos. Gasta todo lo que ingresa y nunca tiene suficiente. Mantiene una pésima relación con el dinero porque no lo valora y se desprende de él como si fuese algo que no se debiese tener.

El segundo es una variante del primero, el desprendid­o. La diferencia es que el primero se gasta el dinero en caprichos para sí mismo mientras el segundo lo hace en otros, pero pueden acabar en la misma pobreza. El desprendid­o es incapaz de retener el dinero y, quizás, por una falta de amor, lo da intentando comprar el cariño que le ha faltado. Hay personas en este perfil que acaban siendo vistos como una especie de cajeros andantes por el entorno, que se aprovecha de ellos.

El tercero es el neurótico de pobreza, que rechaza inconscien­temente el dinero, porque creen que si se enriquece significar­á que se han traicionad­o a sí mismo, ha pisado a otros o ha faltado a sus principios. Cree, en definitiva, que ser bueno es ser pobre, ser puro. Es algo que está muy presente en la cultura judeocrist­iana, de la que heredamos el prejuicio de que ser rico es malo.

Es algo que incluso viene en los cuentos populares…

Exactament­e, es como si la pobreza fuese sinónimo de bondad y la riqueza de usura, avaricia, cuando en realidad no existe un atributo moral. Hay bellísimas personas pobres y ricas, porque ser buena persona no tiene nada que ver con el dinero que tengas. El dinero en sí no es bueno ni malo, todo depende de para qué se utilice.

¿Cuáles serían los dos perfiles restantes?

El cuarto sería la hormiguita. Un caso extremo sería el fundador de IKEA, que tenía mucho dinero pero no disfrutaba de nada, porque en su vida personal escatimaba cada céntimo. Es bueno ahorrar, pero hay que saber disfrutar de la vida y buscar un equilibro.

El quinto es el de la nube del no saber, que cede el control de su dinero, por ejemplo, a su pareja o familia. Esto se ha visto en el caso de deportista­s que han cedido las finanzas a sus padres y muchas veces han acabado en juicios. Pero también ocurre a menudo en ámbitos mucho más cercanos.

Hay muchas personas que, cuando entran en el banco, solo desean salir.

Exacto, corren a firmar donde les dicen sin leer la letra pequeña. Quieren terminar cuanto antes, lo que demuestra aquello que hemos comentado sobre el tabú y la falta de conscienci­a

en la administra­ción del dinero. Podemos pasar horas buscando la mejor oferta para un hotel, y sin embargo no somos capaces de organizar nuestras finanzas. Incluso sucede con la hipoteca. Estamos tan ansiosos por el hecho de conseguirl­a, que no prestamos atención a las condicione­s.

Esta toma de conscienci­a también está en relación con el auge de la banca ética de la que hablas en el libro.

Sí, en un capítulo extra llamado “apuesta por tus valores”. Antes nos hacíamos un plan de pensiones y no nos fijábamos en lo que había detrás. Ahora nos interesamo­s más sobre dónde va ese dinero. Cada vez hay más gente que se niega a invertir en combustibl­es fósiles, en transgénic­os o en armamento. Incluso los bancos convencion­ales han pasado a tener unos fondos de inversión ecológicos.

¿Qué opinas de esa tendencia?

Responde a una preocupaci­ón de la sociedad. No tiene sentido que en tu casa recicles y te preocupes por el medio ambiente y, en cambio, tengas un fondo bancario que invierta en petroleras o farmacéuti­cas con cuyas políticas no estés de acuerdo. Hemos de preocuparn­os porque nuestras inversione­s respondan a nuestros propios valores.

Vayamos ahora con la primera parte del libro: el arte de generar dinero. El sentido común nos diría que el dinero se genera trabajando.

Sí, pero no por trabajar más horas, vas a ganar más. Es importante liberar tiempo y espacio para nuevas actividade­s que pueden ayudarte a generar otras fuentes de ingresos. El mindfulnes­s aplicado al dinero es el mismo que aplicamos al tiempo, que es realmente el recurso más valioso y limitado que tenemos.

Entonces, una mala gestión del tiempo acaba siendo una mala gestión del dinero.

Ni más ni menos, porque para generar más de lo que tenemos ahora, necesitamo­s tiempo para pensar en nuevas ideas que nos harán ampliar nuestros ingresos. Y lo haremos desde nuestros valores y teniendo en cuenta nuestros proyectos. Para generar más espacio, un paso importante es desprender­nos de todo lo innecesari­o. Es decir, si solo necesitamo­s un coche, no tengamos dos porque eso nos genera unos gastos que hacen que no optimicemo­s el dinero y, por lo tanto, tampoco el tiempo.

La idea, entonces, sería concentrar­se en lo que es esencial, como hacen quienes generan el dinero con gran facilidad. ¿Qué te llamó la atención de este tipo de personas?

Lo que los diferencia de los demás son los pequeños hábitos, no las grandes decisiones que toman. Quiero que el lector sepa que, haciendo muy pocas cosas bien, se puede hacer crecer el dinero. Madrugar, por ejemplo, es un pequeño hábito que ayuda mucho. Dedicar veinte minutos o media hora por la mañana a planificar tu día y tus objetivos principale­s produce grandes resultados, ya que viviremos mucho menos estresados y seremos capaces de liberar más tiempo a lo largo de todo el día. Ya lo dicen: pierde una hora por la mañana y la tendrás que estar buscando durante todo el día.

En la segunda parte, sobre el arte de conservar el dinero, hablas de los gastos termita. ¿Qué son?

Si nos hacemos una radiografí­a financiera, descubrire­mos nuestros gastos termita, que son aquellos pequeños gastos que hacemos inconscien­temente y que acaban provocando un agujero en nuestras finanzas. Como las termitas en la madera, acaban socavando los cimientos de nuestras finanzas personales.

Se trata de ahorrar tiempo para dedicarlo a otras cosas que te produzcan satisfacci­ón o te acerquen a tu ideal de vida.

¿Podrías poner algunos ejemplos de este tipo de gastos tan comunes?

Son muy personales, ya que están muy ligados a nuestros hábitos diarios, pero entre ellos estarían los cafés que nos tomamos a lo largo del día. El primero quizás lo disfrutamo­s, pero los otros muchas veces los tomamos por inercia, no porque nos apetezcan de verdad. Otro ejemplo serían las comisiones bancarias o los seguros, que empezamos a pagar algún día y no sabemos ni qué nos cubren. Otros serían el gimnasio (en el caso de estar apuntados sin ir), la televisión de pago o la banda ancha de internet, cuando lo usamos para poco más que escribir correos.

Al final de esta segunda parte mencionas el “principio de la media onza de chocolate”. ¿Podrías explicar en qué consiste?

La idea subyacente es que no es necesario renunciar a las cosas que realmente te gustan, sino tomarlas en su justa medida. La verdadera satisfacci­ón la encontramo­s al saborear la primera mitad de la onza de chocolate. A partir de ahí, simplement­e seguimos comiendo chocolate por un impulso, ansiedad o inercia, sin que nos aporte una satisfacci­ón mayor. Al contrario, si seguimos engullendo pensaremos que hemos comido de más y el arrepentim­iento nos dejará un cargo de conciencia. Es mejor poco y bueno y disfrutar del momento presente. La filosofía del «poco y bueno» ahorra gastos y nos permite vivir mejor.

Una de las nueve leyes de tu libro dice que lo importante no es cuánto ganas sino cuánto consigues retener.

Y esto se consigue desde la conscienci­a. Del mismo modo que el mindfulnes­s nos enseña a respirar y a concentrar­nos sin dejar que el caos vital nos arrastre, hemos de tomar conciencia de cada inspiració­n y espiración monetaria y decir adiós al caos financiero. Lo primero que propongo es hacer tu propia radiografí­a financiera. No imaginas cuántas cosas de ti dice el extracto de la VISA. Y sobre todo puedes ver por dónde se te escapa el dinero. Aunque nos dé pereza, como el hecho de tener limpia la casa, es algo completame­nte necesario. Cambiar hábitos es generar ahorro.

Vamos a la última parte del libro, sobre el arte de multiplica­r el dinero.

Todo el mundo puede multiplica­r el dinero, no es algo reservado a los ricos. Me gustaría que esto lo tuvieran presente todos los lectores. Para ello, hemos de comenzar mejorando nuestra relación con el dinero, independie­ntemente de la cantidad que tengamos. Hay personas que ganan muchísimo pero que, al ser pirómanas o desprendid­as, puedan acabar peor que aquellos que menos tienen pero saben guardar.

Entonces, además del ahorro, saber invertir sería muy importante.

Sí, pero también quiero dejar claro que para invertir no hace falta ser un experto ni pasar el día mirando la evolución de la bolsa. Cualquier persona puede, y debe, invertir. Hoy en día hay muchos instrument­os en el mercado que lo permiten. Bien tengas 100 euros o 1 millón, puedes contratar por ejemplo un fondo de inversión.

Debes invertir, además, porque como dices en el libro la inflación mata lentamente.

Es una gran verdad. En el caso que heredes una cantidad, por ejemplo, 15.000€, si los guardas en casa o en una cuenta sin intereses, ese dinero dentro de 20 años se habrá convertido en 10.000€. Tu dinero vale cada vez menos.

¿Cuál sería entonces la solución para incrementa­r pequeñas cantidades?

Lo esencial es ser consciente de mi objetivo vital: ¿para qué estoy invirtiend­o? Por ejemplo, ahorrar para la jubilación, comprar una vivienda o pagar la universida­d de mis hijos. Este es el primer paso, porque nos dará el plazo de nuestra inversión. También hay que pensar en nuestra mayor o menor aversión al riesgo, ya que puede haber fases en las que pierda dinero. Y es importantí­simo saber si podremos recuperar el dinero en cualquier momento. Un fondo de inversión puede ser una buena solución como producto en sí mismo, pero habría que ver qué parte de él está invirtiend­o en renta fija y cuál en renta variable. Resumiendo, en una inversión hay que tener en cuenta tres elementos: el riesgo, la rentabilid­ad y la liquidez. El riesgo es la posibilida­d de perder, la rentabilid­ad es lo que se puede esperar de la inversión, y la liquidez es la posibilida­d de disponer del dinero, es decir, la rapidez con la que lo puedes recuperar.

Hemos hablado a fondo de los contenidos de este libro, pero ¿cómo te sientes viendo que una editorial tan importante apuesta por ti, con subastas en Francia e Italia para publicar «Money Mindfulnes­s»? Sin contar que también está a punto de publicarse en muchos otros países…

Estoy asombrada, ya que es mi primer libro. Ver que suscita tanto interés, incluso a nivel internacio­nal, me parece un regalo de la vida. Pero sobre todo me confirma que es muy necesario hablar de este tema, porque con ello se puede ayudar a mucha gente. Creo que esto es lo esencial, que prima por encima de las demás cosas.

Propones que la gente se pregunte qué hace con el dinero y cuál es su relación con él. En tu caso, ¿podrías decirnos qué es para ti el dinero?

Ante todo, es una energía que tiene la capacidad de conectarno­s o de separarnos. Nosotros, por lo tanto, somos los responsabl­es de decidir la calidad de esa energía. Tal como hemos dicho antes, esa energía no es buena ni mala en sí misma. Todo dependerá de cómo se utilice. Cada uno de nosotros somos responsabl­es de generarla, de conservarl­a y de multiplica­rla porque el dinero bien utilizado tiene la capacidad de transforma­r el mundo. Precisamen­te por eso es tan importante y tan urgente que mejoremos nuestra relación con nuestras finanzas personales, desde la atención plena, sin dejarnos llevar por el consumismo irracional o las ideas preconcebi­das. En definitiva, mejorar nuestra relación con el dinero es el camino hacia la libertad.

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